El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu Ronen Zvulun Reuters

Oriente Próximo

Netanyahu apela a los países árabes para que se hagan cargo de Gaza una vez Israel la "controle" y la "libere" de Hamás

En entrevista con la cadena Fox News, el primer ministro no especificó los detalles de su plan, que ya había sido filtrado a los medios repetidas veces a lo largo de estos casi dos años de conflicto.

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El primer ministro israelí quiso salir al paso de las duras críticas recibidas por los países occidentales ante la situación de hambruna en Gaza con una entrevista exclusiva a la cadena Fox News. En un momento en el que la popularidad de Benjamin Netanyahu alcanza mínimos dentro de los Estados Unidos y especialmente entre los votantes del movimiento MAGA —la congresista republicana Marjorie Taylor-Greene calificó la semana pasada de “genocidio” lo que está pasando en la Franja—, la necesidad de delinear un plan de futuro era más importante que nunca.

Y dicho plan tenía que pasar por quitar responsabilidades a Estados Unidos, por supuesto. Es lo que no acaba de entender el votante trumpista: ¿A qué viene tanta involucración en asuntos ajenos? ¿No habíamos decidido que la política exterior iba a servir tan solo para apuntalar la interior y beneficiar a los americanos? De ahí que Netanyahu dijera públicamente lo que se ha filtrado tantas veces a la prensa, pero nunca se le había oído de primera mano al líder del Likud: Israel tiene pensado controlar Gaza, echar a Hamás y dejar luego que las dictaduras árabes se encarguen de la reconstrucción y de un eventual gobierno.

El problema de este nuevo y atractivo plan es que ni es nuevo ni es un plan. Atractivo podría serlo si acaba con las matanzas indiscriminadas de civiles, consigue que los rehenes vuelvan a casa y aporta estabilidad a la zona, pero eso aún no lo sabemos. La idea de ocupar Gaza lleva en las mentes de los líderes israelíes desde el mismo 7 de octubre de 2023. De hecho, en principio, la campaña de bombardeos iba a ser un preludio para una ofensiva terrestre en todo el país que acabaría con los líderes y la infraestructura de Hamás.

El caso es que Israel nunca ha acometido dicha ofensiva a gran escala y nunca se ha esforzado en “controlar” Gaza en estos casi dos años. Ha habido ocupaciones puntuales de las grandes ciudades, operaciones más o menos sostenidas en el tiempo que han acabado siempre con la retirada casi completa de las FDI. El pasado 28 de julio, el ex primer ministro, Yair Lapid, criticaba a Netanyahu con estas palabras: “La campaña militar en Gaza está fuera de control. Hemos capturado Jan Yunis por cuarta vez y Jabalia por tercera”.

Ampliar los Acuerdos de Abraham

El problema de entonces sigue siendo el de ahora: no hay medidas concretas más allá de los mensajes generales. Cuando Netanyahu habla de “controlar” Gaza, ¿se refiere a una ocupación militar del territorio aunque sea a costa de la muerte de los rehenes que aún siguen vivos? En ese caso, ¿cuáles son los plazos?, ¿cuántos hombres son necesarios?, ¿qué conocimiento exacto hay de lo que Hamás pueda aún mantener en sus kilométricos túneles que atraviesan la Franja de punta a punta?

En cuanto a su promesa de “liberar” a Gaza de Hamás, tampoco hay nada explícito al respecto. Israel ha descabezado varias veces a la organización terrorista sin atreverse a dar el paso militar correspondiente. Se supone que la milicia proiraní que gobierna la Franja desde las elecciones de 2005 y la guerra civil con Fatah de 2006, apenas puede tener ya recursos humanos ni militares después de tantos meses de bombardeos constantes y operaciones especiales. ¿Es necesario bloquear la entrada de víveres y bombardear filas de civiles hambrientos para darle el golpe de gracia? No parece tener demasiado sentido.

Por último, el plan de dejar Gaza en manos de las dictaduras árabes tampoco es nuevo y tampoco se explica cuál será el proceso. Los países de la Liga Árabe están dispuestos a asumir esa responsabilidad, como insinuaron en una reunión en las Naciones Unidas la pasada semana. Su condena al terrorismo de Hamás y su exigencia de que entreguen las armas y abandonen la Franja hay que entenderla dentro de un contexto de colaboración que probablemente incluya la aportación de millones de dólares y la imposición de una figura respetada, ajena tanto a Hamás como a Fatah, que lidere la reconstrucción.

Estos movimientos irían en línea con la postura expresada este jueves por el presidente estadounidense, Donald Trump, quien instó a Arabia Saudí y a los demás países árabes a unirse a los Acuerdos de Abraham. Dichos acuerdos, firmados en agosto de 2020, suponían el reconocimiento oficial del estado de Israel por parte de Baréin y los Emiratos Árabes Unidos, además de impulsar la normalización de las relaciones del estado hebreo con Marruecos y Sudán en acuerdos posteriores.

De vuelta a los dos estados

El gran empeño de la Administración Biden hasta el 7 de octubre de 2023 fue ampliar dichos acuerdos para incluir a Arabia Saudí, pero la masacre terrorista de Hamás y la posterior reacción israelí acabaron con toda diplomacia.

Aun así, el príncipe Mohamed bin Salman ha mostrado en privado varias veces su intención de retomar el proceso en cuanto acabe la guerra de Gaza y, de hecho, es sorprendente lo tranquilo que está el mundo árabe, en comparación con conflictos anteriores, teniendo en cuenta la devastadora situación en la Franja.

El problema, como siempre, es concretar qué hay más allá de las buenas palabras. Estados Unidos estaría encantado de que los países árabes pusieran orden en la zona —aun pese al apoyo de Qatar a Hamás durante todos estos años—, Israel nos acaba de decir que no lo ve con malos ojos y los propios países árabes parecen dispuestos… pero ¿con qué condiciones? ¿Sería posible una especie de protectorado árabe sobre Gaza que no tenga como objetivo la consecución de un Estado palestino? Podríamos descartarlo por completo.

Y ese objetivo, a su vez, choca con la política de la actual Administración Trump —aunque, en fin, los cambios de opinión son tan frecuentes que uno más no se notaría— y con la del actual Gobierno de Netanyahu. No es ya que el primer ministro esté en contra de un Estado palestino, sino que sus aliados ultraortodoxos y la ultraderecha nacionalista encabezada por los ministros Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich exigen la ocupación de Gaza y Cisjordania para poder construir más asentamientos.

Todo ello requeriría una cumbre de varios días en un país neutral con todas las partes representadas y un calendario claro. De momento, sin embargo, vamos tirando con entrevistas sueltas y con declaraciones que cambian según el público sea extranjero o nacional. La sensación es de muy poco avance respecto a hace dos años, salvo por los miles de muertos entre el pueblo palestino, las decenas de rehenes asesinados por Hamás y la creciente soledad de Netanyahu: no queda rastro de los componentes del primer Gabinete de Guerra, ni del entonces jefe de las FDI o el responsable del Shin Bet. La población cada vez está más dividida y la solución, desgraciadamente, parece ahora mismo igual de lejos que entonces.