Image: Gálvez entre los leones

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Novela negra

Gálvez entre los leones

Jorge M. Reverte

7 junio, 2013 02:00

Josrge M. Reverte. Foto: Sergio Enríquez-Nistal

RBA. Barcelona, 2013. 256 páginas. 18 euros


Jorge M. Reverte (Madrid, 1948) ostenta una amplia ejecutoria como periodista y autor de ensayos y crónicas históricas. Gálvez entre los leones, sin embargo, pertenece a otra faceta creadora del autor, quizá más popular: la narrativa de ficción, a medio camino entre la novela negra y el relato de aventuras, con media docena de obras que tienen como protagonista a Julio Gálvez, el periodista y ocasional investigador que se encuentra una y otra vez envuelto en tenebrosas conspiraciones y asuntos sucios, siempre relacionados con problemas actuales y suavizados únicamente gracias a un tratamiento humorístico que les proporciona la narración del propio Gálvez, desengañado contemplador de la realidad circundante.

En esta ocasión, el periodista, cuyas tareas de free lance se han visto mermadas por la situación de crisis que padece la prensa, acepta el encargo de una extraña organización que proyecta un parque temático en Asturias, simple tapadera, como se descubre inmediatamente, de turbios negocios que llevan a Gálvez hasta Tanzania, donde se destapa un repulsivo comercio de órganos humanos hasta llegar a un inesperado y jocoso final vinculado a un suceso reciente de gran eco en los medios de comunicación y que aquí sería inoportuno desvelar. No se piense por todo ello que nos hallamos ante una novela de denuncia, aunque en ella aparezcan comportamientos delictivos, situaciones de explotación de los más desfavorecidos y personajes dedicados a la estafa y al crimen.

El escepticismo de Gálvez le impide dramatizar sobre todo ello, como si hechos así fueran siempre esperables teniendo en cuenta la naturaleza humana. Y el relato minimiza estas cuestiones para derivar hacia la novela de aventuras, centrada sobre todo en la accidentada expedición africana de Gálvez y sus ocasionales compañeros, cada uno con propósitos ocultos.

El lector recordará muchos pasajes de la obra, siempre teñidos de humor: la presentación de la cueva prehistórica asturiana, la persecución de Gálvez por parte de los rusos en Madrid, las relaciones del periodista con su exmujer, el vuelo desde Schipol, las infinitas fatigas del recorrido por tierras africanas, los perfiles de algunos personajes, como Bigoret, Aida, Baraka o Milady. Todo se cuenta con un estilo narrativo vertiginoso, escueto, que rehúye cualquier atisbo de dramatismo, algo que el autor subraya con donosura: "Como habría dicho algún escritor afinado, fue un sonido horrísono e indescriptible. Y cuando algo es indescriptible, lo es" (p. 158). O bien, ante la visión de un cadáver mutilado: "Lo que habían hecho con aquel hombre le habría dado a un autor sueco de novelas negras para unas trescientas páginas" (p. 41).

Este punto de vista desenfadado es el mismo que preside juicios e impresiones de Gálvez: "El médico escapista y Martínez, el jubilado vasco, se pasaron el tiempo pidiendo la hoja de reclamaciones en todos los idiomas que conocían, que eran, incluyendo el castellano, uno" (p. 126). Incluso en algunos breves apuntes paisajísticos brota el símil jocoso: "El sol caía con una pereza digna de un senador español" (p. 213).

Gálvez entre los leones no es una obra trascendente y destinada a perdurar como reflejo y crónica de una época. Ni falta que hace, aunque el autor deje desperdigados aquí y allá varios alfilerazos sobre la codicia del ser humano, la sociedad del engaño y la estafa y la inconsistencia de los políticos. Pero en estas páginas resplandecen el gusto y la habilidad para contar historias, entremezclando sin respiro anécdotas y sucesos y cumpliendo así una de las funciones esenciales de la literatura narrativa: la de entretener y divertir, sacando de sus casillas durante unas horas al lector para transportarlo a un mundo ajeno que enriquezca su imaginación. Hacer esto con dignidad y maestría no está al alcance de cualquiera.