Luis María Anson

Luis María Anson

Primera palabra

Jacinta Cremades viaja en el tiempo hacia París

Jacinta Cremades no necesita apoyos ni generosidades. Está ahí, erecta sobre una obra literaria ávida, desafiante siempre desde la sencillez y el buen sentido provocador

9 julio, 2021 19:46

Su padre fue un dramaturgo de notable éxito. No era fácil para un autor barcelonés triunfar en Madrid. Con La casa de las chivas se encaramó en la celebridad. La piel del limón y La noche de los cien pájaros le consagraron. Y con su farsa sobre el Compromiso de Caspe –Nueve brindis por un rey–introdujo su teatro en la Historia y el pensamiento profundo. Su incursión política, en fin, en torno a Nicolás Franco, el padre del dictador, y la historia de Ramón Franco, el hermano republicano y revolucionario, ensancharon su éxito incluso en los ruedos de la izquierda madrileña. Me pidió que le hiciera el prólogo para su Antología de obras escogidas y lo escribí adentrándome en la espesura del teatro de Jaime Salom, tan interesante y veraz.

Su madre, Mercedes Gómez-Pablos, es una pintora de indiscutido prestigio. La admiraba Camilo José Cela. La adoraba José Bergamín. Yo la he seguido desde que empezó y he asistido al éxito de sus exposiciones en España, Francia, Chile… Si tuviera que citar a cinco pintoras españolas del último medio siglo, Mercedes Gómez-Pablos figuraría entre ellas.

Y Jacinta Cremades, la hija de Jaime Salom y Mercedes Gómez-Pablos, demostró desde niña sus dotes sobresalientes, su capacidad para la crítica, su despiadada independencia. Su personalidad se impuso a la celebridad de los padres. Fue actriz notable. Interpretó a Shakespeare, en inglés, en Londres. A Molière, en francés, en París. A los clásicos españoles, en castellano, en Madrid. Hizo crítica en ABC, demostrando además de conocimiento sagaz del arte, encendida sensibilidad. Triunfó en el periodismo y más tarde en la novela. Mujer de ávida inteligencia, escritora de aliento devastador, Jacinta Cremades ha eludido los círculos literarios y los grupos protectores, desafiando además la cortedad de una buena parte de los críticos. Ha construido el edificio de su obra literaria sobre los cimientos de una sólida cultura, de una experiencia vital especialmente copiosa.

Me reprochan a veces los lectores que desvele la trama de las novelas porque prefieren sorprenderse durante la lectura. Yo no soy un crítico literario. Escribo sobre lo que leo desde la independencia que ha presidido toda mi escritura a lo largo de mi dilatada vida profesional. Regreso a París (Duomo) es sencillamente una gran novela. Jacinta Cremades ha penetrado en la psicología de tres mujeres y tres generaciones y desarrolla la acción sobre una arquitectura literaria atenta a las exigencias de la novela contemporánea, con diálogos certeros, atención especial a lo cotidiano y reflexiones en la vanguardia del pensamiento actual.

Paso a la mujer que se abre paso. Jacinta Cremades no necesita apoyos ni generosidades. Está ahí, erecta sobre una obra literaria ávida, desafiante siempre desde la sencillez y el buen sentido provocador. Cree, como Miguel de Unamuno, que no es obligación del escritor ponerse al alcance del público, sino obligación del público ponerse al alcance del escritor. Sabe de la existencia precaria, a veces miserable, de muchos de los que caminan por el sendero empedrado de lo que llamamos la república de las letras, pero ha afrontado todos los riesgos de la exigencia literaria. Para Jacinta Cremades, autora de Regreso a París, la pluma es la lengua del alma.