Peter Benchley, autor de la novela 'Tiburón' (1974), en una escena de la película de Spielberg (1975)

Peter Benchley, autor de la novela 'Tiburón' (1974), en una escena de la película de Spielberg (1975)

ISLAS. En la edición especial de Tiburón (1974) que ha sacado Planeta, su autor, Peter Benchley (1940-2006), comenta que su interés por los tiburones comenzó cuando de niño su padre le llevaba a pescar en las aguas de Nantucket. Nantucket y Martha’s Vineyard son dos islas muy cercanas –les separa una hora de ferry– al sur de Cape Cod, el paisaje predilecto de Edward Hopper. Fueron centros balleneros y hace mucho que son lugar de residencia de celebridades multimillonarias.

En Moby Dick (1851), de Herman Melville, el puerto de Nantucket es el punto de partida del Pequod, el ballenero con el que el sombrío y obsesivo capitán Ahab se empeña en dar alcance y muerte a la ballena.

Hay quien señala que los tres protagonistas de Tiburón (1975) que tratan de matar al gigantesco escualo blanco serían un trasunto de Ahab y que el monstruo de Benchley y Spielberg tendría la misma capacidad alegórica que el cetáceo para representar un principio puro del mal, una especie de dios maligno que se abate sobre los hombres. Exagerada apreciación.

El antecedente de la criatura de Tiburón está mucho más claro en el terrible camión (y en su conductor sin rostro) que carga sin razón y repetidamente sobre un automovilista en El diablo sobre ruedas (1971), la tv movie, estilizada y con mucha mayor capacidad metafórica, que dio prestigio a Spielberg con solo veinticuatro años.

WARHOL. El padre de Peter Benchley fue el humorista y consagrado escritor de literatura infantil Nathaniel Benchley, que nos dejó una ingeniosa novela humorística sobre la Guerra Fría, llevada al cine con éxito y nominada al Oscar con el título en español de ¡Qué vienen los rusos! (1966), con la hitchcockiana Eva Marie Saint.

Peter Benchley fue el eslabón final y más débil de una talentosa familia. La palma se la llevó su abuelo, Robert Benchley, figura principal del primer 'The New Yorker'

Peter Benchley fue el eslabón final y más débil de una talentosa familia. La palma, sin duda, se la llevó su abuelo, Robert Benchley, educado en Harvard como su nieto, crítico teatral y figura principalísima del primer The New Yorker. Aprovecho para volver a recomendar Mis años con Ross (Walden), de James Thurber, que ya traté aquí, y así podrán saber mucho más de él y de su decisivo papel en la revista.

También humorista, y persona muy divertida, no dejen de ver en YouTube un extrañísimo y cuasi vanguardista cortometraje, How to Sleep (1934), escrito e interpretado por él y ganador del Oscar, en el que Robert aparece todo el rato en pijama y durmiendo. ¡Andy Warhol tuvo donde inspirarse para su incalificable Sleep (1965)!

POE. Y Robert Benchley, cómo no, fue fundador y participante habitual de la celebérrima tertulia –¡ya salió otra vez!– del Hotel Algonquin, que se llama así en recuerdo de los nativos que vivieron en el nordeste de los actuales Estados Unidos. También en las islas Nantucket y Martha’s Vineyard.

En esta última, Steven Spielberg se instaló en Edgartown para rodar su película y convertirla en la ficticia comunidad de Amityville. Edgartown se menciona en la única novela acabada de Edgar Allan Poe, cuyo título original –sabrán traducirlo– fue The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket (1838) –¡bingo!–, pues Arthur es natural de esa isla y en su puerto se embarca por primera vez.

Un apunte final, por si leen la novela (que sigue siendo lo que era) y vuelven a ver (Movistar) la película (que acaso ya no sea lo que fue): menos mal que Spielberg y su guionista Carl Gottlieb –el periodista con bigote del filme– eliminaron de la trama y del tono de Peter Benchley –que aparece como reportero televisivo– bastantes cosas superfluas, entre ellas dos fundamentales: en la novela mueren dos de los tres cazadores del tiburón y Ellen, la mujer del policía, tiene una absurda, chabacana y, por momentos, obscena aventura sexual con el oceanógrafo. ¡Ay, los best sellers