
Yoko Ono y John Lennon en una de sus "encamadas por la paz" durante su luna miel, en el momento álgido de la guerra de Vietnam. Hotel Queen Elizabeth, Montreal, Canadá, 1969. Fotografía: Ivor Sharp. © Yoko Ono Lennon.
La culpa de todo no la tuvo Yoko Ono: la biografía que desmonta el mito de "bruja que separó a los Beatles"
Las memorias de la artista escritas por David Sheff narran su infancia traumática, su relación con John Lennon, el escarnio público, el secuestro de su hija y el posterior resurgimiento de una creadora única e incomprendida.
Más información: Anagrama cancela definitivamente la publicación de 'El odio', el libro sobre José Bretón
En el capítulo de Los Simpson que parodia la historia de los Beatles, Homer, Apu, Skinner y Barney montan un cuarteto de pop (Los Solfamidas) que alcanza fama mundial. Pero al poco de que Barney llegue con su nueva novia japonesa, con la que ha compuesto una canción consistente en alternar hasta la saciedad las palabras “número 8” con eructos, el grupo se disuelve.
Padre de familia fue aún menos sutil: en uno de sus episodios, Stewie amenaza a alguien con hacerle “lo que le hizo a John Lennon”. Acto seguido se da paso a un flashback en el que el bebé de los Griffin es el que presenta al músico y a la artista (“John, ¿conoces a Yoko?; Yoko, John”). La amenaza era la destrucción.
La imagen de Yoko Ono que proyectan estas escenas de dos de las series de animación más populares de todos los tiempos coincide plenamente con la que buena parte de la opinión pública tiene aún de la artista japonesa. Y en España es imposible pensar en Yoko Ono sin que automáticamente nos venga a la cabeza aquel satírico estribillo de Def Con Dos: “¡La culpa de todo la tiene Yoko Ono!”.
“Todo el mundo conoce su nombre, pero nadie sabe lo que hace”, decía de ella John Lennon, que la describió como la artista desconocida más famosa del mundo. Pero para mucha gente es, simplemente, “la bruja que separó a los Beatles”. Ese es el sambenito que acarrea Yoko Ono desde 1970, y ella misma, desafiante, tituló así dos de sus últimos discos, los álbumes de remixes: Yes, I’m a Witch (2007) y Yes, I’m a Witch Too (2016).
Una defensa en forma de libro
55 años después, ve la luz una biografía de la incomprendida artista, que más allá de su relación con Lennon y los Beatles permanece en el imaginario colectivo por sus gafas de sol oscuras, sus sombreros, sus extrañas performances artísticas y sus improvisaciones musicales en las que básicamente se dedica a emitir gritos y gruñidos.

Yoko Ono en 2009 en la Bienal de Venecia, donde le concedieron el León de Oro a su trayectoria. Foto: Gtres
Pero Yoko Ono es mucho más que eso. Es una de las artistas pioneras del arte conceptual y feminista, y ha sido destacada defensora de la paz y el desarme nuclear. Su famosa obra Cut Piece, por ejemplo, en la que se ofrecía para que el público cortase con unas tijeras fragmentos de su ropa y que la puso en peligro en más de una ocasión, es un reflejo de la vulnerabilidad de las mujeres y la violencia a la que son sometidas. En otra de sus obras con instrucciones, que rompían la barrera entre el arte y los espectadores, invitaba a estos simplemente a “volar” (Fly Piece), y en otra, a “escuchar el sonido de la Tierra rotando” (Earth Piece). Como dijo la artista y música Laurie Anderson, “Yoko tenía una idea revolucionaria, y es que para ella el arte existe principalmente en nuestras mentes, y es precisamente allí donde sus obras se manifiestan”.
El autor de esta biografía que se presenta como unas memorias es David Sheff, periodista conocido por su entrevista a John Lennon y Yoko Ono para Playboy en 1980 con motivo del lanzamiento de su álbum conjunto Double Fantasy. También ha entrevistado a otras grandes figuras del arte y la cultura popular, como Frank Zappa, Steve Jobs, Ai Weiwei, Keith Haring, David Hockney o Jack Nicholson, y es autor de algunos libros de no ficción, entre ellos otro que ya dedicó a la pareja Ono-Lennon.
Para escribir la vida de Yoko Ono, Sheff ha tenido acceso ilimitado a las cartas, diarios, videos y manuscritos inéditos de Yoko Ono, así como el contacto con su familia, amigos más cercanos y colaboradores. Además, ha contado con cajas de diarios, transcripciones y horas de conversaciones que han tenido lugar durante décadas, tanto antes como después de la muerte de John Lennon. Sean Lennon, que se encarga de los asuntos personales de Yoko (y ahora ya de todo el legado de su padre), ha respaldado el proyecto y ha brindado toda su colaboración al libro.
