Image: Japón, el paisaje del alma

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Ensayo

Japón, el paisaje del alma

Rudyard Kipling / Inazo Nitobe

16 septiembre, 2016 02:00

Matsuo Basho a caballo. Dibujo de S. Sanpu

Traducción de Ulises Ramón y Marian Montesdeoca. Círculo de Tiza, 2016. 409 páginas, 34€

Se recogen en esta hermosa y cuidadísima edición a cargo de los también traductores Marian Montesdeoca y Ulises Ramos dos textos casi antagónicos sobre Japón; de una parte el extracto de los once capítulos que dedica Kipling en su libro From Sea to Sea a relatar una escala de un par de semanas en el país nipón, del otro el impresionante Bushido del autor japonés Inazo Nitobe.

El mismo libro parece en sí mismo una fábula oriental con una intención muy clara: demostrar la ineptitud y la frivolidad con la que Occidente visita y juzga Oriente por un lado y por otro la extraordinaria delicadeza e inteligencia con la que Oriente trata de explicarse a sí mismo para ser comprendido por una mirada occidental. El texto de Kipling responde a esa célebre máxima de Maupassant referida a los libros de viaje: cuando un escritor viaja a un país durante una semana escribe un libro, cuando viaja durante algunos meses escribe un artículo y cuando vive en él durante una década no escribe ni una sola línea. Kipling, célebre ya por haber "vendido" a Occidente una India en la que sólo vivió hasta la adolescencia y que en muchas cosas estaba extraordinariamente lejos de ser real, hace en esta escala en Japón todo un alarde de lo más bochornoso de la mirada occidental: el juicio rápido, el chiste fácil, la comparación ignorante… Kipling no se priva de nada y sólo su estilo ágil y elocuente hace que sean un poco soportables estas ciento cincuenta páginas de "aventuras" a la inglesa en las que su interlocutor mental no es en ningún momento la cultura japonesa sino sus compatriotas.

La cara B de esta edición es, sin embargo, su reverso exacto. Bushido de Inazo Nitobe es para mí -y puedo decir que llevo unos cuantos leídos a las espaldas- uno de los libros más extraordinarios, sencillos y luminosos que conozco para comprender el alma nipona. Contiene también, en sí mismo, un caso extraordinario: el de un japonés de una magnífica cultura occidental, el intérprete perfecto. Tomando como organización general el Bushido (o el conjunto de principios morales de obligada observancia entre los caballeros samurái) Inazo Nitobe formula una especie de retrato espiritual de su país.

Los mismos temas que Rudyard Kipling había tratado en la primera parte de una manera apresurada y completamente superficial son "desplegados" aquí con una delicadeza y una sofisticación apabullantes. La idea de Nitobe es de una simplicidad esencial: la suma de las virtudes de un caballero de cualquier cultura es necesariamente el retrato más certero que puede hacerse de esa cultura al completo. La lealtad, la benevolencia, el honor, el valor, la rectitud… todas las virtudes propias de un caballero samurái se convierten, al ser explicadas por Nitobe, en algo verdaderamente humano. El dilema más habitual de la mirada ajena sobre Japón es el de quedarse en lo pintoresco o en lo directamente bizarro (la fijación con lo ceremonioso, por ejemplo, la insistencia en no revelar nunca los sentimientos de forma visible, el suicidio ceremonial…). Inazo Nitobe se da cuenta al instante de que, como esos son los lugares en los que tropieza la mirada ajena, no podrá hacer un verdadero retrato de su país sin humanizar esos lugares que parecen huecos o impenetrables. La mejor virtud de este libro es precisamente el de dar una dimensión profundamente humana a esos espacios.

Desvinculadas de su sentido profundo, la ceremonia y el ritual no son más que un conjunto de trabas incomprensibles que nos obligan a hacer algo de una forma compleja cuando lo habríamos podido hacer con muchísima más sencillez, pero cuando se comprende el sentido de un ceremonial se comprende también hasta qué punto la experiencia profunda y la comprensión de algo, depende de la forma que elegimos para aproximarnos a ella. El relato de Inazo Nitobe es la unión perfecta de esos dos puntos irreconciliables: la mano que realiza el ritual y la conciencia que lo explica y hace comprensible.