Image: Pequeño fracaso

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Ensayo

Pequeño fracaso

Gary Shteyngart

5 febrero, 2016 01:00

Gary Shteyngart. Foto: Libros del Asteroide

Traducción de Eduardo Jordá. Libros del Asteroide. Barcelona, 2015. 440 páginas, 22'95€

Cuando la revista Granta elaboró en 2007 su segundo listado generacional con los más prometedores novelistas americanos menores de treinta y cinco años, el nombre de Gary Shteyngart (Leningrado, 1972) apareció junto al de otros veinte como Daniel Alarcón, Uzodinma Iweala, Rattawut Lapcharoensap o Yiyun Li. Puede uno fácilmente advertir la laxitud con la que se empleó en dicha selección el término "americano". Esnobismos (y correcciones políticas) al margen, lo que en el fondo se estaba retratando era la multiculturalidad literaria que se vive hoy en Estados Unidos, con segundas o terceras generaciones de inmigrantes plenamente integradas en los ambientes universitarios, que es de donde provenían casi todos los escritores destacados por la prestigiosa publicación británica. Gary Shteyngart (en realidad, Igor Steinhorn) responde bien a este prototipo, con el aliciente de que además de ruso es judío, lo que para muchos es un cóctel literario perfecto.

Tras haber pasado su infancia en la Rusia más soviética, Shteyngart describe su llegada a suelo norteamericano, en 1979, como "algo muy parecido a caerse por un acantilado monocromático y aterrizar en una piscina en tecnicolor". Su familia se había visto beneficiada por las malas cosechas que se vivieron aquel año en la Unión Soviética y que obligaron a Brézhnev a aceptar un acuerdo ofrecido por Jimmy Carter por el que, a cambio de cereales, se permitió a los judíos salir del país. Este extraño intercambio estuvo en gran parte financiado por los judíos norteamericanos que, como confiesa Shteyngart, se sentían "culpables por su pasividad durante el holocausto".

Si el fascismo, indirectamente, permitió a su familia entrar en Estados Unidos, el comunismo fue sin duda el motivo por el que quisieron salir corriendo de un país cada día más psicótico: como ejemplo, Shteyngart nos relata la trágica historia de su tío abuelo Aarón, que tras presenciar cómo los alemanes masacraban a su familia se alistó en el Ejército Rojo para combatirlos. Aquello no impidió que al poco fuera condenado por las propias autoridades soviéticas por haber escrito un poema en el que (además de tirarle los tejos a la novia de su superior) elogiaba la tecnología de los tanques alemanes, una actividad ésta considerada contrarrevolucionaria. Para sobrellevar el drama que según Shteyngart ha supuesto ser ruso y judío durante la segunda mitad del siglo pasado, el autor tira de sentido del humor (uno más ingenioso que inteligente, todo hay que decirlo) y con él compone esta suerte de memorias de inmigrante deslumbrado (o desnortado) por Occidente, cuyo principal acierto radica en no parecer las de "uno de esos judíos que se odian a sí mismos", como le previene de forma insistente su padre. Con todo, lo que este texto ofrece, más allá de las constantes bufonadas que surgen del inevitable choque de culturas, es un magnífico relato sobre las contradicciones inherentes a los procesos de adaptación, sobre la invisibilidad y la indiferencia como medios de supervivencia, pues solo cuando el joven Shteyngart consiga pasar inadvertido en Estados Unidos, solo cuando su herencia cultural se diluya, se planteará ser feliz.

Pequeño fracaso se lee con avidez y una perpetua sonrisa. La escritura de Shteyngart se presenta tan arrebatadora (gracias también a la espléndida traducción firmada por Eduardo Jordá) que no necesita escudarse en la etiqueta de novela para trascender el hecho literario. Se trata de una obra tan transparente que no se atreve siquiera a desmentir esa máxima de la condición humana en virtud de la cual todos nos volvemos menos interesantes con el tiempo, que es lo que vemos que le ocurre a Shteyngart a medida que pasamos las páginas de estas entretenidísimas reflexiones de literato en formación.

@FranGMatute