Un collage con la imagen de la filósofa Hannah Arendt. Foto: Rubén Vique

Un collage con la imagen de la filósofa Hannah Arendt. Foto: Rubén Vique

Letras

Hannah Arendt y Palestina, la advertencia olvidada sobre el riesgo de "convertirse en el polvorín del mundo"

Una nueva edición de 'Sobre Palestina' rescata un ensayo inédito de la pensadora y un informe en el que, junto a otros autores, apostó por soluciones concretas al drama de los refugiados.

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El interés de Hannah Arendt (1906-1975) por Palestina se remonta a 1935, cuando visitó por primera vez Haifa y Jerusalén. El viaje formaba parte de su trabajo en la Aliá Joven, una organización sionista que rescató a miles de niños judíos del Tercer Reich ayudándolos a emigrar a Palestina. Arendt, que colaboró con ellos hasta 1939, vivía en París, de donde huiría a Lisboa en 1940 y a Nueva York un año más tarde.

Sobre Palestina

Hannah Arendt

Traducción de Joaquín Chamorro. Taurus, 2025. 288 páginas. 21,75 €

Como recuerda Thomas Meyer en uno de los paratextos de Sobre Palestina, en esos años muchos artículos de Arendt, sobre todo los que publicó en Der Aufbau –periódico neoyorquino fundado por emigrantes judíos de habla alemana, en el que escribieron grandes figuras del exilio como Thomas Mann o Stefan Zweig–, se ocuparon del establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina.

Arendt, a diferencia de lo que tantas veces se ha dicho, nunca se opuso de plano a la fundación de Israel, aunque expresó sus dudas ante las circunstancias en que iba a producirse. Pensaba que el Estado se había diseñado sin tener en cuenta a los palestinos. Y advirtió enseguida –mucho antes de 1948– que la dependencia y protección necesarias de EE. UU. contribuirían a que el conflicto se perpetuase.

Esta edición de Meyer, autor de la biografía más reciente de Arendt (Anagrama), intenta esclarecer la postura de la pensadora judía mediante dos textos. Por un lado, ofrece un ensayo inédito de 1944, de apenas quince páginas, en el que Arendt analiza precisamente la política estadounidense en la región.

Arendt advierte del peligro de que el nuevo Estado arranque y sobreviva solo al amparo de una potencia garante, a cuyos intereses –que podrían cambiar con el tiempo– estaría siempre sometido. Es el único texto del libro escrito por Arendt. Redactado antes de la guerra de 1948, es previo, por tanto, al éxodo masivo de palestinos y a la expulsión de miles de judíos de los países árabes, por lo que el problema de los refugiados –que más tarde consideraría el mayor obstáculo para la paz– queda fuera de su reflexión.

Arendt anticipa un futuro en el que judíos y árabes estarían a merced de los intereses cruzados de potencias como EE.UU. y Rusia

Arendt es crítica con la política estadounidense en la zona, que según ella tiene rasgos peligrosamente coloniales. Dice que la región corre el riesgo de "convertirse en el polvorín del mundo" y anticipa un futuro en el que judíos y árabes estarían a merced de los intereses cruzados de potencias como Inglaterra, EE. UU. y Rusia.

El segundo texto es un largo informe de 1958, impulsado por el Institute for Mediterranean Affairs y firmado por 17 autores, entre ellos intelectuales palestinos e israelíes, además de la propia Arendt. Cuando aceptó añadir su nombre, Arendt ya era la autora de los Los orígenes del totalitarismo y, por tanto, una de las teóricas políticas más importantes del mundo, así que la institución buscó su apoyo para dar publicidad al informe.

Es dudoso que participara en su redacción, aunque sabemos, por una carta enviada a su maestro Karl Jaspers, que compartía sus puntos de vista. Para lograr la paz, creía Arendt, había que solucionar el problema de los refugiados. En un ensayo de 1950 escribió que sus miserables condiciones de vida alimentarían una espiral de violencia, al reforzar la impresión de los Estados árabes de que Israel planeaba una expansión agresiva.

El informe de 1958, por otro lado, está lleno de sensatez y deja la amarga sensación de una oportunidad perdida. Los autores alertaron de que el final del conflicto solo llegaría si se garantizaba una "vida digna y normal" al millón de refugiados palestinos (hoy, según la UNRWA, son más de 5,5 millones) que vivían en la Palestina árabe, Jordania, Líbano y Siria. Y hacía un llamamiento a que la razón imperase frente a las emociones.

No se trataba, decían, de proponer soluciones manidas como la de "uno o dos Estados", ni de determinar quién tenía la culpa del destino de los refugiados. Tampoco, por supuesto, era cuestión de establecer quién había vivido más tiempo en Palestina ni quién había cometido más atrocidades contra el otro bando.

Como ahora, hace 65 años se discutían aspectos que solo generaban confusión: mientras miles de personas sufrían la expulsión y la miseria, se debatían cuestiones abstractas como los derechos históricos de los pueblos, la legitimidad del Estado de Israel y, en definitiva, quién tenía derecho a imponer sus razones. Los autores creían llegado el momento de las soluciones concretas.

Proponían crear una comisión internacional bajo el paraguas de la ONU que ofreciese a los refugiados un reasentamiento entre varios a elegir, además de dinero y vivienda para empezar una nueva vida.

Ya entonces se sabía que pocos refugiados árabes –muchos menos de los que el Gobierno israelí pensaba– elegirían volver a Israel, donde difícilmente podrían retomar su vida. Pero en el caso de que lo hicieran, decía el informe, tendrían que declarar su lealtad al nuevo Estado.

Los fondos necesarios, no más de 400 millones de dólares, tenían que salir de las aportaciones de miembros de las Naciones Unidas: "Aunque Estados Unidos tuviera que pagar el coste de todo el proyecto –se decía en las conclusiones–, sería un precio muy barato incluso si se vieran las cosas solo en términos de la contribución que supondría reducir las tensiones en Oriente Próximo y la consiguiente prevención de los peligros de una guerra mundial".

Cuando se redactó el informe, habían pasado diez años de la guerra que siguió a la proclamación del Estado de Israel y a la invasión del país por parte de los Estados árabes vecinos. En 1958, gran parte de los millones de refugiados que provocó la Segunda Guerra Mundial ya había sido rehabilitada. Los refugiados palestinos, en cambio, no solo seguían siendo refugiados, sino que su número no paraba de crecer. Un problema, a la vista está, que sigue lejos de solucionarse.