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Política PODEMOS

Auge y caída de Podemos: de los cientos de asesores, diputados y ministros al ERE masivo tras el 23-J

La debacle electoral del último mes y medio ha supuesto la caída del 90% de los ingresos autonómicos y el 70% de los estatales.

13 agosto, 2023 02:59

Podemos notó el primer seísmo la noche del 28 de mayo, cuando pasó de 47 diputados autonómicos a 15, pero la onda expansiva les ha acompañado hasta este 23-J. En menos de tres meses, la formación morada ha pasado de ser el motor del llamado espacio del cambio a competir en números con Izquierda Unida y, de cara al futuro, a ocupar un puesto mucho más discreto por detrás de Sumar, la coalición liderada por Yolanda Díaz. Los días en los que se soñaba con el sorpasso al PSOE ni están ni se les espera.

Esta semana, la asfixia económica ha sobrepasado a los de Ione Belarra, quien ha anunciado un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) para despedir a la mitad de la plantilla de Podemos y cerrar nueve de sus sedes regionales. Resumidamente, cuentan fuentes de la dirección, el partido estaba acostumbrado a una infraestructura y a unos recursos periódicos que menguaron demasiado rápido, si es que no llegaron a desaparecer. 

Nada que ver con las que se prometía Pablo Iglesias en sus primeros días, antes de la desilusión, los puentes dinamitados y las relaciones rotas. De 69 diputados en 2015 a 5 en 2023, pasando por varios lavados de cara intermedios y una traumática legislatura (2016-2019) en la que la formación morada se jugó la vida entre asambleas, enfrentamientos internos y transfuguismo de talento y votantes. El partido que terminó gobernando a finales de ese año era totalmente irreconocible con el que debutó en el Congreso.

La debacle electoral del último mes y medio ha supuesto la caída del 90% de los ingresos autonómicos y el 70% de los estatales para la formación. Esto afecta, al menos a nivel de organización estatal, a más de un 10% de la plantilla total, 106 trabajadores, de los cuales 45 vendrían de las federaciones regionales: 5 en Aragón, 7 en Asturias, 8 en Baleares, 6 en Canarias, 4 en Castilla-La Mancha, 1 en Cantabria, 3 en Galicia, 4 en Madrid y 7 en Valencia.

Más aún, el papel Podemos a nivel estatal, a menos hasta que se conforme el nuevo Gobierno, está totalmente subyugado a Sumar y es la mano de Yolanda Díaz la que les da de comer. Según su pacto de coalición, los morados recibirán un 23% de las subvenciones electorales que reciba la coalición, menos que Sumar pero más que el resto de partidiños como Más Madrid o Compromís. Con la calculadora en la mano, es insuficiente.

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Por ponerlo en perspectiva. En 2019, Podemos se repartió las ayudas para las elecciones generales con Izquierda Unida, un 60% para los de Ione Belarra y un 40% para los de Alberto Garzón. Entonces, los morados salieron de las urnas con un total de 1.983.325 euros recabados entre las subvenciones por escaño, votos conseguidos y mailing electoral. Este 2023, el monto ha bajado por debajo de los 800.000 euros, menos de la mitad, del que salen todos los sueldos de los asesores.

Es el resultado de un contexto convulso, de reafirmación del bipartidismo por un lado, contras conservadoras en Europa y el esperado desgaste de ser socio minoritario en el Gobierno. Todo esto lo sabían en Podemos cuando se inició el ciclo político, que no iba a ser fácil, pero nunca se esperó que el mazazo fuera tan contundente. En cierto sentido, la ilusión del Gobierno (con dos ministerios fijos, y mucha influencia en el resto del espacio) ayudó a maquillar una situación que lleva años sin mejorar.

Con el ERE de estos días, Podemos está poniendo el lazo a una década de despliegue autonómico que empezó llamando a las puertas del cielo y ha terminado de bruces contra el suelo (electoral). Sólo sobreviven los territorios que no fueron a las urnas el 28-M o, en su defecto, los que lograron salvar los muebles y la representación. Precisamente, la mayoría de ellos están abiertamente alineados con Yolanda Díaz. 

Esta situación confirma la precaria situación en la que Sumar ha dejado a los morados, quienes no dejan de reivindicar que fueron ellos los que hicieron a Díaz ministra, vicepresidenta y líder de facto del espacio sólo para que ella les "traicionase" en el tiempo de descuento. Lo cierto es que, a lo largo del último año, la gallega ha llevado al límite a la cúpula morada, arrinconándola y forzándola a firmar pactos desfavorables para "no romper la unidad de la izquierda", un mantra que siempre se ha depositado sobre la espalda de Belarra.

Ahora, de hecho, la ministra de Derechos Sociales es la única que queda del núcleo duro de dirigentes que iniciaron la pasada legislatura. Parte de la supervivencia del partido en los próximos años depende de revalidar el Gobierno de coalición y, sobre todo, de que Belarra consiga arrancar un ministerio que le ayude a soportar la carga económica del partido. En la otra orilla, Sumar prepara su constitución como organización política. Antes o después, los votantes del espacio tendrán que tomar partido.