Sheff sintetiza muy bien cómo es la imagen de Yoko Ono que ha prevalecido: “Se han escrito miles de artículos y libros acerca de John Lennon y los Beatles. En la mayoría de ellos, Yoko Ono aparece como una caricatura, una curiosidad, o incluso una villana; como una seductora inescrutable, una estafadora, una manipuladora, una espuria felina que hipnotizó a Lennon y provocó la ruptura del mejor grupo de música de la historia”. Además, tiene muy claro el verdadero motivo de esta animadversión hacia ella: “una misoginia y racismo clamorosos”.

El 21 de marzo de 1965, Yoko Ono representó 'Cut Piece' en el Carnegie Recital Hall de Nueva York. Foto: Minoru Niizuma © Yoko Ono
Aunque Sheff, amigo personal de Ono, asegura que “no ha maquillado la verdad con el fin de dibujar a Yoko ni como una santa ni como una pecadora”, el libro ha recibido algunas críticas por considerar que presenta una versión demasiado parcial y favorable a la artista. The Guardian, por ejemplo, lo define como “una defensa unilateral y poco crítica” de Ono, y que no aporta pruebas concretas para respaldar esas acusaciones de misoginia y racismo.
La revista literaria estadounidense Kirkus Reviews, por su parte, reconoce que Sheff aborda algunos aspectos controvertidos de la vida de Ono, como su adicción a la heroína y su interés en la numerología, pero que el libro en general actúa como una defensa de la artista y carece de objetividad.
Una infancia entre lujos y bombas
Por vía materna, Yoko pertenecía a una de las cuatro familias más ricas de Japón, los Yasuda. Pasó sus primeros años en Tokio entre lujos y colegios de élite, pero sin muestras de afecto. Sus padres eran distantes y la mantuvieron alejada de otros niños. Su madre, una mujer llena de contradicciones, dio instrucciones a sus cuidadoras para que no la ayudaran a levantarse si se caía, supuestamente con la buena intención de hacer de ella una mujer fuerte. Pero consiguió lo contrario: Yoko se convirtió en una niña solitaria, insegura y depresiva. Encontró refugio en su imaginación y en el arte, pero eso no impidió que intentara suicidarse en varias ocasiones durante la adolescencia.
Siendo aún una niña, Yoko vio con sus propios ojos la destrucción de la Segunda Guerra Mundial. Tenía ocho años cuando desde la ventana de su cuarto vio Tokio arder bajo las bombas estadounidenses, y huyendo del peligro, la familia se trasladó al pueblo de Nagano, donde dio subsistió mediante el trueque y la mendicidad. Allí, al cargo de su hermano pequeño Kei, su capacidad fabuladora dio sus primeros frutos: muertos de hambre, imaginaban que comían sus platos favoritos.

Retrato familiar, sin fecha, tomado en San Francisco, donde aparece Yoko con sus padres, Eisuke e Isoko, dos figuras frías y distantes. Yoko nunca obtuvo de ellos el amor y el apoyo que anhelaba. © Yoko Ono
Cuando creció, la madre de Yoko la incitó a ser una mujer independiente, pero al mismo tiempo, por las apariencias sociales, deseaba que se “casara bien”. En la fiesta que sus padres organizaron con el objetivo de que Yoko encontrara un novio banquero o similar, ella en cambio se pasó la noche hablando y fumando con el pianista que habían contratado. Años más tarde se reencontrarían en Nueva York y Yoko se casaría con él.
Yoko Ono estudió en la universidad en Tokio y Nueva York, pero no acabó ninguna carrera. Se estableció en el Greenwich Village, donde formó parte de una revolución que cambió la forma en que se concebía y creaba el arte. “Siempre se negó a limitarse a una única expresión artística — afirma Hans Ulrich Obrist, comisario, crítico e historiador de arte —. Yoko es pintora, poeta, escultora, cineasta, arquitecta y escritora, por lo que no fue aceptada en ninguno de estos círculos. Incluso los movimientos de vanguardia mostraron cierta resistencia en acogerla”.
Pero en los años 60 consigue poco a poco recibir críticas positivas, tanto en Nueva York como en Londres, donde conoce a Lennon. En su primer encuentro, ella ya es algo conocida en el mundo del arte de vanguardia, pero su fama es ínfima comparada con la del beatle.
La relación con John Lennon
En una vida de más de 90 años, lo que ha conformado la imagen que el mundo tiene de Yoko Ono siguen siendo los 14 años que pasó junto a Lennon. Lo conoció el día en que él fue invitado a una visita privada de una exposición de la artista en la Indica Gallery de Londres, el 9 de noviembre de 1966. La biografía recrea sus primeros encuentros y llamadas telefónicas, cómo Lennon se volvió loco por ella y cómo comenzó la relación de estas dos almas gemelas que se convirtieron en amigos, amantes y estrechos colaboradores en el arte, la música y el activismo.
Pero desde el primer momento en que aparecieron juntos en público, Yoko Ono fue sometida a un feroz escrutinio y críticas, la llamaron rompehogares (ambos se separaron de sus parejas para estar juntos, pero el calificativo solo se lo aplicaron a ella) y acabarían acusándola de ser la persona responsable de la separación de los Beatles.
