Un globo monitorizado por China vuela en el cielo sobre Billings, en Montana.

Un globo monitorizado por China vuela en el cielo sobre Billings, en Montana. Reuters

EEUU

La crisis del 'globo espía' provoca una escalada en la tensión diplomática entre China y Estados Unidos

Es, de momento, el último episodio de una frenética serie de desencuentros entre las dos superpotencias del Océano Pacífico durante la última semana.

4 febrero, 2023 02:26

"Una intolerable violación de la integridad territorial". Con esas palabras definía el secretario de estado Antony Blinken la presencia de un globo espía chino en el espacio aéreo estadounidense. Después de veinticuatro horas de vagas excusas -el gobierno de Pekín asegura que se trata de un aparato de investigación meteorológica que se ha desviado de su ruta por accidente -, Blinken justificaba de esa manera ante su homólogo chino Wang Yi la cancelación de su anunciado viaje de esta semana a tierras chinas. Dicho viaje tenía como objetivo continuar las conversaciones que habían iniciado Xi Jinping y Joe Biden en la pasada reunión del G20 en Bali.

Es, de momento, el último episodio de una frenética serie de desencuentros entre las dos superpotencias del Océano Pacífico durante la última semana. Todo empezó con el memorándum del general de las fuerzas aéreas Michael Minihan en el que exigía a sus subordinados que se fueran preparando para una guerra contra China en 2025 con motivo de una supuesta invasión de Taiwán. Continuó con las declaraciones de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Mao Ning, en las que acusaba a Estados Unidos de ser el máximo responsable de la guerra de Ucrania… y estalló definitivamente en las últimas cuarenta y ocho horas con dos eventos determinantes por sí mismos: la firma del acuerdo militar entre EEUU y Filipinas para aumentar la presencia de tropas norteamericanas en el país asiático, y el descubrimiento del famoso globo sobre el estado de Montana.

Empezando por esto último, pues al fin y al cabo es lo que ha servido como excusa para que Blinken no viaje a China, hay que reconocer que ahora mismo son más las dudas que las certezas. ¿Qué hacía exactamente un globo espía sobre uno de los estados con mayor número de bases militares? ¿De verdad pretende Pekín que la administración Biden se crea que se trata de un despiste de 12.000 kilómetros? Y por otro lado, si se trata de una operación militar, ¿creían en China que el dispositivo pasaría inadvertido cuando su tamaño es tal que el Pentágono aún no se atreve a derribarlo por los daños que puede causar?

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Es, ciertamente, una situación grotesca. De hecho, en la rueda de prensa de este viernes, el general Patrick Ryder se negaba a dar una localización exacta del globo, indicando simplemente que seguía sobre territorio continental estadounidense y que se había desplazado de Montana hacia el este. Sin entrar en consideraciones sobre el tamaño exacto del globo, Ryder insistía en que su caída total o parcial podría causar daños significativos y llegar a costar vidas humanas. Negó, eso sí, que hubiera un segundo globo en observación, como había insinuado horas antes el gobierno de Canadá.

El acuerdo con Filipinas para defender Taiwán

Dadas las circunstancias y a la espera de que se solucionen todos estos interrogantes, es lógico que Blinken se niegue a viajar a China mientras un globo-espía sobrevuela su país. Ahora bien, tarde o temprano tendrá que aparecer por Pekín para rebajar una tensión que no se recuerda desde el viaje de Nancy Pelosi y varios miembros de la Cámara de Representantes a Taiwán pese a las advertencias de la diplomacia china. El problema no es ya teórico, si se quiere, una cuestión de reivindicaciones, sino terriblemente práctico, lo que nos lleva al segundo evento clave de la semana: el acuerdo entre Estados Unidos y Filipinas.

El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken.

El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken. Reuters

Para empezar, hay que aclarar dos cuestiones previas: la primera, que Estados Unidos ya tuvo una importante presencia militar en Filipinas durante los tiempos de Ferdinand Marcos, el padre del actual presidente; la segunda, que en los últimos años buena parte de los esfuerzos diplomáticos chinos se han centrado en neutralizar esa influencia americana sobre el archipiélago a base de generosos acuerdos comerciales, el último, firmado el pasado 5 de enero. China ha tratado por todos los medios de convertir a Filipinas en un aliado en la zona. Parece que no lo ha conseguido.

Esa es la conclusión del acuerdo entre el propio Marcos y el secretario de defensa, Lloyd Austin, del pasado miércoles en Manila, por el cual Estados Unidos podrá extender sus tropas por el país casi a voluntad, a partir de nueve núcleos que no se llaman "bases militares" por una cuestión de diplomacia, pero que en realidad no son otra cosa. Es evidente que un movimiento así solo se puede entender en el marco de la previsión de un ataque chino sobre Taiwán. Al tener sus tropas fijas en Filipinas, un posible acceso al estrecho de Taiwán para defender la isla de Formosa sería casi inmediato y no requeriría de grandes y costosas maniobras.

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Así lo han visto también en China, cuya portavoz de defensa ha vuelto a tener palabras críticas con Washington, además de mandar un mensaje al resto de países del Pacífico: "Este acuerdo supone una escalada en la tensión y amenaza la paz y la estabilidad en la región. Los demás países harían bien en mostrar precaución y evitar las coacciones de los Estados Unidos". Si hay alguna vinculación entre la firma de este tratado y la consiguiente provocación del globo, es imposible saberlo. Ahora bien, por imposible que parezca, no es lo único que ha pasado esta semana en las relaciones entre ambas superpotencias.

India nada y guarda la ropa

Y es que el martes 31 de enero, es decir, tres días después del memorándum del general Minihan, un día antes de la firma del tratado de Filipinas y a dos días del descubrimiento del globo espía sobre Montana, Estados Unidos y la India llegaban a un extenso acuerdo en materia de defensa y tecnología. Hay que recordar que la India se considera en términos geopolíticos como el gran país emergente y un serio candidato a convertirse en la quinta pata de una mesa de poder donde Estados Unidos, Rusia, China y la Unión Europea ya parecen asentados.

De hecho, la gran baza hasta ahora de Nueva Delhi ha sido su ambigüedad. Comercialmente, es uno de los grandes aliados de China, miembro del grupo BRICS, formado por ambos países, además de Brasil, Rusia y Sudáfrica. Militarmente, sin embargo, no deja de tener problemas con Pekín por el control sobre la ambigua frontera común de los Himalayas, con continuas escaramuzas por parte de grupos guerrilleros alentados por uno u otro gobierno. De hecho, forma parte de una alianza de defensa con Estados Unidos, Australia y Japón desde principios de los 2000.

La Casa Blanca definió el acuerdo como parte de su programa de "expansión de la colaboración internacional en una amplia gama de industrias, incluida la inteligencia artificial, las tecnologías cuánticas y los sistemas inalámbricos". Todo muy neutro. Ahora bien, a nadie se le escapa el mensaje: si la diplomacia estadounidense es capaz de llegar a acuerdos con Marcos Jr. y Narendra Modi en días consecutivos, China tiene motivos para estar preocupada. Si Blinken pretendía aumentar esa preocupación o disiparla, ya no lo sabremos. La pantomima del globo ha servido para frustrar una excelente oportunidad de medir las intenciones de los dos países, condenados, en principio, a entenderse. Habrá que esperar a que las aguas se calmen por sí mismas.