Emmanuel, uno de los pocos cristianos del Estado norteño de Katsina, hace un mes que malvive afectado por el cierre de las fronteras.

Emmanuel, uno de los pocos cristianos del Estado norteño de Katsina, hace un mes que malvive afectado por el cierre de las fronteras. Alfonso Masoliver

África

Un muro de Berlín en África: nacionalismo étnico, ruina y tensión entre Nigeria y Níger

"La gente está perdiendo mucho dinero y el Estado no hace nada para reparárnoslo", se queja Amir, "¿qué culpa tenemos nosotros?".

1 octubre, 2023 03:09
Kongodumm

Un soldado solitario bordea la línea de la frontera como un colegial que evita pisar las líneas del suelo, so pena de perder el juego. Al hombro le cuelga la AK-47 bruñida y brillante bajo el sol sagrado del norte de Nigeria. Lo que hace dos meses era un puesto fronterizo rebosante de vida y de comercio: puro trajín de camiones, burros y trabajadores con fardos a la espalda que cruzaban a Níger y de vuelta a Nigeriaes hoy un campo desierto. A excepción de este militar con aire distraído y a dos compañeros desarmados, vestidos con ropas civiles mientras beben un café sentados en una banqueta.

Al-Hassan, jefe de las aduanas de Nigeria en la localidad fronteriza de Kongodumm, confirma que la frontera lleva un mes cerrada por ambos lados y que "nuestro personal se limita a patrullar para evitar los cruces ilegales". La cosa está tensa al otro lado. Cincuenta metros separan la oficina de Al-Hassan y la nación que ocupó todas las portadas del mundo tras el golpe de Estado ocurrido en el mes de julio.

Una mujer nigerina aparece al otro lado con un cubo de agua sobre la cabeza y vuelve a desaparecer; ella y unos pocos edificios apiñados son todo lo que puede verse hoy de Níger desde la ventana de la oficina de Al-Hassan, que apenas lleva un mes en el puesto tras haber sido trasladado desde Lagos y que no deja de sentir cierto nerviosismo ante lo que ocurre: "El Batallón 717 se trasladó aquí en el momento en que se tuvieron noticias del golpe en Niamey pero ahora han vuelto a la base, estamos solo nosotros y el pelotón a cargo de inmigración".

Locales esperan a ser recibidos por el Emir de Doura para pedirle ayuda tras el cierre de las fronteras.

Locales esperan a ser recibidos por el Emir de Doura para pedirle ayuda tras el cierre de las fronteras. Alfonso Masoliver

El oficial de inmigración confirma la fragilidad que viven a diario. "Nosotros estamos muy tranquilos, no queremos luchar porque los nigerinos son nuestros hermanos, pero ellos están preocupados, están muy tensos. No dejan acercarse a nadie". Las calles de Kongodumm continúan más allá de la frontera y se funden con la nación vecina, siendo Kongodumm una localidad que es mitad nigerina y la otra mitad nigeriana. Ha hecho falta colocar puestos militares improvisados en las callejuelas de arena para asegurarse de que ningún transeúnte despistado avance un paso en falso y provoque un conflicto internacional.

El problema a la hora de cerrar una frontera en una ciudad que vive de ella es que la gente se arruina; personas que no llegan a fin de mes no entienden del todo por qué tienen que arruinarse por culpa de 'unos señores de uniforme' que tomaron el poder en Niamey.

Así lo expresa Amir, un jovencito de ojos saltones que se dedicaba a transportar verduras al mercado semanal del otro lado de la línea. Sentado bajo el árbol que hace sobra en el patio de su casa y sin otra cosa que hacer que rezar cinco veces al día, jura que "no quiere molestar a nadie, sólo llevar sus verduras al mercado una vez a la semana y volver rápidamente""La gente está perdiendo mucho dinero y el Estado no hace nada para reparárnoslo", se queja Amir, "también hay muchas familias divididas a uno y otro lado, padres, primos y hermanos que no pueden verse desde hace semanas. ¿Por qué? ¿Qué culpa tenemos nosotros, que somos quienes lo pagamos?".