Yoko tuvo que soportar que circularan todo tipo de falsedades, como que ella lo persiguió en un taxi el día que se conocieron o que se separaron pero volvieron porque ella contrató a alguien que hipnotizó a Lennon, o que este era violento con su hijo Sean. Todos ellos son desmentidos en la biografía escrita por Sheff.
En 1975 nació el primer hijo de la pareja, Sean Taro Ono Lennon, y Yoko Ono vivió los cinco años más felices de su vida desde ese momento hasta el 8 de diciembre de 1980, día en que el perturbado Mark David Chapman mató a Lennon de cinco disparos en la puerta del edificio Dakota de Nueva York, donde residían.
Tras el asesinato, “la responsabilidad de mantener vivo el legado de John recayó en Yoko. Lo consideraba su deber: para los fans, para el mundo, y para él”. Ella misma afirmó: “Nunca me vi como una viuda, sino como una soldado. Ambos luchamos por la libertad, por la justicia y por la expresión personal, y John cayó en combate, Así es como lo concebía yo. Y por eso sentía que mi deber era seguir luchando”.
A Yoko la acusaron de querer enriquecerse a costa de ese legado musical. Publicó veinte álbumes, entre reediciones, maquetas, remixes, colecciones y recopilatorios. “Cada nuevo lanzamiento iba inevitablemente acompañado de los correspondientes comentarios sarcásticos sobre querer aprovecharse de John, pero lo importante es que los fans aplaudían cada uno de los discos, muchas gente descubrió de esta forma la música de John y consiguió lo que se proponía: que John siguiese copando titulares, listas de éxitos y ondas radiofónicas”.
Como dijo el galerista y comisario de su retrospectiva de 1998 Jeffrey Deitch, el mundo del arte seguía entonces sin ver con buenos ojos a Ono. “Yoko era una celebridad, su nombre iba unido al de John Lennon, y era difícil tomársela en serio. Esa era la actitud imperante: a las mujeres no se las tomaba en serio. A las mujeres asiáticas, menos aún. El mundo estaba en manos de hombres estadounidenses, alemanes o británicos”.
Detenidos en Mallorca
Después de iniciar su relación con Lennon, Yoko se separó de su segundo marido, el cineasta Anthony Cox. En 1971, tras un fallo judicial que otorgaba la custodia compartida, Anthony Cox desobedeció la orden y se llevó a su hija Kyoko a Mallorca, donde la matriculó “en un jardín de infancia de meditación trascendental”. Yoko y John se enteraron y viajaron hasta allí, la recogieron de la escuela y la llevaron a su hotel, pero acabaron en comisaría acusados de secuestro.

Portada de 'Yoko', de David Sheff (Libros Cúpula)
Después de aquel episodio, Anthony Cox se mudó a Estados Unidos con la niña, desapareciendo de nuevo sin dejar rastro. Durante años, vivieron ocultos bajo identidades falsas, incluso integrándose en una secta llamada Iglesia Palabra Viva y conocida como "El camino", de la que lograron salirse en 1977.
Desconocer el paradero de su hija fue uno de los grandes sinsabores en la vida de Yoko Ono. Después de más de dos décadas sin contacto, Kyoko se reencontró con su madre en 1998. Desde entonces, han mantenido una relación privada, alejada del escrutinio público.
El renacer de Yoko Ono
A partir de los años 2000, Yoko Ono no solo fue redescubierta por el mundo del arte, sino también por nuevas generaciones que empezaron a verla como una precursora del feminismo, la performance y la experimentación artística. En 2009, la Bienal de Venecia la reconoció con el León de Oro a la Trayectoria. En 2013 su exposición en el MoMA de Nueva York consolidó su posición como una figura central del arte conceptual del siglo XX. Un año después, el Guggenheim de Bilbao organizó una retrospectiva con más de 200 obras suyas.
David Sheff recoge cómo, incluso en sus últimos años, Yoko se ha mantenido creativa, activa y lúcida. A través de proyectos como Imagine Peace Tower en Islandia —un monumento luminoso dedicado a John Lennon—, y sus publicaciones en redes sociales firmadas con el mensaje “imagine peace”, Ono supo trasladar su mensaje pacifista al siglo XXI.
El libro también muestra a una Yoko íntima, frágil pero firme, rodeada de cuidadores y bajo el cuidado de su hijo Sean, quien ha tomado las riendas de su legado artístico. En sus últimos años, Yoko ha experimentado problemas de movilidad y salud, pero ha seguido presente en actos simbólicos y en el mundo cultural.
Sheff concluye la biografía con una mirada a la posteridad: Yoko Ono, que pasó buena parte de su vida siendo objeto de burlas, incomprensión y misoginia, ha acabado por emerger como una figura radicalmente moderna, cuyo arte sigue interpelando a las nuevas generaciones. Una mujer que, como escribió Laurie Anderson, "creó obras imposibles para un mundo que ahora empieza a entenderlas".
Quizá el mayor triunfo de Yoko Ono no fue sobrevivir a las tragedias que ocurrieron en su vida, sino haber sido capaz de convertir el dolor, el arte y la resistencia en una misma cosa.