Image: Querer de cine

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Ensayo

Querer de cine

José Luis Garci

22 julio, 2004 02:00

Cartel de la película Casablanca, de Michael Curtiz

Nickel Odeon. 213 páginas, 14,42 euros

Hay muchas razones para recomendar este libro, y la menos importante es, quizá, la relevancia pública de su autor o su condición de cineasta. Porque lo que ofrecen estas páginas es un puñado de cumplidos ejercicios de articulismo de vieja escuela, ejecutados con buena mano por alguien que ha sabido elegir a sus maestros (Manuel Alcántara, Alfonso Sánchez) e inventar un grato paisaje sentimental hecho de autobiografía embellecida y memorias heredadas de libros y películas.

De películas escribe Garci con entusiasmo y conocimiento de causa. Quizá la idea más interesante que se desprende de su visión del cine sea su descreimiento del tópico de escuela que asigna toda la autoría de una película al director, en detrimento de otros profesionales. Basta adentrarse, por ejemplo, en el largo ensayo que dedica a Casablanca para convencerse de que ese milagro que conocemos como "cine clásico" fue fruto no sólo de directores competentes, sino también de productores con ideas propias, de sucesivos guionistas y de directores artísticos, iluminadores, sastres, etc. que eran capaces de crear un mundo tan irreal como fiel al clima sentimental de una época.

De la recreación de ese clima tratan, precisamente, los artículos dedicados a homenajear a amigos y maestros. Las evocaciones de Garci conservan, como su cine, la grisura de fondo de una época, pero saben iluminar, contra ese fondo, las figuras destacadas de ciertos personajes que, como el ya mencionado Alfonso Sánchez o el guionista Carlos Blanco, lograron llevar a cabo, en condiciones poco favorables, una labor digna. Emparentadas con este empeño están las "listas" de películas que completan el volumen, y en las que puede detectarse un idéntico propósito de rescatar rarezas como Diferente, de Luis María Delgado, o elevar al panteón de lo consagrado juguetes tan simpáticos e intrascendentes como El día de los enamorados, de Fernando Palacios. Piezas imprescindibles, ellas también, de ese puzzle deslavazado, variable e imprescindible que es la memoria sentimental.