Un ratón tiende a presionar la palanca si sabe que le va a caer comida. Skinner y Estes demostraron en 1941 que dejará de hacerlo conforme una descarga eléctrica se imponga al trozo de queso como recompensa más habitual. Es lo que llamaron procedimiento de respuesta emocional condicionada o supresión condicionada. 

Los dos psicólogos estadounidenses tendrían hoy un caso digno de estudio repartido entre Moncloa y Ferraz. Por allí hace mucho tiempo que no reciben más que calambrazos. Y, sin embargo, siguen pulsando una y otra vez la misma palanca.

Pedro Sánchez, con María Jesús Montero y Cristina Narbona, este sábado en el Comité Federal del PSOE.

Pedro Sánchez, con María Jesús Montero y Cristina Narbona, este sábado en el Comité Federal del PSOE. JJ Guillén EFE

Si algo bueno tienen las noches electorales es que acaban con la más acorazada cámara de eco. Los fríos números sacan a cualquier partido de la burbuja en la que le instalan los asesores con ganas de agradar y la interacción ciudadana limitada a las personas que acuden a los mítines.  

Es normal que, tras una debacle, sobrevenga una etapa de desconcierto. Resulta más difícil de explicar que, pasadas las primeras horas dando manotazos al aire (o "movimientos audaces" para los heraldos más entregados) se vuelva exactamente a la misma estrategia que ha dado ya unos cuantos ejemplos de nula rentabilidad electoral. Madrid 2021, Castilla y León y Andalucía 2022, 28 de mayo de 2023. 

Algunos de esos resultados nos dan una pista reveladora. Los parlamentos regionales de Andalucía, La Rioja y Madrid, así como el ayuntamiento de la capital de España, tienen hoy una mayoría absoluta del Partido Popular sin que ello suponga la inexistencia de Vox. Quizá no sea una temeridad afirmar que el país atraviesa un ciclo sociológico conservador. 

Si Feijóo gana las elecciones veraniegas, será la primera vez que el PP le quite el poder al PSOE sin mediar una catástrofe económica. (Otro día podemos detenernos en la diferencia entre los indicadores habituales y la percepción del ciudadano, empobrecido por la inflación continuada). 

Lo anterior nos sitúa ante el que ha sido el gran error de Pedro Sánchez desde que cambió el colchón de Moncloa en 2018: gobernar contra la media España que no le vota. Ésta no le ha interesado para otro propósito distinto al de dibujar una caricatura contra la que dirigir mofas o iras.

El resultado ha sido una movilización permanente contra él. Los raquíticos éxitos electorales de 2019 le provocaron un espejismo explicado en la fragmentación, en tres bloques bastante homogéneos, del espacio que empezaba un milímetro a su derecha. Pero a partir de las alianzas de 2020 les lanzó una declaración de guerra inequívoca. Quizá cuando salga de la cámara de eco se lamente de no haber buscado su complicidad, aunque fuera en forma de abstención. 

De momento, la melodía no modifica ni un acorde. Resabios trumpistas para acusar de trumpismo al de enfrente. Prescriptores habituales señalando al "sistema Madrid" (sic) como una fuerza casi imposible de vencer mientras tuitean escaparates de librerías, incrédulos ante el hecho de que exhiban libros de sesgo conservador.

[Sánchez dice que lo tiene "todo" para ganar el 23-J pero elude cualquier autocrítica sobre el 28-M]

En esa línea, merecen comentario aparte los aspavientos en torno a El Hormiguero. ¡Trazas de opinión política en los programas de humor y entretenimiento! Asombra que se crean su propia sorpresa. Como si los conductores y contenidos de esta clase de espacios no llevaran por lo menos 25 años editorializando. Lo hacían, eso sí, en sentido contrario.

Hablar inglés pasa a ser súbitamente lo más importante, aunque en el armazón argumental se entre en contradicción con más de una década arremetiendo contra la endogamia y el atasco del ascensor social. 

Es complicado evitar la sensación de desagrado cuando se ve con claridad cómo alguien se está equivocando. La tentación es agarrarle de las solapas y espetarle: "¿pero es que no te das cuenta?".

Nuestro atrevimiento no llega a tanto. Nos limitaremos a esperar al 24 de julio. Entonces sabremos si los de la burbuja tienen razón por primera vez en dos años o si se llevan la enésima descarga. Lo mismo a Sánchez le da por acordarse de aquel libro de autoayuda que aunaba roedores con frustración: ¿Quién se ha llevado mi queso?.

(Se subtituló Una manera sorprendente de afrontar el cambio en el trabajo y en la vida privada).