
José Kozer. Foto: Eduardo Montes Bradley / Blanco Móvil
¿Puede un poeta seguir reinventándose a los 85 años? José Kozer responde escribiendo
El autor cubano despliega en 'Convergencias' una escritura diaria, lúdica y profunda, donde el lenguaje es hogar, ritual y espejo.
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A sus ochenta y cinco años, José Kozer (La Habana, 1940, pero radicado en Florida) no ha depuesto un ápice de su entusiasmo creativo, de su constante y exuberante saber hacer, que es un hacer cotidiano que se entreteje con la vida y la ensancha –la ilumina– desde dentro.

Convergencias
José Kozer
Libros de la Resistencia, 2025. 100 páginas. 13€
Su escritura recoge el impacto del día a día, pero no al modo de un diario, no como un simple registro más o menos reflexivo de lo que pasa, sino como un laboratorio feliz donde las palabras reordenan gustosamente los términos de la existencia. Aquí caben todos los tonos, todas las referencias, y la página se llena como una tablilla de cera que recogiera el más mínimo temblor sísmico del espíritu.
Esta nueva serie de Convergencias es justamente eso, un crisol donde Kozer se deja llevar por las texturas del lenguaje, las ocurrencias del día y las imágenes de la memoria –también los estímulos inagotables de la lectura– para ir dando cuerpo a la unión de las distintas partes o "artes" de sí: lo cubano, por supuesto, siempre en primerísimo lugar; lo judío, como una corriente que viene de muy atrás y lo baña; y el horizonte elegido de sus maestros chinos, que asoman como cumbres entre las nubes.
El yo se desdobla en ficciones elocuentes, vuelan multitud de pájaros (cada cual con su nombre) y las palabras salen de debajo de otras palabras para ir dando cuenta del mundo, de su insistencia: "por uncido escribiera ungido"; "la / arena del desierto florece, / los senderos de guijarros / ratifican".
Resulta difícil escoger momentos de una escritura que se apoya tanto en su despliegue, el fraseo, las rimas internas, la paranomasia… Y que espera hasta la última pausa del poema para realizarse. La convergencia aquí es un propósito, y se cumple a rajatabla: "Entra por la piquera a la miríada de la colmena, / se mancha la boca de / jalea".