Antes, encima del mueble de la entrada, tenía cosas normales. Allí siempre estaba el plato de cerámica con quince manojos de llaves distintas, alguna de las cuales no sabíamos ni identificar. A su lado el marco con la foto familiar de cuando fuimos al Loro Parque. Saliendo tímidamente del cajón había una maraña de cables y cargadores de teléfono; juraría que el de mi primer Nokia todavía estaba por allí. Y por supuesto algún paquete de pañuelos abierto y una pila de tiques de compra, que tenían más años que mis hijos.

Ahora todo eso ha cambiado. Viendo que cada día la cosa se tuerce más, nosotros ya no nos la jugamos. Presidiendo el centro de la mesa tenemos un San Pancracio, con perejil siempre verde (el que se pone pocho lo usamos para cocinar). La campanita que nos trajo mi cuñada de su viaje a Pekín, justo al lado del gato de la suerte que compramos en el “chino” de abajo. También tenemos dos herraduras, una mano de Fátima, un Nazar (ojo turco para los menos expertos) y la tortuga.

Aprovechando la ocasión, ¿alguien sabe dónde puedo conseguir unos toritos de Pucara peruanos? Dicen que son muchísimo más efectivos que la tortuga y las herraduras juntas.

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Detrás de esta viñeta están Benjamín y Mercedes. Son padre e hija. Benjamín dirige el estudio Arquitectos San Lorenzo 8. Mercedesdiseñadora gráfica, trabaja en Brava Producciones. El texto queda a cargo de Paula, la hija mayor, que se dedica a la seguridad alimentaria. La idea de cada semana: un asunto de familia.