Image: Una hoja de almendro

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Poesía

Una hoja de almendro

Jorge Fernández Gonzalo

30 septiembre, 2004 02:00

Jorge Fernández Gonzalo

Premio Hiperión. Hiperión, 2004. 78 páginas, 12 euros

La más llamativa característica de Una hoja de almendro, tercer libro de poemas de Jorge Fernández Gonzalo (Madrid, 1982), es el artificio expresivo, su deliberada falta de naturalidad.

La recuperación de la costumbre tipográfica de comenzar todos los versos con mayúscula actúa como primera una señal en ese sentido. Se añade a ello el uso -y abuso- de encabalgamientos especialmente abruptos, que hace que nos podamos encontrar al principio de algún verso presuntas palabras como las siguientes: "Sesina", "Freciéndome" (p. 13), "Ema" (p. 46), "Riba" (p. 73). Fray Luis de León se atrevió a partir en dos una palabra ("y mientras miserable/mente se estén los otros abrasando..."), pero se trataba de un adverbio que en su origen era una palabra compuesta. Fernández Gonzalo va más lejos y no solo parte palabras, sino que también (contra el buen uso tipográfico) deja aisladas sílabas de una vocal: "a-/Sesina", "o-/ Freciéndome". Igualmente forzadas resultan algunas rimas, como la que en el soneto de la página 46 empareja a "tu cuerpo" con "del primer po-/ Ema". Antonio Carvajal gusta de hacer ejercicios semejantes, aunque con un oído más sutil.

Pero la afectación no se limita a estos elementos externos. La encontramos también en la sintaxis, especialmente rebuscada en los sonetos. Copio uno de ellos, bien significativo: "Algún día mis átomos, dispersos/En la memoria -si es que fueron míos-,/Recorrerán el mundo, como ríos/De luz, para llegar a los anversos/De las hojas de un árbol, y en el pulso/De su savia fundirse a los latidos/Del bosque, ya con mis sentidos/En sus ramas, en busca del impulso/De saberme rabiosamente vivo,/Hasta viajar desnudo a mis diversos/Destinos, al milagro de acabarme/En un papel como el que ahora escribo,/Quizá también mostrándote estos versos,/Papel en el que puedas, tú, tocarme". ¿Por qué los átomos que un día formaron el cuerpo del poeta han de llegar "a los anversos de las hojas de un árbol" y no simplemente a las hojas del árbol (o al tronco si es que luego han de convertirse en papel)? Pues para rimar con "dispersos". El lenguaje del poema no tiene por qué aproximarse al lenguaje de la conversación, y no es eso lo que se reprocha. Fernández Gonzalo está en su derecho al no seguir la lección de Gil de Biedma y sí la de Claudio Rodríguez (omnipresente en su libro), pero complejidad sintáctica -ahí está Góngora- no es sinónimo de enfadosa complicación. A ratos parece que el autor se deja llevar por la escritura automática, por la sucesión de sintagmas convencionalmente poéticos.

La estructura de Una hoja de almendro juega con el título y los poemas se agrupan en tres partes: "Haz", "Canto" y "Envés". Varios de los poemas se nos presentan como variaciones sobre el mismo tema, y no sólo los que explícitamente lo declaran como "La lluvia. Variación primera" y "La lluvia. Variación segunda" o los cinco que se titulan "Alondra". Todo el libro suena a impostado ejercicio literario. Alguna autocrítica -y ello impide un juicio negativo- asoma en determinados poemas.

Tres libros en tres años, cada uno con su correspondiente premio, no es el mejor aval para un poeta joven. En poesía nada hay más fácil que fabricar moneda falsa: redicha retórica que engaña con su brillo más o menos metafísico (es lo que se lleva) al lector distraído (suelen serlo los jurados), aunque no resista una lectura mínimamente atenta. Pero a la edad en que Fernández Gonzalo publica Una hoja de almendro ni Unamuno, ni Antonio Machado, ni Guillén, ni Salinas, ni Brines, ni tantos otros nombres principales de nuestra poesía habían publicado aún ningún libro. Démosle tiempo al tiempo. Antes de la historia, hay siempre una más o menos dilatada prehistoria, hoy en día, gracias a la proliferación de beneméritos galardones, casi nunca pudorosamente inédita.

Qué descanso
Qué descanso
por fin, tras la jornada. Y ahora escribo
Sin deudas. Es la noche de la ofrenda,
Noche para decir, para encontrarse
Con uno y entender este trabajo
De certidumbre y de contemplación;
Porque es la hora de la parra y del
Centeno, de la cordura de la trilla,
De la colecta de la mies y el trigo.
J. FERNáNDEZ GONZALO