Byung-Chul Han. Foto: © La tonalidad del pensamiento, Ediciones Paidós

Byung-Chul Han. Foto: © La tonalidad del pensamiento, Ediciones Paidós

Letras

Crítica del último libro de Byung-Chul Han: el pensador estrella se rinde a Dios en su diálogo con Simone Weil

El autor de 'La sociedad del cansancio', que acaba de recibir el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, aborda en este ensayo casi todos los temas de su conocida filosofía de combate.

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El nuevo libro de Byung-Chul Han (Seúl, 1959) constituye una recapitulación y una novedad al mismo tiempo. En los capítulos de Sobre Dios. Pensar con Simone Weil (me pregunto por qué, si el título original es Sprechen über Gott. Ein Dialog mit Simone Weil, no se ha traducido más bien como Hablar sobre Dios. Un diálogo con Simone Weil) se tratan casi todos los temas de su conocida filosofía de combate, de antítesis sin síntesis.

Sobre Dios. Pensar con Simone Weil

Byung-Chul Han

Traducción de Lara Cortés
Paidós, 2025. 135 páginas. 14,90 €

Por otro lado, el componente de novedad de Sobre Dios reside en la teología. Ahora sí sabemos mejor desde dónde habla el conocido moralista, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades de este año (lo recoge este viernes).

Tiempo ha, en uno de sus títulos había loado el rol de los rituales y lamentado su desaparición en la sociedad contemporánea. En el libro actual, también refiere la belleza no pragmática de las ceremonias y añade el adjetivo "religiosas". Y se apunta concretamente a las "católicas" (pp. 112-113). Y ya queda todo más claro.

Lo cierto es que Han siempre ha parecido un escritor religioso, a vueltas con lo sagrado. De muchas de sus páginas se puede extraer una exhortación a la ascesis frente a los cantos de sirena. Pero la sola palabra "Dios" ha concentrado (hasta donde yo sé, por vez primera) todas sus consideraciones éticas y ha terminado de completar el paisaje.

Empieza diciendo Han: "La crisis actual de la religión no puede atribuirse sin más al hecho de que ciertos contenidos de la fe hayan perdido su validez, de que ya no creamos en Dios o de que la Iglesia haya agotado toda su credibilidad". ¿A qué se debe entonces? Entre otras cosas, considera el autor, al "declive de la atención" (p. 13).

Es decir, su postura permanece en la antropología, sólo que ahora podría hablarse de una antropología teológica. "Hoy en día", afirma, "ya no podemos rezar porque nos encontramos constantemente expuestos al ruido de la información y la comunicación" (p. 74). Por otro lado, dada la falta de atención, tampoco hay hoy en día más que un puñado de filósofos y poetas (p. 30).

"Atención", "Descreación", "Vacío", "Silencio", "Belleza", "Dolor" e "Inactividad" son entradas del glosario elemental de la pensadora contemporánea Simone Weil y, al mismo tiempo, son los títulos de los capítulos de este ensayo. Han, ducho en elaborar sus textos en torno a reflexiones de grandes figuras contemporáneas (Arendt, Foucault, Bataille, Agamben, Lévinas, etc.) ha optado por concentrarse ahora única y exclusivamente en las páginas de Weil (también comentó, en el pasado, monográficamente, las obras de Heidegger y de Hegel).

La literatura de espiritualidad cristiana de la pensadora francesa (concretamente, La gravedad y la gracia, A la espera de Dios y los Cuadernos) aparece citada en extenso en estas páginas. Realmente, más que diálogo (con las inevitables disensiones y los matices de este lado y del otro que se le presuponen), Han procede en Sobre Dios como un expositor sin pegas. Sin objeciones. Recuerda pasajes y pasajes (bastante impresionantes, por cierto) de Simone Weil y los glosa, adaptándolos a veces a nuestro inhóspito siglo XXI.

