Imagen | ¿Puede alguien negarse a aceptar la evidencia (científica en el caso de la pandemia)?

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¿Puede alguien negarse a aceptar la evidencia (científica en el caso de la pandemia)?

¿Puede alguien negarse a aceptar la evidencia (científica en el caso de la pandemia)? ¿Qué se esconde detrás de una personalidad, como la de Miguel Bosé, que cierra la puerta a los expertos? López Guerrero y Martín-Loeches apuntalan algunas certezas.

3 mayo, 2021 09:38

Jose Antonio López Guerrero
Director del grupo de Neurovirología de la UAM y de Cultura Científica del CBMSO

Tras la ‘conspiranoia’

Si algo ha ido siempre de la mano de los grandes avances de la humanidad han sido los grupúsculos sociales opositores. Ahí tenemos, por centrarnos solo en el último medio siglo, a los catastrofistas y negacionistas de la revolución de la biología recombinante que representó la conferencia de Asilomar de 1975, a los contrarios a la Revolución Verde del Nobel Norman Borlaug o, ya en el actual milenio, los todavía contrarios a las vacunas, quizás el mayor hito de la historia de la medicina. Aquí nos encontramos con la actual pandemia del SARS-CoV-2. Con ese ramillete de folclóricos, actrices, cantantes, excantantes que, con todo mi respeto, deberían seguir siendo entrevistados por sus carreras, pero no como expertos o abanderados de un tema que les viene más que grande. No obstante, voy a tratar, como virólogo, de dejar constancia de un par de realidades irrefutables.

La presencia de viriones en tejido pulmonar de, por desgracia, miles de fallecidos, es incontestable. Lógicamente, no espere cruzarse con un Sars-Cov-2 e identificarlo por la calle

Lo primero que debe quedar claro es la propia existencia del virus. Lógicamente, el ojo humano no es capaz de distinguir organismo alguno por debajo de 0,1 milímetro. En el caso que nos ocupa, estamos hablando de un agente infectivo de 0,0001mm. Si esto parece insignificante, decir que el virus de la poliomielitis, del que no creo que deba convencer a nadie de su existencia, es hasta cinco veces más pequeño. No obstante, si algo nos ha proporcionado este año pandémico son cientos de imágenes de microscopía electrónica del fastidioso SARS-CoV-2. La vía de entrada y la patología –al menos parte de los síntomas– no difieren de otros virus respiratorios. No obstante, la Covid-19 se ha convertido en un mal sistémico con muchas opciones patológicas que poco a poco van saliendo a la luz. La presencia de viriones en tejido pulmonar de, por desgracia, miles de fallecidos, es también incontestable. Lógicamente, no espere cruzarse con un SARS-CoV-2 e identificarlo por la calle.

En cuanto a la vacuna –mejor dicho, las vacunas–, además de suponer el mayor hito científico de lo que llevamos de milenio –proeza humana que se suma al desarrollo, en sí, de vacunas desde 1796–, se están mostrando efectivas en aquellos países donde ya están extendidas, como Israel, Reino Unido o Chile –y también en España sobre los casos en residencias de ancianos–. A nadie se le escapa que las compañías farmacéuticas quieran ganar dinero –incluso las que producen y venden agua azucarada como la homeopatía–. Sin embargo, en esta ocasión, también hay mucha inversión pública para haber obrado el prodigio de acortar/solapar los tiempos de fases clínicas, valoración y aprobación. Las actuales vacunas ya acreditadas no suponen ningún experimento contra nuestra salud más allá de lo que supone cualquier fármaco. Riesgo cero no existe en ninguna actividad humana; pero una cosa está clara, el riesgo de la NO vacunación es infinitamente mayor que el de recibir cualquiera de los medicamentos aprobados por la Agencia Europea del Medicamento.

¡Ah!, si tengo que convencerle de que utilizar mascarillas contra un virus de transmisión aérea y entre personas asintomáticas es importante, quizás ya tenga la batalla perdida…

Manuel Martín-Loeches
Catedrático de Psicobiología. Centro ISCIII-UCM de Evolución y Comportamiento Humanos

Psicosis y delirio

Uno delos rasgos más llamativos y característicos de las psicosis es la pérdida de contacto con la realidad. Hay diversos tipos de psicosis, como por ejemplo la esquizofrenia o el trastorno delirante, y entre los síntomas más llamativos de las psicosis podemos encontrar, precisamente, las ideas delirantes. Estas consisten en creencias totalmente falsas e infundadas acerca de lo que sucede en el entorno, tanto el más cercano como en todo el mundo, y son muy comunes las creencias en conspiraciones. No es raro ver delirios donde los vecinos, los amigos,l os compañeros de trabajo o hasta la misma policía están confabulados en un complot en contra del individuo psicótico. También es muy común que el complot consista en querer dominar la mente del individuo afectado o la de otras personas. Cuando entrevistas a alguien en estas circunstancias constatas su absoluto y firme convencimiento en la realidad de sus delirios, y aunque saques a relucir las numerosas y evidentes contradicciones e incoherencias de su discurso, aunque muestres inapelables evidencias en contra, el psicótico no dará nunca su brazo a torcer. Es más, se pueden volver violentos y creer que tú también estás en el complot.

Cuando he visto las declaraciones de Miguel Bosé acerca de la pandemia que llevamos padeciendo desde hace más de un año me han venido a la mente palabras como psicosis y delirio. Me ha pasado lo mismo estos últimos meses con declaraciones muy similares por parte otras personas, incluso del ámbito político. No obstante, hay que decir que no hace falta padecer un trastorno psicótico para manifestar algunos de sus síntomas, ya que el diagnóstico psiquiátrico definitivo se alcanza en función de una serie compleja de variables, y hay casos donde se dan algunos síntomas sin
llegar a ser un trastorno reconocido.

Aunque saques a relucir las numerosas y evidentes incoherencias de su discurso, aunque muestres inapelables evidencias en contra, el psicótico no dará nunca su brazo a torcer

Es más, algunas de estas ideas delirantes pueden calar en grupos de población libres de sospecha psicótica. Algunos investigadores que intentan entender lo que hace la mente humana ante situaciones de amenaza vital e incertidumbre –como es el caso actual– hacen hincapié en que, para sobrellevar estas situaciones insoportables, se ponen en marcha dos tipos de mecanismos. Unos son proximales, y son más inmediatos: se minimiza el problema o se niega. Otros, los distales, son más complejos. Suelen incluir la adhesión firme a un grupo cuyas ideas persiguen poner un poco de orden en el mundo. Entre estos se encuentran los nacionalismos o patriotismos, los partidos políticos, e incluso las religiones. Podríamos incluir aquí a los negacionistas, terraplanistas y los ‘conspiranoicos’. Sus ideas podrían ser fruto del delirio de algunas personas –yo así lo creo– pero, en la medida en que identifican y dan sentido a un grupo al que se puede pertenecer, se aceptan sin razonar. Estos mecanismos distales mejoran nuestra autoestima y nos ponen en una (absurda e infundada) situación de superioridad. Pero suelen tener la contrapartida de generar sentimientos de rechazo u odio hacia otros grupos. Y, por desgracia, las ideas simples son tremendamente atractivas.