Con motivo de que la ciudad fuese “invitada de honor” en la recién celebrada Feria del Libro de Guadalajara (FIL), esta revista encomendó a diez escritores el trabajo de seleccionar “las diez novelas que mejor retratan el alma de Barcelona”. El resultado fue un listado más o menos previsible en el que llamaba la atención que Mercè Rodoreda y Javier Pérez Andújar fueran anotados por doble partida. Se me ocurre un buen número de autores y de títulos que bien podían ocupar esos dos puestos “repetidos”.

Con el mismo pretexto, también el Quadern, suplemento cultural en catalán del diario El País, publicó una lista de “las 25 grandes novelas sobre Barcelona”. En este caso, votaban cuarenta y siete personalidades catalanas convidadas a la dichosa FIL. Siete de los títulos seleccionados coincidían con la lista de El Cultural.

Repetía de nuevo Rodoreda, con cuatro títulos, seguida de Mendoza, con tres. Repeticiones que dejaban fuera no sólo a Quim Monzó y a Pérez Andújar (presentes en la lista de El Cultural), sino también a autores como Juan y Luis Goytisolo, como Paco Candel, Esther Tusquets o Terenci Moix, o, más cerca, como Juan Miñana o José Antonio Garriga Vela, por mencionar sólo a algunos ausentes en las dos listas.

Particularmente escandalosa me resulta la omisión de Recuento (1975), de Luis Goytisolo. Vale que forma parte de una tetralogía, Antagonía (de la que Recuento es la primera y más voluminosa entrega). Pero el libro suele ser leído –y consta a menudo– como obra independiente y, en cualquier caso, ya se lo considere en solitario o como parte de una unidad mayor, son pocas, bastante pocas, las novelas incluidas en las dos listas mencionadas que se le puedan medir.

Barcelona es en Recuento mucho más que un escenario: forma parte sustancial del proceso de construcción de la conciencia y no sólo de la experiencia de Raúl, su protagonista. Y en ninguna otra novela quedan tan bien reflejadas las tensiones retóricas e ideológicas que explican, entonces como hoy, la ciudad.

En ninguna otra novela como en 'Recuento' quedan tan bien reflejadas las tensiones retóricas e ideológicas que explican, entonces como hoy, Barcelona

Qué manía con las listas, por lo demás. Más orientador resultaba, en el mismo número de esta revista dedicado a Barcelona y su literatura, el “mapa” de las “familias literarias” de la ciudad, firmado por Anna Maria Iglesia.

En él se anotaban no pocos autores que vienen reflejando una visión renovada de la ciudad. Entre ellos, Anna Pacheco y Gonzalo Torné, este último quizás el novelista que viene elaborando en su narrativa una visión más amplia, más personal y más crítica de Barcelona.

Pero es en la literatura que se escribe en catalán, como no deja de ser natural, donde, directa o indirectamente, la Barcelona de nuestros días, la Barcelona postolímpica, colapsada y envilecida por el turismo, resquebrajada por el procès, está siendo retratada de manera más corriente y asidua.

El “mapa” de Anna Maria Iglesia daba un buen número de autores mediante los que sondear una Barcelona más sustraída de clichés. A sus nombres cabe añadir, entre las voces más nuevas, los de Alba Gómez Gabriel, Cinta Farnós, Tina Vallès o Eduard Olesti.

De este último acaba de editar Alpha Decay la traducción de su primera y hasta ahora única novela, Perros de pie, publicada originalmente en catalán el año pasado y saludada como una especie de “manifiesto generacional”.

Lastrada por un exceso de gamberrismo lírico y de poses provocadoras, Perros de pie ensaya una escritura a tener en cuenta por su insolencia y su artaudiano sentido de la teatralidad. Por algún lado se lee: “Pienso si el cadáver de un perro sarnoso asesinado por culpa del ansia de un dueño que tanto lo quería puede ser una metáfora de Barcelona”.

¿Lo es, en efecto? Hmmm. Lo interesante, en cualquier caso, es el empeño patente, por parte de unos y otros, en contar de otra manera la ciudad.