Imagen | ¿Están sufriendo los derechos de autor un cambio de paradigma?

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¿Están sufriendo los derechos de autor un cambio de paradigma?

¿Qué le queda al músico después de pasar por la trituradora del 'streaming'? Parece que los grandes como Dylan lo tienen claro: vender. ¿Están sufriendo los derechos de autor un cambio de paradigma? Víctor Lenore y Sabino Méndez responden

18 enero, 2021 11:55

Víctor Lenore
Crítico musical y autor de Espectros de la movida (Akal)

Sobrevivir al saqueo legal

Comprender esta debacle pasa por escuchar a Mick Jagger, la estrella de rock más informada y preocupada por el dinero: “Los artistas siempre han sido explotados. Primero te prometían un 3 % de royalties y cuando llegaba el cheque te habían deducido todo tipo de impuestos y te quedabas sin nada, aunque tu disco fuera número uno en las listas de éxitos. Las cosas empezaron a cambiar en la década de los 70 y la bonanza duró veinticinco años, hasta 1995, que fue el final de la industria discográfica. Esa fue la época dorada, cuando la gente cobraba por su trabajo de forma equitativa. En los casi cien años de historia del negocio, el artista solo ha sido pagado durante veinte”, denunciaba en 2016.

¿Se ha equivocado Bob Dylan vendiendo su catálogo por 300 millones de dólares? Está cerca de morir y quería asegurar el futuro de su extensa y dispersa prole. Era buen momento para hacer caja: la victoria electoral de Joe Biden podía suponer un aumento del 20% al 40% de impuesto a las plusvalías superiores a un millón de dólares. Además, tampoco se pierde nada: los grandes himnos dylanianos llevaban años sonando en anuncios de bancos, coches y lencería, así que el daño simbólico estaba hecho. Atrás quedan los tiempos en que Paul McCartney temía que vender los derechos de The Beatles para anuncios de Coca-Cola afectase a la reputación del grupo. Casi nadie rechaza ya “venderse”: lo que queda es mantenerse o sobrevivir. Desde Camela a Creedence Clearwater Revival, pasando por Taylor Swift, son innumerables los artistas que han sufrido contratos abusivos, así que cualquier ingreso es bienvenido. Recordemos que estamos en una temporada donde se vieron cortados –sin previo aviso– los ingresos por conciertos, con los que todo el mundo contaba para funcionar.

Hoy el gran problema es spotify, alianza de Silicon Valley con las grandes discográficas para saquear a los artistas. Su diabólico diseño contribuye a liquidar a la clase media musical

Hoy el gran problema es Spotify, alianza de Silicon Valley con las grandes discográficas para saquear a los artistas. Su diabólico diseño contribuye a liquidar a la clase media musical, del mismo modo que muere la clase media social. ¿Ejemplos concretos? La rapera Sammus recibe 6,35 dólares por 14.000 reproducciones y Rosanne Cash ganó 104 por 600.000 escuchas. El guitarrista Marc Ribot (que ha tocado con Tom Waits, Andrés Calamaro y Elvis Costello, entre otros) ingresa 187 dólares de Spotify haciendo un tipo de música que antes le generaba entre 4.000 y 9.000. Son datos del libro The Death of the Artist, de William Deresiewicz. Hablamos de desigualdad en modo extremo: la revista Rolling Stone publicó un análisis en el que reflejaba que el diez por ciento de los artistas más escuchados –unos 160.00 músicos– concentran el 90 por ciento de las escuchas. En este contexto, Spotify amaga con cobrar a los artistas emergentes por darles mayor visibilidad (muchos se preguntan si existe un límite donde dejarán de exprimir). Me mojo en este asunto: necesitamos un equivalente público de ‘Spoti’ (mejor hispanoamericano que anglosajón) que marque una tarifa mínima por el uso de la estructura y entregue el máximo dinero posible a los músicos.

Sabino Méndez
Músico, compositor y autor de Corre, rocker (Anagrama)

Vender la moto

El 29 de julio de 1966, Bob Dylan sufría un accidente con su motocicleta Triumph en la carretera de Striebel, cerca de Woodstock. El accidente significó un punto de inflexión en su trayectoria, porque le obligó a reposar y pudo pensar la nueva orientación que iba a dar a su carrera. Cincuenta años después, aquel joven rebelde motorizado, convertido en un modelo de senectud, acaba de vender su catálogo a Universal Publishing Music por una cifra cercana a los 300 millones de dólares. A partir de ahí, se desatan las cábalas. Es inevitable preguntarse si estamos ante un cambio de paradigma, si los grandes nombres legendarios van a vender sus catálogos en desbandada para asegurarse la jubilación y protegerse de la difusión incontrolada que suponen las plataformas de streaming. Una vez más, las voces del apocalipsis cultural nos interrogamos unas a otras alarmadas. ¿Es el fin del control del artista sobre su obra? ¿Beneficiará eso a los artistas ricos (y poderosos) mientras que los pequeños quedarán a los pies de los caballos?

El artista de éxito ha de ser, a partir de ahora, como un terrateniente que administra sus fincas intelectuales si quiere evitar que le esquilmen y lo condenen a la pobreza

Nada de eso. La realidad es mucho más banal y aburrida. El cambio de paradigma ya se dio hace tiempo cuando desaparecieron discos y CDs. Los artistas con más experiencia –es decir, los más viejos– percibieron que el mundo de los derechos intelectuales iba a convertirse en el verdadero (y muy complejo) mercado de futuro y empezaron a trabajar con abogados especializados para protegerse y comerciar con sus obras clásicas. El mundo del derecho de autor se ha convertido en una cosa complejísima, porque hay muchos tipos de ellos, todos protegidos por las leyes. Uno puede vender, alquilar o licenciar cada derecho en concreto o parte de ellos, durante períodos limitados de tiempo. El artista de éxito ha de ser, a partir de ahora, como un terrateniente que administra sus fincas intelectuales, si quiere evitar que le esquilmen y le condenen a la pobreza. No ha trascendido si Dylan ha vendido la parte de su catálogo afectada principalmente por derechos de reproducción, o ha vendido eso más la comunicación pública de su parte autoral (cosa posible en EE.UU., pero no en Europa que tiene una legislación diferente). Por el catálogo editorial de The Beatles se pagó hace años muchísimo más y eso que ellos negociaron seguir cobrando sus derechos de ejecución en vivo a través de su entidad de gestión británica. En ese mundo complejo y nuevo, la información navega perdida y, en cuanto ve la palabra publishing tiende a explicarlo como si se tratara de derechos de publicación de libros. Y no.

Al final ¿qué es lo que ha vendido Dylan? No se sabe. Se conoce poco más que el importe de la venta que es sensacionalista y espectacular y que nos puede dar la medida del campo de inversiones de futuro que van a suponer los contenidos legendarios en este siglo. Pero como es lógico, por otra parte (en este tipo de grandes operaciones), el resto de los detalles del contrato se guardan con absoluta discreción.