Image: Lausana

Image: Lausana

Novela

Lausana

Antonio Soler

19 marzo, 2010 01:00

Antonio Soler. Foto: Jesús Domínguez

Mondadori, 2010. 201 páginas, 19'90 euros


La obra narrativa de Antonio Soler (Málaga, 1956) tiene el aval de más de media docena de novelas y de varios premios prestigiosos, además de un mundo propio, en el que varios motivos temáticos recurrentes proporcionan a sus relatos una unidad que no siempre hallamos en los escritores coetáneos. La memoria, el buceo en los recuerdos, la evocación de un pasado que parece haber determinado la trayectoria vital, es uno de esos núcleos temáticos que, con distintos modelos de historias, vertebran la obra del escritor malagueño. Lausana no es una excepción. El marco narrativo es muy simple: Margarita, una mujer de edad, viaja en tren desde Ginebra hasta Lausana para visitar a su hijo, que vive allí con su familia. Este breve recorrido, cuyas estaciones marcan, como hitos en el trayecto, los capítulos en que se divide el relato, se amplía extraordinariamente con un viaje paralelo que es el de la mente del personaje hacia sus recuerdos. De este modo el "viaje" de la vida -de acuerdo con una antigua imagen- está incluido y, en cierto modo, estimulado por ese otro viaje real que lleva a cabo el personaje, convertido ya primordialmente en un fue, en una acumulación de hechos vividos. El paralelismo aparece subrayado a veces, tal vez de modo innecesario, por algunos símiles y prosopopeyas ("cierro los ojos y oigo la respiración del tren. La máquina de mi pecho", p. 176) e incluso por aseveraciones palmarias: "Yo también estoy llegando al final de mi viaje. Mi tren ya ha recorrido casi todo su camino. La penúltima estación ya ha quedado atrás" (p. 170).

Esta biografía evocada de manera fragmentaria y no lineal, con una sintaxis plagada de enunciados nominales encaminados a reproducir los pensamientos sueltos que se enlazan en el soliloquio, es la de una mujer de acusada sensibilidad, hija de un exiliado tardío, que ha pasado por algunas etapas de felicidad y muchas de amargura y desesperanza y en cuya trayectoria vital no existen, en suma, peripecias de gran relieve. No es, por tanto, esta historia personal lo que puede suscitar el interés del lector, sino la intensidad con que se evocan ciertos hechos, las reflexiones íntimas, la prolongada introspección que nos sumerge en estratos psicológicos hasta convertir a un sujeto aparentemente gris en un ser complejo y lleno de matices. Es la literatura lo que da relieve a las cosas. Una literatura a veces demasiado ostensible (véanse las construcciones paralelísticas sobre tres personajes enumeradas en las páginas 122-123), plagada de símiles e imágenes y entreverada de asociaciones literarias o culturales. En cierto momento, y en un contexto metafórico (p. 116), la proximidad del sustantivo cuchillas, el adjetivo cortantes y la acción mover un párpado delatan el recuerdo de Buñuel; en otro lugar (p.118), la frase "el reloj con las agujas verdes amenazándola, esa guillotina inmutable" remite a Poe. La calificación de un trabajo como "exhaustivo, impecable e implacable" (p. 115) recuerda inevitablemente la fórmula acuñada por Ortega al referirse a la prosa de Miró. Hay también algún homenaje literario, como el de un fugaz personaje caracterizado como "mago de cabaret", que es "un tipo educado […] y con un suave acento andaluz" y responde al nombre de "Rafael Pérez Estrada" (p. 160). Por otra parte, la narración en primera persona permite una mayor interiorización, pero tiene sus riesgos. En sus evocaciones afirma la narradora: "De niña imaginaba que al atravesar las nubes, los rayos de sol llegaban al suelo arrastrando parte de la esencia de los santos y de las personas muertas que vivían entre esas nubes" (p. 119). ¿Es esta idea verosímil como reflexión infantil o se trata más bien de una intromisión de la narradora adulta?

Poco hay que añadir acerca de la prosa del autor, con una tendencia tal vez excesiva a la "literaturización", a la sobreabundancia de imágenes que, aun con frecuentes hallazgos expresivos, dañan un tanto la verosimilitud narrativa del monólogo. Los descuidos, escasísimos: "las antípodas" (p. 114), "punto y final" (p. 184), amén de algún uso exótico ("se le iba descoloriendo", p. 146).