Una de las casetas de la feria

Una de las casetas de la feria

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¿Cómo viven los libreros la Feria del Libro de Madrid?

Libreros en feria. Desde el interior de una caseta, los diecisiete días de la fiesta anual de los libros transcurren a un ritmo insólito, cuajado de anécdotas y encuentros con los lectores. Incluso la vida literaria se ve de otra manera

Clo Vautherin Gonzalo Queipo
6 junio, 2022 02:38
Clo Vautherin

Clo Vautherin

Clo Vautherin
Directora de La Central de Callao

Fotogramas desde una caseta

Desde el interior de la caseta se ve pasar la vida feriante como si de un fotograma analógico se tratase: no falta la visita matinal de los colegios entre semana intentando resolver las preguntas dadas por la profesora de Lengua, los visitantes coleccionistas de marcapáginas, los que van de caseta en caseta pidiendo libros descatalogados, los que intentan ligarse a su acompañante hablando de literatura, la lluvia mojando los libros de la primera fila, los estornudos debidos a la alergia, los que no saben qué hacemos ahí en medio del parque del Retiro, ni cuánto tiempo estamos.

También vivimos la angustia de ver que los libros pedidos para una firma no llegan, el calor aplastante, el datáfono que se cuelga en el peor momento, el libro que no se encuentra...

Tenemos la suerte de vivir el descubrimiento de una joya literaria, las fiestas pre y post feria organizadas por editoriales, el abrazo de un/a compañero/a amigo/a de profesión, las cervecitas en vaso de plástico compartidas con los autores firmando, los picnics detrás de las casetas con los compañeros/as, las recomendaciones y las conversaciones alrededor de una obra concreta con clientes anónimos, la sonrisa y la emoción cuando un visitante se lleva un ejemplar firmado después de haber esperado tiempo en la cola. En la feria nacen amistades y a veces grandes historias de amor.

Pero también vivimos la angustia de ver que los libros pedidos para una firma no llegan, el calor aplastante, el datáfono que se cuelga en el peor momento, el libro que no se encuentra, la cola para pedir cambio o un café, el pavor de encontrarse con una avispa o una cucaracha perdida detrás de una caja (para que no nos olvidemos de que estamos en medio de un parque).

2022 será el primer año en el que la organización quitará la megafonía; nos perderemos no sólo el listado de las numerosas firmas, el aviso de padres buscando a un niño perdido, los resultados deportivos de una final de la Champion, Roland Garros o la Copa del Rey o, más inhabitual, una pedida de mano.

Los días de montaje son alegres, nos reencontramos, poniéndonos al día y acordándonos mucho de los que desgraciadamente ya no están. Verificamos que la persiana funciona perfectamente y por mucho que hayamos hecho nosotras la selección de los libros que tendremos, al abrir las cajas es como el día de Reyes, la alegría de ver que no nos hemos olvidado de los títulos por los que apostamos. Todo tiene que estar listo para la visita oficial. ¿En qué caseta se parará la Reina? ¿Qué se llevará este año? ¿Quién la acompañará?

El desmontaje es agridulce: ¿Ha ido todo bien? ¿Mejor de lo esperado? ¿Cuál ha sido el libro más vendido? No todas las encuestas coinciden. Las promesas (no siempre cumplidas) de los “nos vemos en breve”. La feria es eso y mucho más, es el calor humano, es la pasión compartida durante diecisiete días por la lectura y los libros, el trabajo a destajo del conjunto de los todos los profesionales –desde los miembros de la organización, hasta el personal de limpieza, la seguridad, los expositores, y evidentemente los autores– que llevan semanas preparando esta feria. Es el aplauso del último domingo anunciando la siguiente feria.

Gonzalo Queipo

Gonzalo Queipo

Gonzalo Queipo
Librero de Tipos Infames

El botijo de la feria

Siempre que me preguntan contesto lo mismo: es una gran alegría volver cada último viernes de mayo, año tras año, a la Feria del Libro. Los libreros de Tipos Infames disfrutamos mucho los 17 días de feria haciendo lo que más nos gusta: recomendar libros deseando que se conviertan en muchas horas de buenas lecturas. Aunque también es verdad que el año pasado y este la alegría es aún mayor: vuelve la feria y tenemos tantas ganas como si fuera la primera.

No creo que sea casualidad que los Tintines a los que tengo más cariño sean los que me compraron en la feria, y que aún después de muchos años siga recordando qué poemarios y novelas llevé a casa

Si tengo que decir lo peor… Es inevitable que en algunos momentos pensemos que son demasiados días de feria, aunque al terminar sabemos que enseguida la echaremos de menos. O que tu vida familiar se vea durante estas semanas tan limitada en tiempo, y tu vida social, acotada a los metros de la caseta. Pero hay muchas cosas buenas...

Lo mejor es que la gente se acuerda de los libros que le recomendaste la feria pasada, y busca nuestra caseta para decírnoslo y llevarse más lecturas. Lo mejor es que la feria da una visibilidad enorme a las librerías. Lo mejor es que año tras año vuelven lectoras y lectores que pese a que el resto del año vienen a Tipos Infames a conversar sobre libros y a cargarse de lecturas de forma asidua, también vienen a nuestra caseta en el Retiro como si fuera una extensión natural de su librería. Lo mejor también es el café compartido antes de abrir por la mañana y el vino al cierre de la feria. Lo mejor es que nadie quiere faltar a esta cita con el Libro.

La feria es una emblemática cita madrileña: quien más y quien menos recuerda haber paseado siendo niño en medio de las casetas y de la mano de algún familiar...y ahora toda esa gente es quien acompaña en sus primeras vistas a hijas, sobrinos... En mi caso, no es casualidad que los Tintines a los que tengo más cariño sean los que me compraron allí, y que muchos años después siga recordando qué poemarios y novelas llevé a casa en la bolsa de la feria.

En nuestra caseta de Tipos Infames lo que no ha faltado desde el primer año ha sido el imprescindible botijo, nada mejor ni más castizo para sobrellevar el calor. Se han pasado y asomado por nuestra caseta para beber del “botijo de la feria” autoras maravillosas, lectores acalorados, editoras infalibles, otras librerías amigas y distribuidores de buen hacer... en fin, toda la cadena del libro refrescando el gaznate cuando el sol más aprieta bajo el toldo de nuestra caseta. Lo que pasara antes o después no lo podremos contar

Y por último, como anécdota... de forma similar al estanquero que interpreta Harvey Keitel en la película Smoke escrita por Paul Auster, el último día de cada feria Alfonso y yo nos hemos hecho una polaroid juntos: algunas más contentos, otras más cansados, alguna desenfocada sin remedio... pero juntos y cada vez con más canas en nuestras barbas. Con el paso del tiempo y de las ferias han ido apareciendo pequeños, creciendo y cargados de entusiasmo mis hijos, sus sobrinos, que deseo se recuerden desordenando la caseta, dibujando en los marcapáginas y aupándose como hicimos nosotros de niños para encontrar los libros que muchos años después seguirán siendo parte de sus bibliotecas.

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