Image: Las máscaras de Antonio Lucas

Image: Las máscaras de Antonio Lucas

Primera palabra

Las máscaras de Antonio Lucas

20 marzo, 2008 01:00

La amaba con un odio inigualable. Habitaba su sangre en el laberinto crujiente del alma. Agotaba en ella el inútil botín de la alegría. Los nidos de la vida colgaban de sus brazos, mientras el poeta, escondido cabe sus máscaras, se ahogaba en los océanos minúsculos de los ojos de la amada.

Se disparan los versos de Antonio Lucas desde un arcabuz de oro. Si el poeta pudiera estar detrás de los espejos, del rayo último, de la muerta espiga, combatiría la azul melancolía, la sombra del desamor que es la prórroga en la herida, el ardor de un cuerpo sólo, Rimbaud en la esquina nimbada de la muerte, Eliot en el ebrio festival de la locura. Ella, la que le amaba, la de los ojos de paloma en desvelo, era el temporal de la miel sin orillas, en el altar de la savia y los blancos besos cautivos. El origen del mundo le encendía los labios, tras la noche de su cuerpo desahuciado y sin acento. Su ósea terquedad, su pétalo sin sombra, su humeante musgo, se rendían a la caricia del amado en las playas desmedidas entre dioses abatidos y versos de Borges que sueñan claros laberintos.

El mundo de Antonio Lucas es un incendio de nidos esmaltados, un océano de llantos y cruces arrasadas, el cristal altivo de las aguas repentinas, el desgarro presentido de Angélica Liddell sobre el escenario atroz del país estremecido. Una campana llena de labios es la piel de la amada y el poeta la espera siempre, como a la palabra de Neruda, tendido entre las hierbas, junto al hexámetro del mar, la luna o la ceniza.

El árbol de cristales, la arcilla del amor, la sonora turba virgen sin secretos, abrirán las horas del olvido y también la tristeza ungida de miel y de vacíos. Se extingue el sentimiento bajo las bóvedas humanas, máscaras y máscaras de la artesanía y la niebla del terco amor inagotable. La sangre ya se ha torcido, ceñida al desencanto, al terco arpón de los sueños derramados. Es la hora del olvido y su danza perpetua de lluvias y arroyos en la sombra.

Beso a beso, alma a alma, recorre el poeta el infinito perdido de la amada. Tiembla en su pluma la piedad de la palabra. La nada es conjuro y es deseo, allí donde aullarán desnudos los corazones sin hambre, allí donde se aroman los perfumes del látigo mortal y rosa. Hay un furor de algas en el verso de las máscaras, porque olvida el amor su párvula mirada y no encuentra la memoria de lunas, tampoco el calor de la piel donde estampar su herida. Surgen las sombras de Traki que se abrazan ante un espejo ciego. No hay belleza comparable a la del frío ni desesperación más dulce ni más altos jardines en los que el mundo vibre. El vaivén atroz de la existencia, la cifra azul de la tristeza, el alba quieta de la madera hundida son ya un claustro de piedras sin memoria, la ciencia abstracta del cuerpo en extravío. Arde sobre el agua inmensa la luz equivocada.

La soledad es un planeta que el olvido golpea, la cueva de cristal del desamor y el hastío. Se desvanece entre las manos del poeta la amada adolescente y rumorosa. Llega el viaje a la semilla, la vuelta al vacío, la flor de la fiebre a la tumba escondida, el eterno retorno al invierno de sí mismo, cuando vuelan ya los pájaros celestes del suicidio a la región de Aleixandre, poemas de la consumación, donde nada se olvida.

ZIGZAG

José Antonio Ferrer ha escrito un libro esclarecedor: Jefes de Gobierno masones. Se terminaron los secretos, las veladuras, los aquelarres. Hoy la masonería es legal y se puede hablar de ella sin tapujos y sin problemas. Amando Hurtado, Soberano Inspector General del Grado 33 de la masonería española, instalado en la Respetable Logia Génesis, con sede en Madrid, publicó en el año 2005 un libro titulado Nosotros, los masones, que yo comenté en una canela fina. Incluso entablé un diálogo con el autor del libro. Vaya por delante que discrepo de forma profunda de todo lo que la masonería tiene de ideología anticristiana y me asombra la penetración política que durante más de dos siglos ha mantenido en muchos países europeos e iberoamericanos de religiosidad extensa e innegable. Me parece que hoy las organizaciones masónicas no son desdeñables pero han perdido la fuerza y la significación que tenían. Ferrer ha escrito un libro sólido, bien documentado, claro y expositivo. Repasa a los presidentes de Gobierno que, según él, tuvieron vinculación con la masonería: Juan Prim, Ruiz Zorrilla, Práxedes Mateo Sagasta, Segismundo Moret, Manuel Azaña, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrios, Ricardo Samper, Portela Valladares y Santiago Casares Quiroga. Ciertos representantes destacados de la Iglesia Católica añadirían a esa relación algún nombre más de actualidad. Pero eso entra dentro de la sospecha, de la maliciosidad o de la manipulación. Yo prefiero no pronunciarme pero recuerdo la declaración que hizo en Vigo Josep Corominas i Busquetta, presidente de la Gran Logia de España. Intelligenti pauca.