A veces resulta difícil saber qué es lo que escandaliza a los españoles. Si el hecho de que Ana Obregón tenga 68 años. Si la "mercantilización" de la madre gestante. Si la "mercantilización" de la niña gestada. Si la "santidad" de la vida humana. O si el hecho de que Ana Obregón sea "millonaria" en un país en el que un sueldo de 40.000 euros brutos (de los cuales el Estado se queda más del 50%) te convierte en la cabeza de muchos en "un privilegiado".

Ana Obregón junto a su hijo, Álex Lequio.

Ana Obregón junto a su hijo, Álex Lequio.

No se sabe si es el hecho de que Ana Obregón haya vendido la exclusiva. O el de que se haya "aprovechado" de la "vulnerabilidad" de la madre gestante. O el de la presunta "violencia contra la mujer". O el del supuesto trauma por la muerte de un hijo que la habría convertido en "una loca" desde el punto de vista de la generación de jóvenes más dependientes de la farmacopea y de la psiquiatría de toda nuestra historia. Esa que el otro día se subía al escenario del Magariños de la mano de Yolanda Díaz tras escribir en su Twitter que a "los viejos" hay que darles boleta. 

Varias de esas objeciones son suposiciones. Varias no son problema alguno en otros casos de los que nadie habla. Javier Cámara fue padre por gestación subrogada a los 50, Elton John a los 65, Robert de Niro a los 68. O Miguel BoséNick Jonas y Priyanka Chopra, Jaime CantizanoLucy Liu, Sarah Jessica ParkerKiko HernándezNicole Kidman, Elon MuskKim Kardashian Kanye West. Y el resto de objeciones no le importan a nadie más que a Ana Obregón.

Quienes sostienen todos los 'peros' al mismo tiempo son los mismos (y sólo hay que consultar la hemeroteca o echarle un vistazo a sus tuits antiguos) que creen que amputarle órganos sanos a un menor es un impecable ejercicio de libertad personal.

Un solo dato. El beneficio aproximado de la industria farmacéutica por cada niño que se declara trans es de un millón y medio de dólares a lo largo de su vida entre operaciones, fármacos y tratamientos de todo tipo, buena parte de ellos financiados por el Estado. Es decir, por el trabajo de esa especie en extinción conocida como "ciudadanos productivos".

Diez veces más de lo que cuesta una gestación subrogada como la que Ana Obregón se ha pagado con su dinero y sin meterle la mano en el bolsillo a sus conciudadanos.

Dicho de otra manera. Desde un punto de vista "mercantil", hormonar menores, detener su crecimiento y condenarles a una vida de dependencia física y psicológica es un negocio bastante más rentable que el de traer una nueva vida al mundo. 

Los hay incluso que le echan la culpa al "liberalismo" y no a la tecnología, que en última instancia es la que ha permitido que la edad media del primer embarazo sea hoy en España de casi 33 años, la esperanza de vida media de un español de hace poco más de un siglo. O que decenas de miles de mujeres tengan en 2023 hijos gracias al esperma congelado de hombres como Alejandro Lecquio. O que niños que han tenido la desgracia de ver fallecer a sus padres sean hoy cuidados por abuelos que "en estado de naturaleza" estarían muertos hace cuatro o cinco décadas. 

El humorista Louis CK lo explicó con una anécdota en el programa de Conan O'Brien. "Vivimos en un mundo maravilloso y lo estamos malgastando en una generación de niñatos malcriados". Y explica el día que viajó en un avión y la tripulación anunció a los pasajeros que iban a poder disfrutar de un sistema que les permitiría tener wifi en pleno vuelo. A los cinco minutos, los pasajeros ya estaban disfrutando del wifi en sus portátiles como si eso fuera lo más normal del mundo. Cuando el wifi falló, los pasajeros se quejaron con mohínes infantiles de disgusto a las azafatas.

Y dice Louis CK: "¡Con qué rapidez el mundo te debe algo que hace diez segundos no sabías ni siquiera que existía!".

No queda nada "natural" a nuestro alrededor. Hasta los perros son lobos manipulados genéticamente, muchas veces hasta lo esperpéntico. La vida de un ciudadano de 2023 es el producto del violento sometimiento de la naturaleza a la tecnología, y está bien que así sea porque la alternativa es morir a los treinta, probablemente en algún conflicto violento con los más asilvestrados de nuestros vecinos

Los mismos derechos humanos que damos por garantizados y que pedimos día a día ampliar para que incluyan las estupideces más absurdas imaginadas por los menos capacitados intelectualmente de nuestros compatriotas son una construcción moral artificiosa y casi cómica para cualquiera que haya leído media docena de libros de historia. El simple hecho de que nazca una niña a partir de esperma congelado, algo que sucede miles de veces al día en todo el planeta, y que vaya a ser criada por su abuela, algo de lo que existen cientos de miles de casos en todos los países, genera un pánico moral paralizante similar al de esas cabras miotónicas que se desmayan al menor ruido. 

Ana Obregón no está inventando nada, colonizando nuevos planetas morales ni haciendo nada que no ocurra con total normalidad en otros millones de casos. No ha hecho daño a nadie, ha traído una nueva vida al mundo y lo ha hecho cumpliendo la última voluntad de su hijo. Quizá su error ha sido no pedirle permiso a los españoles. 

Pero es que Ana Obregón no te tiene que pedir permiso a ti para nada.