Victoria Camps. Foto: Arpa.

Victoria Camps. Foto: Arpa.

Ensayo

'La sociedad de la desconfianza', de Victoria Camps: solo la esperanza salvará la democracia

En su nuevo libro, la filósofa dialoga con Kant, Arendt, Sandel y Han para analizar cómo reconstruir el 'ethos' compartido en esta sociedad individualista.

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“Confianza” es un término que proviene etimológicamente del verbo latino “confidere”, que quiere decir “tener fe”. También podemos relacionarla con otra virtud en origen teologal: la esperanza.

La sociedad de la desconfianza

Victoria Camps

Arpa, 2025. 216 páginas. 19,90 €

En su última obra, Victoria Camps (Barcelona, 1941) otorga centralidad a la confianza en el ámbito secular de la filosofía práctica. En este sentido, La sociedad de la desconfianza continúa la senda de las recientes filosofías de la esperanza. Ambas capacidades del hombre tienen una base común, ¿no iluminan la esperanza y la confianza nuestro futuro?

La esperanza nos constituye como seres humanos, pero la esperanza no se sostiene si no incluye a las personas”, observa Camps. “Una fe que solo se da en el estado puro en familia, en la confianza absoluta del niño con respecto a su madre y a su padre. La invalidez de la infancia obliga a confiar en los adultos para sobrevivir” (p. 194). Es decir, la confianza aquí promulgada es una especie de la esperanza, aplicada a las personas individuales.

Para Camps, la sociedad occidental sufre ahora toda una serie de adversidades provenientes del hecho de que los unos no confiamos en los otros y de que nadie confía en los políticos.

En la línea del pensamiento clásico, este ensayo propone una suerte de continuidad entre la ética y la política.

En el campo de las ideas, el hecho fundamental producido en los últimos 40 años es que nociones de matriz económica como independencia, autosuficiencia o valor se han establecido como fundamentos de la ética.

Sin matiz, son en realidad conceptos antropológicamente tuertos, cuando no ciegos. Ensalzan un concepto confuso y monádico, libertario y neoliberal, híper-egoísta, de libertad. Camps la contrapone a una “libertad relacional” (p. 145), que se hace cargo de la dependencia y fragilidad congénita de los humanos.

En el sencillo discurso de Camps se integran, sin violencia, dos tradiciones. Por un lado, aquí la ética “empieza siempre con un no, con una crítica a algo que no está funcionando como debiera” (p. 110); por otro, se debe cristalizar no en valores (abstractos), sino en costumbres que mejoren el carácter de los agentes.

Es este un libro sin oscuridades ni sorpresas, movido por convicciones extremadamente sensatas

La autora no sólo recuerda a Kant (filosofía del deber) y a Aristóteles (filosofía de la virtud), sino también a autores contemporáneos como Arendt (integridad ciudadana). Las consideraciones recentísimas de Sandel contra la meritocracia individualista o de Han contra el nihilismo egocéntrico y consumista son también saludadas en estas páginas.

Desde el comienzo, posee el texto de Camps un tono de exhortación. Dado que “la democracia evoluciona cada vez más contra sí misma” (p. 119), es preciso promover nuevos hábitos.

Contra la precariedad, contra la soledad, contra el integrismo, etcétera, Camps defiende la construcción de un ethos. Este debería tejer un algo común y, sobre él, podría volver a asentarse la perdida confianza.

La autora parece querer decir: si la confianza sigue presente, sin mella, en las familias, ¿por qué no podemos volver a difundir ese principio en la arena pública?

En el segundo trecho del ensayo, Camps presta una mayor atención a casos de ética especial o aplicada, como el de la bioética. Según la profesora, se trata de un campo exitoso, en el que la filosofía práctica ha promocionado una “humanización de la medicina” (p. 103).

También se considera aquí el fenómeno de la soledad no deseada entre los ancianos y se confía en que aparezcan “nuevas maneras de convivir” (p. 130), tras la inhóspita modernidad que erosionó los valores familiares tradicionales sin proponer nada a cambio.

Me pregunto cuáles serán esas “nuevas maneras”, si no son familiares. Un libro sin oscuridades ni sorpresas, movido por convicciones extremadamente sensatas.