Ensayo

La ciudad y la vida

Carmen Alborch

26 marzo, 2010 01:00

RBA. Barcelona, 2009. 363 páginas, 19 euros


Vuelve Carmen Alborch a la fórmula que tanto éxito le ha generado desde que en 1999 Temas de Hoy le encargase Solas. Una mezcla de feminismo, autobiografía, memoria política y amor levantino a la vida que le ha proporcionado material para completar con Malas (Aguilar, 2002) y Libres (Aguilar, 2004), una trilogía que reivindica la pasión y la independencia como elementos centrales en la consecución de una vida plena.

Ministra de Cultura en el último gabinete de Felipe González (1993-1996), Carmen Alborch (Castellón de Rugat, 1947) procede de la burguesía valenciana educada y progre. Estudiante, profesora y finalmente decana en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia, su vida experimenta un punto de inflexión cuando el florentino Cipriá Ciscar le nombra directora general de Cultura en 1987. A partir de entonces su carrera es meteórica, y desde la dirección del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) salta a Madrid en un momento agónico para el PSOE.

La ciudad y la vida se sitúa en el expresivo lado indómito de Alborch y en su trayectoria vital como eje narrativo. La especificidad de esta entrega radica en que el marco elegido por la autora es Valencia como espacio en el que se sitúa su vida familiar, académica, amorosa, política y artística. Fundada en 1502, la Universidad de Valencia marca en su Facultad de Derecho el espacio de la juventud de Alborch. Años en los que el cine, los libros y la música dejan una profunda huella en toda su generación. Valencia no puede entenderse sin otras muchas cosas que van saltando entre las páginas de La ciudad y la vida. Las fallas y sus mil vicisitudes y, no muy lejos del IVAM, el Mercat Central, un prodigio que regala colores y formas a todo el que allí llega.

Junto a su ciudad, la reivindicación de la amistad y el feminismo ocupa gran parte de su horizonte. Páginas que componen el tornasolado mosaico de una generación. Texto en el que quizá falte un mayor sentido autocrítico capaz de dar cuenta, por ejemplo, del hundimiento del PSOE valenciano, del fracaso de su candidatura a la alcaldía de Valencia en 2007 o de los fastos montados con el feminismo como pretexto por la Administración Pública.