El consejero de Seguridad Nacional de EEUU, Jake Sullivan, y el presidente de Israel, Isaac Herzog, durante su reunión en Tel Aviv este viernes.

El consejero de Seguridad Nacional de EEUU, Jake Sullivan, y el presidente de Israel, Isaac Herzog, durante su reunión en Tel Aviv este viernes. Efe

Oriente Próximo

Biden pide a Israel poner fin a la guerra cuanto antes y limitarla a ataques puntuales contra Hamás

Para mantener sus relaciones diplomáticas con Israel y el mundo árabe, EEUU se está distanciando de Netanyahu e insiste en acabar con los bombardeos masivos. 

16 diciembre, 2023 03:03

Jake Sullivan, consejero Nacional de Seguridad de la administración Biden, anda estos días de gira por Oriente Medio, donde se ha reunido con dirigentes israelíes y palestinos en Tel Aviv y Cisjordania, respectivamente. El papel de Sullivan no es fácil, como no lo es en general el de la diplomacia estadounidense. Tanto Antony Blinken como Joe Biden han mostrado repetidas veces su apoyo a Israel, incluso en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero se han distanciado todo lo posible de Netanyahu y de su manera de llevar la guerra, con centenares de miles de civiles desplazados, heridos o muertos.

Estados Unidos está en medio de dos aguas: por un lado, no puede distanciarse de Israel porque es su mayor aliado en la zona y su amistad viene de muy lejos. La presión interna también es muy fuerte: el Partido Demócrata tiene una amplia base de votantes de origen judío… y los republicanos están a su vez intentando sacar el mayor rédito político a la circunstancia, acusando a Biden de debilidad y de abandonar a su aliado en el peor momento.

Por otro lado, los americanos tampoco pueden desairar a Egipto, ni a Qatar, ni a Jordania, ni a Arabia Saudí, ni al resto de países árabes cuyo apoyo ha ido labrándose en las últimas décadas. Y saben perfectamente que estos países y sus dirigentes están bajo una enorme presión de sus ciudadanos, que ven con horror las imágenes que les llegan de Gaza.

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Prácticamente todas, además, pasadas por el velo de subjetividad de la cadena Al Jazeera y por el odio a Israel larvado de generación en generación desde 1948.

De ahí que tenga que jugar a una estrategia de "poli bueno, poli malo" que corre el riesgo de enfadar a todos a la vez al intentar complacerlos. Cuando Biden, Blinken o Sullivan dicen que apoyan la guerra, buena parte de la opinión pública occidental y la totalidad de los países árabes se enfadan.

Cuando le exige a Netanyahu que trabaje la diplomacia, busque un nuevo alto el fuego que permita la liberación de más rehenes y el reparto de ayuda humanitaria o le deja claro que hay que tener más cuidado con las vidas de los civiles, buena parte de la sociedad y la clase política israelíes claman al cielo.

Guerra contra Hamás

Eso es exactamente lo que sucedió el pasado jueves, cuando el presidente Biden declaró en rueda de prensa que Israel debía poner fin cuanto antes a esta etapa de la guerra y concentrar sus ataques en las infraestructuras de Hamás y los dirigentes de la organización terrorista.

Soldados del ejército israelí.

Soldados del ejército israelí. Reuters

Todo esto el mismo día que el Washington Post, generalmente afín a las administraciones demócratas, revelaba que, según sus fuentes, la Casa Blanca había impuesto un límite de tres semanas como máximo para poner fin a la ocupación terrestre.

Aquí, de nuevo, Estados Unidos se mueve en terreno pantanoso. Biden sabe que la muerte de civiles en bombardeos indiscriminados -aproximadamente la mitad de las bombas utilizadas en los ataques israelíes no tienen un objetivo preciso, según la propia inteligencia norteamericana- no solo es inadmisible moralmente, sino que es un peligro político, social y diplomático.

La imagen de Israel queda por los suelos y arrastra a su vez la de su mayor aliado. De ahí las peticiones constantes de un alto el fuego y de un mayor cuidado.

