Interior la librería Letras Corsarias, en Salamanca

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El Bono Cultural en las librerías

El año pasado esta ayuda superó el medio millón de operaciones, por más de 21 millones de euros, pero ¿cuál ha sido la experiencia en las librerías? ¿Se ha notado en las ventas? ¿Qué echan en falta los libreros?

María Vaquero Rafael Arias
11 abril, 2023 02:36

María Vaquero

Responsable de la librería Todolibros (Cáceres)

La burocracia, de nuevo

Cuando nos llegó la noticia de que el Gobierno iba a abrir una línea de ayudas para incentivar el consumo de cultura de los jóvenes y que iban a contar con las librerías como unas de las plataformas de venta, fue una gran alegría. Las librerías siempre hemos sido un sector muy abandonado y como todos los negocios, el peso y la responsabilidad de que funcione, depende exclusivamente de nosotros. No somos solo un negocio de cara al público, sino que también somos un motor cultural.

En mi caso, siempre estoy dispuesta a colaborar con entidades, centros educativos. Estamos en continuo movimiento. No solo vendemos libros. Nos reinventamos y trabajamos con y por el tejido cultural de nuestra ciudad. Y por supuesto, apoyando el comercio de proximidad.

Todas las ayudas, ya sean económicas, publicitarias, solidarias que reciban las librerías y el sector de libro son bienvenidas y nos motivan a seguir al pie del cañón.

La idea del Bono Cultural es fantástica porque motiva a los jóvenes a salir de casa, dar un paseo y entrar en una librería. Interactuar con ellos es maravilloso. Además, vienen a comprar el libro que estaban esperando y a coste cero y saben perfectamente el título que quieren comprar. No gastan su saldo eligiendo cualquier libro. Si no lo tenemos en ese momento, se lo pedimos. Pero como toda iniciativa nueva, tiene también su parte negativa. Siempre es la burocracia.

Ha sido un proceso largo hasta que van aceptando en el programa del bono a las librerías. Los jóvenes ya disponían de sus tarjetas tanto física como descargada en su móvil y no podían utilizarlas porque aún no estábamos en el sistema. Ha sido la única dificultad, ya que no hemos tenido ningún problema a la hora cobrar las ventas. Es una tarjeta prepago que se utiliza en un tpv de venta normal y al día siguiente ya disponemos del importe gastado.

El problema ha sido, como siempre, la burocracia: fue un proceso largo hasta que han aceptado en el programa del bono cultural a las librerías, pero estamos fidelizando nuevos lectores

Como sugerencia, de los 400 euros de que disponen los jóvenes, obligatoriamente tienen unos máximos para gastar en las diferentes actividades culturales. En el caso de los libros son solo 100 euros y les parece muy poco. Hay muchos amantes de la literatura y tienen que estirar mucho el presupuesto. Les hemos prometido que lo trasladaríamos y aquí tenemos la oportunidad.

Cada lector tiene un gusto particular. Pero las ventas han destacado por la novela gráfica, manga y novela juvenil de diferentes sagas. Muchos han aprovechado para acabar sus colecciones de manga o llevarse el primer tomo de alguna trilogía que estaban deseando empezar.

Nos ha encantado poder participar en esta iniciativa. Desde que se solventan las trabas burocráticas todo son satisfacciones. Muchos jóvenes ya son clientes habituales desde pequeños y los que no lo eran, estamos comprobando que los estamos fidelizando. Normalmente vuelven a visitarnos. También les facilitamos poder hacer su pedido desde nuestra página web (todolibros.es) y poder recoger el pedido cuando lo tengamos preparado. Es imprescindible que sepan que formamos parte del tejido de la ciudad y que su librería del barrio existe.

Rafael Arias

Responsable de la librería Letras Corsarias (Salamanca)

Más (a)bono cultural

Cultura, sustrato, abono: términos agrícolas que nos acercan a la idea de crecimiento, fortaleza y florecimiento. Perdonen la metáfora. ¿Cómo no vamos a desear eso para los jóvenes que se asoman a la mayoría de edad, cómo no vamos a aprobar que el acceso a los bienes culturales se facilite, que se ponga el foco en su necesidad?

Hablemos de libros, una parte más de la cantidad que dedica el bono (25 %=100 euros) al gasto en formatos físicos, con revistas, discos y videojuegos. Hablamos desde una librería independiente de una ciudad del Oeste (Salamanca) cuyo porcentaje de jóvenes entre 15 y 19 años es casi un punto inferior a la media nacional.

Todos recordamos campañas de fomento a la lectura que consistían en empapelar el metro de Madrid y las marquesinas de provincias con frases extraídas de El Quijote, Quevedo o Delibes, no vaya a quedarse todo en el Siglo de Oro. Campañas que más parecían de fomento al diseño gráfico o al modelo de negocio de las grandes agencias de comunicación. Campañas publicitarias sobre el hecho mismo de hacer como que se fomenta la lectura. Esta nos gusta más.

Tiene un sentido transversal de la cultura, reparte el beneficio económico entre las industrias culturales y, especialmente, permite a la chavalada gastarse el dinero en lo que le dé la gana. Porque todos sabemos que los muchachos de ahora no leen, si leen es poco y cosas que no merecen la pena y toda esa música que escuchan no es música ni es nada. Claro que sí: nueve de diez generaciones anteriores suscriben esta frase.

Los beneficiarios del Bono Cultural –y otros todavía más jóvenes– ya estaban en las librerías: comprando algo con un billete doblado ocho veces y sacado del bolsillo más pequeño del pantalón, volcando el monedero para ver si llega con la calderilla, aprovechando el rato del recreo del instituto para ver si llegan novedades, encontrándose aquí y charlando furiosamente de sus filias y sus fobias. Parece una escena un poco Dickens contemporáneo, pero tal cual.

Operativamente el producto no estaba maduro –como demuestra la escasa ejecución de su presupuesto– y de nuestro ya saturado tiempo ha salido el asesoramiento y guía al usuario

Porque sí leen, leen mucho y con una pasión grande y auténtica. Y esta ayuda les facilita algo que suele ser complejo: asomar la cabeza desde los productos más o menos concebidos para su edad hacia el abismo insondable de la escritura del mundo adulto. Ese paso está lleno, necesariamente, de prueba-error y de meandros. Pero hay que recorrerlo y mejor hacerlo con cien euros en el bolsillo.

Se están llevando cosas: quizá ese Carver, esos clásicos editados por Gredos, esa fantasía épica, esos ensayos de Mark Fisher –sí–, esas señoras ramsays y Pizarnik, quizá todo eso les lleve por un camino de disfrute y descubrimiento. Aquí estaremos para comprobarlo.

Pegas: operativamente el producto no estaba maduro –como demuestra la escasa ejecución de su presupuesto– y de nuestro ya saturado tiempo ha salido el asesoramiento y guía al usuario. Al principio, un caos. Luego un poco mejor. Esperemos que este año funcione bien. Ah, por si te lo preguntabas: de todas nuestras ventas hechas con el bono, el manga se lleva el 29 %. Los cómics esos que se leen al revés.

© Stefan Altenburger, Zúrich © Thomas Schütte, VEGAP, Madrid, 2023

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