Me ha resultado intelectualmente atractivo el llamamiento publicado el pasado martes por el presidente de Microsoft, Brad Smith, en el que llama a la creación de un “Convenio de Ginebra digital” para detener la escalada en el llamado state-sponsored hacking, el uso de internet por parte de los estados de algunos países para espiar o atacar a otros. 

Internet está ya muy lejos de ser, como aún dicen algunos, una “nueva tecnología”. Sin embargo, su uso para determinadas actividades define entornos aún relativamente nuevos, y parece llevarnos a pensar que, de alguna manera, no existen reglas para lo que hagamos en ellos. En realidad, ese pensamiento es completamente erróneo: las reglas existen desde hace mucho tiempo, forman parte de un consenso aceptado de manera general y derivado de una interacción continua a lo largo de mucho tiempo, y simplemente tenemos que adaptarlas a las características de los nuevos entornos. 

Que un estado utilice internet para espiar a otro o para inducir daños en sus infraestructuras críticas no es algo que caiga dentro del ámbito de lo no legislado o de algún tipo de zona gris: es una barbaridad, una agresión en toda regla, y algo que las leyes internacionales prohíben de manera clarísima. Que se haga a través de internet en lugar de con espías tradicionales no cambia en absoluto la naturaleza del hecho: estaba mal hacerlo sin internet, y sigue estando mal hacerlo con internet. No hay discusión ni matiz posible.

Sin embargo, no cabe duda de que, aunque en las guerras aún se hagan barbaridades de muchísimos tipos, la existencia del Convenio de Ginebra para el derecho internacional humanitario y de sus sucesivas revisiones y ampliaciones de ámbito, permite dotar a los países de una herramienta interesante. Al prisionero sometido a torturas o al trabajador sanitario tiroteado, el Convenio de Ginebra le supone un alivio más bien escaso. Pero cuando esos incidentes contrarios al Convenio se suceden o generalizan, al menos se puede señalar un documento, sancionar a quien lo incumple o plantearse formas de forzar su cumplimiento. 

¿Necesitamos un Convenio de Ginebra digital? En realidad, necesitamos un foro para que determinados comportamientos sean discutidos, puestos de manifiesto y aislados como problemática internacional. Necesitamos hablar de un tema preocupante, pero que no deja de reflejar una evidencia: la ignorancia de muchos con respecto al entorno digital impide su adecuado desarrollo y posibilita abusos que no deberían ser tolerados. 

Cuanto antes y más claramente definamos el problema, lo identifiquemos y lo aislemos, mejor. ¿Desaparecerá? Seguramente no. Pero al menos, tendremos un ámbito de actuación.