El inolvidado maestro Luis Calvo solía afirmar que la última cosa que debe hacer un periodista es despreciar lo que ignora. El gran periodismo exige caer genuflexo ante lo que no se conoce y desmenuzarlo desde sus causas primeras como hace con el ente la Metafísica general, la Ontología responsable.

José María Bermúdez de Castro es, antes que nada, paleoantropólogo y uno de los nombres más prestigiosos de la intelectualidad española por sus investigaciones científicas a lo largo de una vida de trabajo tenaz, sin aspavientos. A él se debe el sosegado y tantas veces emocionante estudio de las excavaciones en los yacimientos de la sierra de Atapuerca. Nadie discute ni las investigaciones ni las aportaciones que Bermúdez de Castro ha llevado a cabo en su trabajo profesional.

La ciencia ocupa hoy lugar destacado en la expresión cultural y Bermúdez de Castro ocupa en ella lugar preferente. En esta misma página destaqué yo alguna de sus obras, Dioses y mendigos, libro que se encuentra entre los mejores publicados en el último medio siglo. Entre tantos aciertos, Bermúdez de Castro considera que “es el hombre el que ha creado a Dios a su imagen y semejanza”.

Siempre me interesó, en fin, la historia de las Islas Afortunadas, como las calificó Plinio el Viejo. Nunca tuve ocasión de navegar por los escondidos mares de su historia, entre símbolos y restos funerarios, desde las huellas liminares hasta la genómica de sus respuestas.

José María Bermúdez de Castro, la palabra acechante, acaba de publicar un libro que permite al lector hacer un sorprendente viaje a través de la historia para muchos desconocida de las Islas Canarias, analepsis aparte, desde sus primeros pobladores en el milenio anterior a la era cristiana. No se arrepentirá el lector que acompañe a Bermúdez de Castro en este viaje por la historia del más sugerente territorio de la España actual.

Cleopatra Selene, hija de la gran Cleopatra y de Marco Antonio fue reina de Mauritania, de Numidia… y de las Islas Canarias

Con parada obligada, por cierto, en el pasaje de Juba II, rey de Mauritania y Numidia que, a pesar de la revolución de los mauris y los gétulos y el acoso de las tribus bereberes, conquistó para la Roma de Octavio Augusto las Islas Canarias y de ellas se proclamó rey, sin que mediaran pavoneos históricos. Juan Álvarez Delgado ha dedicado impagables estudios a la historia de las Canarias.

Pero es que Juba II no fue un monarca cualquiera. Estuvo casado con Cleopatra Selene, hija de la gran Cleopatra y de Marco Antonio. Fue reina de Mauritania, de Numidia… y de las Islas Canarias. No perdió nunca la esperanza de retornar al Egipto de su madre, pero el emperador de Roma, Octavio Augusto, cebó todos los caminos del retorno y aquella mujer inteligente y trabajadora dedicó sus esfuerzos a mejorar la vida de sus súbditos junto a los que reinó al lado de su esposo Juba II.

Se trata, en fin, de un pasaje desconocido para la inmensa mayoría de las mujeres y los hombres cultos de nuestro país. Juba II y la hija de Cleopatra y Marco Antonio fueron de hecho reyes de Canarias. Falta en la historiografía española el estudio de este pasaje singular, reflejado en el libro de Bermúdez de Castro, obra, por cierto, que no es menor, y que carece de desperdicio.

Frente a tanto jenízaro literario y a tanta literatura oxidada, uno de los científicos españoles de mayor prestigio, de indiscutida altura intelectual, ha publicado, en fin, un libro sugerente Canarias: mi primera parada científica, editado por el Instituto de Estudios Canarios San Cristóbal de La Laguna. Todo lector con curiosidad por el relato histórico y con gusto por la prosa diáfana disfrutará con la lectura sosegada de este singular libro.