Este es el quid de la cuestión: las familias divididas. Así lo explicó a EL ESPAÑOL y sin filtros el 'galadima maura' (el jefe tradicional) de la zona, tras reunirse con las autoridades estatales y regionales en Doura durante la mañana del 29 de septiembre: "Es como el muro de Berlín", sin vallas y con caminos de tierra cruzándolo de lado a lado. Un muro de Berlín africano y, por tanto, olvidado, pateado, despreciado y silenciado.

Locales esperan a ser recibidos por el Emir de Doura para pedirle ayuda tras el cierre de las fronteras.

Locales esperan a ser recibidos por el Emir de Doura para pedirle ayuda tras el cierre de las fronteras. Alfonso Masoliver

El jefe se remonta a los años del colonialismo para explicar cómo han llegado a este momento, al considerar que las comunidades hausa y kanuri (dos etnias mayoritarias al sur de Níger y al norte de Nigeria) ya sufrieron una primera separación forzosa cuando Francia se quedó con los territorios de Níger y Gran Bretaña con Nigeria: "De pronto nos vimos con hermanos separados por una línea que dibujaron los europeos, y sin embargo los igbo, o los yoruba, que viven a mil kilómetros al sur, se convirtieron en nuestros compatriotas. No tiene sentido. Por aquel entonces pudimos aceptarlo porque no tuvimos otro remedio, pero esto es demasiado".

Una cosa es que les divida una línea -que convierta a dos hermanos en desconocidos- y otra muy diferente es que se levanten muros del peor tipo posible, "muros que sólo existen en la mente y que no se pueden saltar como se saltaría un muro físico". El nacionalismo étnico, que dormitaba desde hace décadas, está cobrando forma con los últimos acontecimientos y no son pocos los que prefieren la unión de Níger a Nigeria, o viceversa. Cualquier opción que mantenga a los hausa unidos les parece válida.

"Todo es culpa de la política. ¿No se dan cuenta los líderes de la CEDEAO que nadie en Níger se ha mostrado dispuesto a enfrentarse a la junta? ¿No ven que el pueblo les acepta? ¿Qué pretenden hacer?", se cuestiona Amir. La amenaza de una guerra es el miedo que planea sobre las almas de los afectados. El jefe lo tiene claro, igual que Amir. Si ocurriera una guerra entre la CEDEAO y las naciones alineadas con Níger, el campo de batalla serían el norte de Nigeria y el sur de Níger, como es evidente, y los daños colaterales los sufrirían quienes habitan aquí, ciudadanos honestos que se contentan con arrastrar un saco de verduras al mercado.

El 'galadima maura' es un hombre práctico. Puede entender que las exportaciones en grandes cantidades se encuentren suspendidas por el momento, pero lucha a diario (de ahí que se reuniera el 29 de septiembre con las autoridades estatales) para recuperar la marcha del comercio local. Busca ese equilibrio que permita sobrevivir a miles de personas que dependen de él (y, siendo sinceros, un equilibrio que le consiga los impuestos que cobra a sus súbditos y que le mantienen a él). Repite que "una guerra contra Níger sería fratricida" y que los golpistas confían más "en los líderes tradicionales del norte de Nigeria que en el propio Gobierno nigeriano", algo que confirmaron varios civiles entrevistados. Asegura igualmente que una delegación norteña se encuentra todavía hoy en Niamey para buscar una salida a la congestión que les afecta.

El jefe confiesa a EL ESPAÑOL que él mismo burló el muro para acudir a una boda. Al no tener forma de cruzar envió a dos mozos a que buscaran una ruta libre entre los caminos de cabras. Sin embargo, existe una diferencia entre que el 'galadima maura' cruce un día la frontera de forma excepcional a que lo haga el joven Amir todas las semanas para poder ganarse la vida y sobrevivir. Por muy incoherente que parezca, lo segundo no se puede; de ser descubiertos, las consecuencias que afrontarían uno y otro no serían las mismas.

Este periodista miraba a su alrededor y descubría esta concatenación de familias divididas y negocios arruinados, haciéndose una pregunta que él tampoco puede responder a ciencia cierta: ¿qué sentimientos pululan en el lado inaccesible de la frontera? Pero podemos imaginarlos. Son los mismos. Los mismos sentimientos. Porque lo único que diferencia a los hombres y las mujeres que viven a uno y otro lado de la carretera está en los mapas, que son papeles coloreados desde un despacho y que se extienden muy lejos de los corazones que amordazan.