TÓPICOS. ¿Cuál es la visión de las escritoras sobre la figura de sus madres? ¿Cuál es la visión de los escritores sobre la figura de sus padres? El tema es enciclopédico y con una casuística muy variada. Se presta mal a las generalizaciones, aunque lo cierto es que, muchas veces, sin incurrir en la generalización o en los tópicos extendidos, no hay manera de abordar un asunto inabarcable.

La cuestión se me ha suscitado al haber leído dos libros muy interesantes y distintos aparecidos en primavera: el muy notable y singular Cara de foto (De Conatus), de Marina Saura, en el que con cariño pero con ciertas reticencias y reproches aborda la figura de su madre, y el extraordinario El jardinero y la muerte (Impedimenta), de Gueorgui Gospodínov, una emocionante y amorosísima evocación de la figura de su padre.

Ambos escritores cuidaron en su tramo final, de manera distinta –por las circunstancias–, de su madre y de su padre respectivos, ya fallecidos. Ambos dejan en una zona de sombra –o sombreada, mejor– a su otro progenitor.

No son en exclusiva estos dos libros, claro, los que facilitan una indagación o una reflexión somera –eso es este artículo– sobre el tema. Los escritores y las escritoras vienen escribiendo sobre sus padres y madres desde hace mucho tiempo, sea de una forma directa o, sobre todo antes, tomándolos como fuente de inspiración de sus personajes. A la vez, es constatable una intensificación de unos años a esta parte, en las letras españolas y en otras, de esta tendencia con trazos abiertamente confesionales.

OBSERVACIÓN. ¿Generalizaciones? Vamos a un doble sustrato sociológico. Pertenezco a una generación de españoles –hay y ha habido otras, dentro y fuera de nuestro país de parecidas vivencias– en las que la madre ha quedado fijada como un sujeto amoroso, cómplice y comprensivo al que atenerse y en el que refugiarse, mientras que el padre cuajó en una figura entre ausente, autoritaria y sancionadora, tan respetada como intimidante en la infancia y juventud.

El perfil del padre terrible quedó fijado ¿para siempre? cuando se publicó póstumamente, en 1952, 'Carta al padre', de Franz Kafka

Datos de observación no cuantificados en estadísticas nos han hecho pensar que, llegada la edad adulta, las mujeres tienden a tener relaciones conflictivas o tirantes con su madre mientras que los varones experimentan un cese o una muy significativa atenuación de los enfrentamientos mantenidos con su padre en la adolescencia y primera madurez.

¿Es esto así... en términos generales? ¿Así se refleja en los libros que las escritoras escriben sobre sus madres y los escritores sobre sus padres... en términos generales? El libro de Marina Saura estaría relativamente cerca de esta generalización y el libro de Gospodínov es un encendido canto al padre.

EJEMPLOS. Diríamos que en el imaginario colectivo pesa la figura del padre jupiterino, del mito de Saturno devorando a su hijo que pintó Goya, del Padre padrone del libro y de la película setenteros de Gavino Ledda y los hermanos Taviani... Aunque, en fin, el perfil del padre terrible quedó fijado ¿para siempre? cuando se publicó póstumamente, en 1952, Carta al padre, de Franz Kafka.

Laura Freixas planteó de forma pionera y más que intuitiva en España, en 1996, la cuestión de las relaciones de las narradoras con sus madres –apuntando, aunque no únicamente, al lado conflictivo– cuando editó y prologó Madres e hijas (Anagrama), una muy difundida antología de relatos de muy destacadas escritoras españolas de varias generaciones.

En el plano internacional, el acceso reciente a libros como Apegos feroces, de Vivian Gornick, o Una mujer, de Annie Ernaux, mantienen viva la idea de las diferencias entre las mujeres adultas y sus madres, mientras que en España novelas como las de Manuel Vilas o las obras de Marcos Giralt Torrente expresan y sopesan las distancias entre los varones adultos y sus padres.

Son ejemplos de un tema inagotable, intensificado por el auge de lo autobiográfico y la autoficción.