En la "Introducción", Han reconoce: "Hace ya algún tiempo que Simone Weil se coló en mi interior. Se instaló en mi alma. Y hoy en día sigue viviendo y hablando dentro de mí" (p. 9). En efecto, las consideraciones, tan negativas siempre, de Han sobre nuestra sociedad tecnologizada e hiperconectada a la Red se articulan bastante bien con textos de Weil. Ella, marxista heterodoxa, hablaba del hombre moderno como "esclavo de sus propias creaciones" (p. 105).

¿No es acaso el tema cardinal de la no breve obra haniana? Han describe al hombre contemporáneo como un insaciable consumidor de sus propias creaciones. Decir que Weil articula bien las consideraciones de Han viene a significar que la escritora juega un papel en los juegos de oposiciones.

Como dije antes, todos los temas hanianos son tratados como en rapsodia (el amor, las ceremonias, los rituales, la belleza) pero no es siempre fácil de deslindarlos del pensamiento de Weil. La idea de descreación es una de las principales aportaciones. Han la hace suya. Afirma Han: "Si nosotros, como criaturas surgidas del amor de Dios, nos descreamos, es decir, renunciamos al yo y nos transformamos en nada, estamos participando de la potencia absoluta de Dios" (p. 41).

Leer a Byung-Chul Han es siempre grato, y más en este caso. Weil le ayuda a no ser repetitivo

En este desapego de la propia identidad hay mucho que ganar, parece ser. La voluntad de poder se acalla. Para empezar, aparece el amigo: el prójimo auténticamente entendido (p. 57). Además, uno queda entonces en condiciones de admirar la belleza del mundo y de las artes.

Por cierto, como Plotino y Agustín, asegura Han/Weil que la belleza es una "prueba" (p. 83) de la existencia de Dios y arremete contra Immanuel Kant (p. 82), por su acercamiento inmanente a la estética, aunque, a continuación, afirma que "la belleza es un medio sin fin" (p. 86), una formulación, por otro lado, perfectamente kantiana (es más, ¿no es contradictorio afirmar que algo es una prueba y que carece de fin al mismo tiempo?).

El dolor y la compasión (pp. 98-101) son también considerados como temples fundamentales de gran valor revelador. El reto de la auténtica vida humana según Han no es otro que traspasar la barrera solipsista hacia la alteridad. Por otro lado, las distinciones entre lo sagrado y lo profano ofrecen una pauta para articular la vida humana en el espacio y en el tiempo. Lo sagrado es también para Han la fiesta que nos libera del trabajo (en realidad, ya Demócrito dijo: "Una vida sin fiestas es un largo camino sin posadas", Diels-Kranz, p. 230).

Por otro lado, según él Weil pertenecía a la sociedad disciplinaria. Hoy vivimos en la sociedad del cansancio. ¿Cómo puede ser que aquellas consideraciones encajen tan bien en estos tiempos? En fin, nuestro mundo actual, globalizado e hiperconectado, parece ser para Han algo repulsivo. "Los tres monstruos de la civilización actual son el capital, la digitalización y la inteligencia artificial" (p. 111), dice. Pero en realidad, a veces da la sensación de que todo es monstruoso a sus ojos.

Aquí unas palabras sobre la IA: "La inteligencia artificial tan solo administra cuantías. Por eso se deja acelerar. A diferencia de ella, el espíritu vacila y espera. También puede retroceder por pudor y, al instante siguiente, dejarse llevar por una obsesión. El pudor, el deseo y la obsesión son elementos completamente ajenos a la inteligencia artificial" (p. 109).

Posiblemente, Han tiene toda la razón en todo lo que dice. Tiene, como se suele decir, más razón que un santo, pero, ya se había explicado. Leerlo es siempre grato, y más en este caso, con citas tan jugosas. Weil ayuda a Han a no ser fatigosamente repetitivo. Por último, este libro me ha parecido schopenhaueriano de arriba abajo, aunque no se cite al pensador de Danzig.