Image: Teatro en el burdel

Image: Teatro en el burdel

Primera palabra

Teatro en el burdel

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española

4 diciembre, 2009 01:00

Luis María Anson

Sergio Candel es un director cinematográfico de vanguardia, especialmente imaginativo y provocador. Tiene talento. Acompañado de un cámara y dos actrices se trasladó al desierto de Atacama en Chile. No escribió guión alguno. Explicó a las intérpretes la trama argumental que había ideado y las soltó sobre la soledad desértica para que improvisaran. El resultado, una película de gran calidad, Dos miradas, que se alzó con el Premio del Festival de Cine de los Pueblos del Sur en Venezuela. Marta Larralde y Pilar Alonso erizaron su interpretación, oscilante entre el lesbianismo y la bisexualidad. Vi la película hace unos meses en Madrid y me deslumbró la calidad del cine verdadero que enciende la imaginación de Sergio Candel, un artista que ha entendido muy bien el verso de Vicente Huidobro: "Poetas, no cantéis la rosa. Hacedla florecer en el poema".

El director ha brincado ahora hacia el teatro con una obra titulada Por dinero. Se representa en un antiguo burdel en la calle de la Ballesta. En trece de las habitaciones de la casa de putas y en algún cuarto de baño, el público puede ver otras tantas micro-obras de corta duración. El máximo de espectadores para cada micro-obra es de cuatro. Las habitaciones son pequeñas y el público se sienta en las cuatro sillas que se han colocado en un rincón. Al terminar, los espectadores pueden trasladarse a otra habitación del lupanar y presenciar la representación de la micro-obra correspondiente.

Por dinero desarrolla trece historias distintas de prostitución en un ambiente tan auténtico que nada hay que recrear. Es la vanguardia pura y dura del teatro madrileño y una muestra más de la calidad intelectual y del fulgor imaginativo de nuestra escena. La pasión por el teatro en Madrid ha alcanzado una intensidad de tal calibre que, semana tras semana, acuden más espectadores a las salas teatrales que al fútbol.

Disfrazado de antiguo, con chaqueta y corbata como Dios manda, acudí a presenciar Por dinero. Me albriciaba una curiosidad creciente. Admiro el talento de Sergio Candel y me parecía un hallazgo su idea de representar el conjunto de micro-obras en un prostíbulo.

Dos excelentes actrices, Pilar Alonso y Carla Sánchez, hicieron para los cuatro espectadores y a un metro de distancia, una soberbia interpretación de la desolación de la ramera tras la práctica de su profesión. Impresionante. Impresionantes las miradas ofidias, el tempo de la palabra yacente, los cuerpos estremecidos, y en agraz, el espejo tartamudo del tiempo, la dulzura turbadora del cabello, la expresividad de las manos iluminadas por la luz adolescente, la muerte de la puta pánica en la casa de lenocinio, tan patética y letrinal. A Pilar Alonso se le llenaban de lágrimas las brechas de los ojos. Fue un prodigio encendido en el cuarto de la mancebía. Carla Sánchez le dio la réplica de forma certera y se desencadenó el delirio arborescente. En ellas hay dos actrices.

Vi otra micro-obra que me gustó, pero menos. Se representó en un cuarto de baño de un metro de ancho. Lamenté no asomarme al resto de las representaciones. Vestido de pingöino estaba allí Sergio Candel. Le felicité por el talento derrochado. Me habló de forma razonada sobre lo que debe ser el teatro auténtico. No le falta razón. Yo salí conmovido de la experiencia.

Ah, cuando pisé la puta calle, escombrada al estilo del todo Madrid, se oía como el silbar del viento en los obenques. La cola de espectadores que aguardaban, daba materialmente la vuelta a la manzana. Algunos, ellos y ellas, llevaban dos horas esperando. Esa es la afición que respalda el teatro. Y si la cultura de una ciudad se mide con el termómetro teatral, habrá que convenir que Madrid ocupa lugar destacado entre las grandes urbes del mundo.

ZIGZAG

Víctor Márquez Pailos es un monje de saberes hondos y eficaz escritura. Su libro El rostro de la soledad es una tremenda meditación galopante. El autor vive en la abadía de Silos y, desde la paz interior, traslada al lector reflexiones y pensamiento. Lo hace con humildad y con serenidad. Vale la pena adentrarse en este libro insólito. Del decir a lo indecible, el autor persigue la verdad que, para él, se realiza en el amor.