Cuatro hombres transportan armas bajo la orden de las FDI, este jueves cerca del hospital Kamal Adwan de Gaza.

Cuatro hombres transportan armas bajo la orden de las FDI, este jueves cerca del hospital Kamal Adwan de Gaza. FDI

Oriente Próximo

¿Cisma en Hamás? El ala qatarí pide reconocer a Israel y aliarse con Fatah para lograr la paz en Gaza

Desde Doha, el flanco liderado por Ismail Haniyeh sugiere "seguir la posición oficial" para facilitar un Estado palestino. Desde Gaza, la vertiente militar de Yahya Sinwar parece seguir cerrada a negociaciones.

15 diciembre, 2023 02:47

Mousa Abu Marzouk, líder político de Hamás entre 1997 y 2014, y uno de los hombres más respetados dentro de la organización terrorista, sorprendió este jueves con unas declaraciones al portal Al-Monitor en las que proponía el reconocimiento de Israel para facilitar a su vez la creación de un Estado palestino y acabar con la guerra de Gaza. El argumento de Abu Marzouk, residente desde hace años en Qatar, como su sucesor en la dirección, Ismail Haniyeh, se basa en el hecho de que la Autoridad Nacional Palestina sí reconoce al estado judío y, en palabras de Marzouk, "Hamás debería seguir la posición oficial".

Las declaraciones son, en cualquier caso, sorprendentes. De entrada, Marzouk se las tuvo en su momento de todos los colores con Mahmoud Abbas, presidente de la ANP y de Fatah, la principal organización dentro de la OLP. Fue durante el liderazgo político de Marzouk cuando Hamás y Fatah entraron en un enfrentamiento frontal que llevó a la ANP a retirarse en la práctica de Gaza en 2006 tras algo muy parecido a una guerra civil.

Aparte, Hamás surge precisamente como alternativa radical al proyecto posibilista de la ANP. Aunque su fundación data de 1987 y sus fines siempre han sido más religiosos que territoriales, el auge de la organización terrorista coincide con el traspaso de poderes tras la muerte de Arafat y con la sucesión de acuerdos que la ANP firma con Israel y diversos países occidentales. Unos acuerdos que Hamás siempre rechazó y entre los que se contemplaba, precisamente, el reconocimiento del Estado sionista, decisión tomada por el propio Arafat en 2004.

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Plantearse que Hamás pudiera hacer ahora seguidismo de Fatah y optar por una vía dialogante y pacifista sería traicionar la propia esencia de la organización. Si Hamás gobierna desde hace diecisiete años en Gaza es precisamente por su posición hostil hacia Israel y su negativa a ningún tipo de acuerdo. Si no se han vuelto a celebrar elecciones desde su victoria de 2006 es porque la apuesta por lo militar ha superado a la apuesta por lo político. Dar marcha atrás precisamente ahora parece absolutamente imposible.

De Irán a Qatar

Esto nos lleva de nuevo al debate de las dos "almas" dentro de Hamás. Una, la más política y diplomática, negoció el alto el fuego y el intercambio de rehenes por prisioneros, tiene su residencia habitual en Doha y está influida por el emirato de Qatar, que financia a Hamás con mil millones de dólares cada año, según fuentes estadounidenses. No sería de extrañar que su lejanía respecto al conflicto les haya acomodado con el tiempo y haya alejado de su mente la idea tradicional de la lucha a muerte contra Israel.

La otra, liderada por Yahya Sinwar y Mohammed Deif, los dos hombres tras la masacre del 7 de octubre y los encargados ahora de organizar la defensa de la Franja, está bajo la influencia de Irán y sigue sus planteamientos islamistas. Su lucha no es ya la de la liberación de un pueblo, sino la de la expansión del islam más allá de Oriente Medio y la lucha contra el imperialismo occidental. Aunque Hamás se declara suní, sus lazos con Hezbolá, la guerrilla libanesa chií, son más que conocidos. Ambas, en lo militar, dependen de Irán… y por extensión de Siria y Rusia.

La sensación es que el cisma entre estas dos corrientes está a punto de abrirse definitivamente conforme el ejército israelí avanza por territorio palestino y queda en mayor evidencia el enorme error estratégico que fue la masacre del 7 de octubre, más allá de consideraciones morales. Lo que queda después de ese infausto día es una organización muy debilitada, recluida en sus túneles y dueña de un territorio que ya no existe, sino que es poco más que un montón de escombros. Las familias a las que decía defender vagan por las calles sin hogar y sufren de hambre, sed y miedo en los refugios improvisados de Rafah y Al Mawasi.

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En medio, como siempre, está la cuestión del poder. El ala qatarí sabe que, si Hamás quiere mantener el gobierno en Gaza y ser un actor de importancia en Oriente Medio, tiene que recular y aceptar un acuerdo. Si ese acuerdo incluye, además de la liberación de los rehenes, el reconocimiento a medio-largo plazo de Israel, así sea. Todo por que la comunidad internacional les deje seguir hundiendo en la pobreza a los ciudadanos de la Franja mientras sus líderes descansan en poltronas en Doha.

Para cuando acabe el chantaje

Sinwar y los suyos, obviamente, no lo ven así. Para ellos, esto es una guerra santa que no admite matices ni negociaciones. En las últimas horas se están produciendo reuniones que pretenden amortiguar la influencia de Irán: una comisión integrada por miembros de Estados Unidos, Reino Unido y Francia negociaba este jueves en Beirut la retirada de las tropas de Hezbolá del sur del Líbano para ser sustituidas por unidades de la ONU y del ejército regular libanés. A su vez, Israel, según el periódico Haaretz, solicitaba a Egipto que explorara la posibilidad de negociar otro alto el fuego con un nuevo intercambio de rehenes.

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Y es que los rehenes son ahora mismo lo único que separa a Hamás de su destrucción total. Aunque la entrada en los barrios de Shejaiya y Jabulia está costándole caro a las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) en la ciudad de Gaza —este miércoles murieron diez soldados en una ofensiva, un número bastante elevado si tenemos en cuenta que el total de víctimas israelíes apenas supera el centenar desde el inicio de la invasión—, hay una obvia limitación a la hora de emplear una estrategia más drástica: si Israel no anega los túneles o los destruye con explosivos, es, sin duda, por la posible presencia de rehenes en ellos.

Ahora bien: tarde o temprano, ese chantaje acabará. Se podrá negociar un alto el fuego más o, tal vez, dos, pero cien rehenes no dan para más. A partir de ahí, Israel irá con todo salvo que haya un señuelo diplomático que le interese más. En eso está Marzouk y en eso está el ala qatarí. El problema es convencer a los que se juegan la vida cada día en Gaza y sienten que no tienen nada que perder. Los que decidieron que era buena idea matar a 1.200 inocentes con sus manos en diez horas de espanto y horror. Los que, con esa atrocidad, probablemente condenaron al pueblo de Gaza a más años de pobreza y sufrimiento. Los que, en definitiva, jamás de los jamases reconocerían un Estado sionista, así se lo pida el emir de Qatar o Arafat resucitado.