Antón Castro. Foto: Xordica

Desde el primer poema, donde se rememora la muerte de un amigo hace ya cincuenta años, queda claro el plan de este libro: dar la palabra a la memoria, dejar que la palabra se emocione en lo que no debe perderse en el olvido, evocar a una serie de personas, del ámbito privado unas, otras muy conocidas, que han dejado en el poeta huella profunda. Así, El musgo del bosque presenta una colección de retratos que, por otra parte, se hilvanan en una sucesión de pasajes de una autobiografía sentimental, en los que el propio yo termina por ser él también retratado.

Antón Castro (Santa Mariña de Lañas-Arteixo, La Coruña, 1959), autor de varios libros de narrativa, poeta y reconocido periodista cultural -recibió el premio Nacional de Periodismo Cultural en 2013-, revive escenas y personajes de su pasado en unos poemas que son a un tiempo narrativos y líricos. Narrativos, porque importa contar sucesos que, ya por la experiencia aludida de la muerte, por las vivencias del sexo, las de la amistad, ya por la poderosa personalidad de aquel a quien se evoca, e importa dar los contextos, los detalles, todo aquello que va dotando de vida, de efecto de realidad, a lo contado, aun cuando se trate de Rosalía de Castro. Muestra, en fin, del hábil narrador que es el poeta.

Y está el lirismo. Un lirismo que surge de la palabra emocionada de quien exhibe su capacidad de empatía con el otro, de reconocimiento y gratitud a escritores y artistas -Gonzalo Torrente Ballester, José Antonio Labordeta, Amancio Prada, Mercè Rodoreda-, que cede su lugar al otro, un otro que ha dejado su impronta en el yo y a quien se celebra con ternura, con generosidad por aquello que, sabiéndolo o no, le regalaron y que ahora Castro les retribuye en estos poemas. Testimonio de vida, de la propia y la del otro, en un decir claro al tiempo que entusiasmado.