Pensaba escribir esta columna sobre la polémica retirada del cartel de Zahara por “ofensa extrema a la Vírgen”. Una ya se pierde un poco incluso en la terminología. Entiendo, pese a no compartir, la ofensa a los sentimientos religiosos. Es decir, puedo comprender que alguien se sienta ofendido porque sus creencias religiosas entran en conflicto con aquello que observa y le produzca malestar. Pues muy bien. Pero con su pan se lo coma, que al que más y al que menos hay cosas que nos ofenden y, mal que bien, lidiamos con ello. Aquí podríamos practicar, recomiendo, el sano ejercicio de mirar para otro lado y seguir con nuestra vida y nuestras aficiones.

Lo que no acabo de entender es que se ofenda a la Virgen, porque para que alguien pudiera ofenderla debería ser requisito indispensable, digo yo, que exista. Y ahí no hay un acuerdo general. Por ahí iba a ir yo, para enlazar más tarde con el ya cansino tema de la censura, que ahora ya no se llama censura, se llama cancelación. Como el toque de queda no se llamaba toque de queda, sino restricción de la movilidad nocturna, otra vez la terminología. Digo que por ahí es por donde yo iba a tirar, para defender que Zahara (que yo ni sabía quién era, pero ahora ya sé hasta que la llamaban “puta” de pequeña y que no tenía amigas y que le hicieron bullying) pudiera salir en su cartel vestida de Virgen, o de lagarterana, si gusta. Que tampoco es ni tan provocador ni tan ocurrente, que ya Ana Elena Pena hace más de veinte años se fotografiaba, rumbosa, ataviada de virgencita y con una enorme galleta maría entre las manos. 

Todo eso es lo que iba yo a decir cuando ya me había atropellado la actualidad emocional, y ya no es Zahara la que ofende. Ahora es C. Tangana. Porque ha publicado una fotografía en sus redes sociales en las que aparece en un yate con un montón de señoras estupendas. Y rápidamente ha sido tildado de machista y un montón de mujeres y de hombres, de los que comprenden perfectamente a las mujeres, se han ofendido fuertecito y clamado al Dios Twitter por su retirada. Y entiendo que se hayan ofendido, como entiendo que se hayan ofendido los devotos de la Virgen. Igual que se ofendieron los falleros allá por 2003 porque en un anuncio de Coca Cola el protagonista se vestía de fallera cantando que él era la fallera mayor.

Es exactamente el mismo sentimiento de ofensa y por los mismos motivos. Y son los mismos argumentos los que enarbolan unos y otros, y los mismos que desprecian cuando es el otro el que protesta. Afrentas inaceptables a lo más sagrado totalmente intercambiables. Da igual que sea la virgen, que el feminismo, que las fallas. Que aquí cada uno le reza a lo que quiere.