GREENE. Entre los novelistas ingleses nacidos a comienzos del siglo XX hay dos que, a la vista de las reediciones de sus obras, siguen manteniendo el interés de las sucesivas generaciones de lectores. Son Graham Greene (1904-1991) y Evelyn Waugh (1906-1966). Del segundo, Impedimenta acaba de publicar Un puñado de polvo (1934), su cuarta novela.

Su literatura no pudo ser más distinta, como también lo fueron su personalidad y su perfil público, pero sus vidas, empezando por su difícil y, sin embargo, sostenida amistad, tuvieron algunas similitudes. Ambos coincidieron en las aulas de Oxford, inicio de su compleja relación, estudiando Historia.

Waugh, que no llegó a terminar su carrera, dijo que Greene le despreciaba entonces por su frivolidad y gamberrismo, más que notorios por no dar un palo al agua, por su intensa dedicación a la bebida y por su entrega a las actividades amatorias, en aquel tiempo de carácter homosexual. En sus comienzos ambos se dedicaron a la enseñanza y, en otros momentos, al periodismo. Después compartirían el alcoholismo, su afición a las mujeres y, sobre todo, su conversión al catolicismo, asunto central, este último, tanto en sus biografías como en el meollo de muchas de sus novelas.

En este punto también tuvieron algo en común: una inadecuación de su comportamiento a sus convicciones religiosas compatible con una angustiosa reflexión y un interés permanente por las cuestiones de conciencia derivadas de la moral católica. Sin embargo, Greene estuvo alineado con posiciones progresistas, mientras que el perturbado Waugh, con graves problemas nerviosos, fue reaccionario e integrista tanto en lo político como en lo religioso.

GÓTICO. Un puñado de polvo narra la decadencia y caída de un matrimonio adinerado venido a menos, el formado por el anodino y falsamente tradicional Tony Last y su esposa, la ligera y trivial lady Brenda, que se desliza hacia una relación adúltera con el joven e insustancial arribista John Beaver.

Impedimenta ha publicado 'Un puñado de polvo', su cuarta novela, que narra la decadencia y caída de un matrimonio adinerado venido a menos

Este suceso y un trágico episodio familiar llevarán a la pareja al abismo y también al hundimiento –todo ello metáfora de la decrepitud de su clase social– de Hetton Abbey, su mansión campestre de un feo neogótico victoriano, edificio que coprotagoniza la novela, ejemplifica el pasado esplendor de un linaje e interesa mucho a Waugh –como luego se vería en Retorno a Brideshead (1945)– por sí mismo y como símbolo de un modo de ser.

Con el concurso coral de familiares, amigos y criados, Waugh despliega en los diálogos y situaciones un festín de su acreditada, corrosiva e inteligente capacidad satírica para poner en pie un inclemente retrato de conjunto, atenuado en el último tramo del libro, que se separa bruscamente en escenario (la selva brasileña) y en tono del núcleo central.

PELÍCULA. El cineasta británico Charles Sturridge hizo en 1988 una versión casi imposible de Un puñado de polvo, con James Wilby como Tony y la ascendente Kristin Scott Thomas como lady Brenda. Con las calidades formales habituales en el mejor cine inglés de época, Sturridge no podía salvaguardar a la vez las prolijas incidencias argumentales y la densidad psicológica y humorística de los abundantísimos y devastadores diálogos de la novela. Todo quedó reducido a esqueleto y ornamentación.

Sin embargo, Sturridge había sido el responsable del penúltimo renacimiento de Evelyn Waugh cuando en 1981 dirigió la mayor parte de los once episodios de Retorno a Brideshead, un hito en la historia de las series televisivas por su calidad y su éxito internacional de audiencia. La historia de la amistad entre Charles Ryder y Sebastian Flyte, antiguos compañeros de Oxford, con neto trasfondo homosexual y católico, no solo resucitó la novela sino toda la obra de Evelyn Waugh para las nuevas generaciones.

Anagrama puso por entonces, más o menos, en circulación Merienda de negros (1932) y ¡Noticia bomba! (1938), las dos novelas más asequibles y descacharrantes de Evelyn Waugh.