No me había enterado de que había una capilla en el palacio de la Generalitat hasta que Chis Torra decidió jubilar al encargado de la misma, que llevaba ahí desde los tiempos de Tarradellas, y sustituirlo por alguien más joven que, casualmente, es primo del presidiario Turull. Torra, como casi todos los nacionalistas, debe ser algo meapilas y, por consiguiente, seguro que disfruta visitando la capilla de la Gene cuando se siente desfallecer y necesita despachar con el Altísimo (en catalán, por supuesto). Lo que me sorprende es que dicha capilla nunca haya sido objeto de estudio por los comunes o los de la CUP, gente de natural multiculti a la que esta preeminencia de la iglesia católica sobre otras religiones debería sacar de quicio. Yo creo que hasta los partidos constitucionales deberían decir algo al respecto, ya que, a fin de cuentas, España es un estado laico en el que no deberían mezclarse las cosas del Señor con las de los seres humanos. Nada de esto ha sucedido en años y no parece que vaya a ocurrir nada ahora.

De todos modos, si la oposición quisiera buscarle las cosquillas a Torra --como él hace con el Estado con sus brillantes ideas: ahora quiere convertir en laborables para sus funcionarios el Día de la Hispanidad y el de la Constitución, nueva gesticulación idiota ante la imposibilidad de hacer algo más contundente contra el vecino opresor--, no le faltarían posibilidades. Los constitucionalistas podrían solicitar el cierre de la capilla de marras aludiendo a la separación de poderes. Y comunes y cupaires podrían exigir la creación de una pequeña mezquita y una mini sinagoga, con su imán y su rabino correspondientes, por si a algún diputado de origen árabe o judío le da por la trascendencia un día de éstos. El sueldo del imán y del rabino, claro está, podría salir de esa caja de resistencia, aparentemente sin fondo, que, de momento, solo sirve para que los catalanes más fanáticos o más tontos (que viene a ser lo mismo) le paguen las multas al Astut para que pueda seguir veraneando tranquilamente en las Baleares, donde se desplaza en yate y avión privado gracias a la munificencia de su único amigo conocido, el rumboso Vilajoana. Unas partiditas de botifarra entre Torra, el primo de Turull, el imán y el rabino contribuirían enormemente a la solidaridad interreligiosa, y no descarto que la noticia saliese en la portada de The New York Times.

En fin, quedémonos con la parte buena del asunto. Mientras se dedica a la religiosidad privada, el padre Turull no está soltando discursos incendiarios en alguna parroquia catalana sobre las maldades del Estado español y lo mal que lo está pasando su primo en el penal de Lledoners (aunque con una celda para él solo ya no tenga que aguantar las flatulencias de su amigo Rull, que al parecer eran de abrigo). ¿Por qué será que en el mundo nacionalista siempre hay un cura a mano? Caso de existir, el Departamento de Asuntos Internos del Vaticano debería estudiar seriamente el tema y obrar en consecuencia, ¿no creen?