Ahora bien, a Estados Unidos tampoco le interesa un cierre en falso de la guerra. Lo peor que podría pasar es que, después de haber perdido la batalla mediática, Israel perdiera también la militar y no consiguiera ninguno de sus objetivos: ni destruir por completo a Hamás ni liberar a los rehenes que aún están en manos de los terroristas.

Gaza quedaría destruida, en una situación humanitaria insostenible… pero con los Sinwar y compañía aún en el mando, esperando la oportunidad de repetir un 7 de octubre en cualquier momento y sometiendo a los gazatíes al fanatismo y el terror.

Al principio de la ocupación israelí, la Casa Blanca esbozó un plan de paz que consistía en formar un gobierno independiente en Gaza presidido por una figura ampliamente respetada en el mundo árabe.

Ahora, parece que la diplomacia estadounidense se inclina hacia el regreso de la Autoridad Nacional Palestina a la Franja… pero la ANP quiere garantías y se hace la remolona. No hay que olvidar que, en 2007, Fatah y Hamás lucharon a brazo partido por el poder en el territorio y los de Mahmud Abás tuvieron que salir para no volver.

Solución de los dos Estados

Ese es el principal obstáculo para la llamada "solución de los dos Estados" que Washington defiende con firmeza: uno de los Estados se divide en al menos dos administraciones bien diferenciadas, una de las cuales está dirigida por un grupo terrorista cuyo fin es la destrucción de Israel.

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Si las negociaciones fueran entre Abás y el líder israelí de turno, todo sería más fácil. Hamás es el enemigo común del resto de partes, y esto incluye a prácticamente todo el mundo árabe, con la excepción de los grupos radicales patrocinados por Irán, país de origen persa, en distintos Estados vecinos.

Hamás, por lo tanto, debe desaparecer. En eso, Israel, Estados Unidos y la ANP están de acuerdo. También lo están Egipto y Jordania, aunque no Qatar ni Turquía, sus principales protectores. Comoquiera que Hamás se nutre del odio, Estados Unidos entiende que Israel se está equivocando por completo con su estrategia militar, que, además, no está ayudando a rescatar a uno solo de los secuestrados el 7 de octubre.

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De hecho, este viernes, el ejército israelí reconoció que había matado por error a tres rehenes, cuyos cadáveres habían sido encontrados el día anterior. Según fuentes de la defensa israelí, los cautivos se habrían escapado por su cuenta de la vigilancia de Hamás o habrían sido abandonados por los terroristas en su huida.

Confundidos con militantes palestinos, las IDF habrían acabado con sus vidas. El incidente merece una profunda reflexión acerca del desorden que impera en algunas operaciones israelíes.

"Que esta fase acabe"

Mientras tanto, Sullivan, desde Tel Aviv, intentó quitar hierro a las diferencias entre ambos países, pero no sonó muy convincente. Según el consejero Nacional de Seguridad, las palabras de Biden estaban en sintonía con la estrategia de las IDF.

"Desde el principio, el ejército israelí ha hablado de un proceso de muchos meses dividido en distintas fases. El presidente solo pide que esta fase acabe cuanto antes", afirmó Sullivan. "No debe verse como una imposición, sino como el consejo de un amigo, es lo que a nosotros nos parece lo más adecuado en este momento", añadió.

Acabar con Hamás sin acabar con Gaza y, desde luego, sin dejar la Franja con cientos de miles de personas vagando de un lado a otro, sin hogar, sin medios y sin futuro. Ahí está el reto de Israel, según Biden, si quiere algo parecido a una paz estable y duradera cuando acabe el conflicto. Estados Unidos ha pedido varias veces a su aliado que no se quede en Gaza y que no monte zonas de exclusión por su cuenta. Israel está de acuerdo en lo primero, pero no en lo segundo y, así, poco a poco, la amistad de décadas entre Biden y Netanyahu se va enfriando como se enfría la posibilidad de un Oriente Medio en paz y confianza mutua.