
El escritor Juan Manuel de Prada. Foto: Laura Mateo
Juan Manuel de Prada: "España se ha europeizado para mal. Hasta los pícaros han perdido carácter"
El escritor publica 'Cárcel de tinieblas', segunda parte de 'Mil ojos esconde la noche'. En ella sigue los pasos de Fernando Navales, también protagonista de su ópera prima.
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Como proyecto babilónico se podría calificar Mil ojos esconde la noche, la última obra de Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) ambientada en la Francia colaboracionista durante la II Guerra Mundial. Tanto, que su sello, Espasa, tomó la decisión de dividir sus más de 1.500 páginas en dos volúmenes, titulados La ciudad sin luz (2024) y Cárcel de tinieblas, publicado el pasado mes de marzo.
Unas dimensiones que amedrentan, como también lo hace la prolijidad en el lenguaje del que siempre ha hecho gala su autor. "Barroco" es la palabra favorita de muchos para describirle. "Es un escritor exuberante y genial, la palabra magullada, la estampa viva del zigurat arrepentido, el lenguaje estrujado, el pensamiento sin fronteras, libre e independiente", decía Luis María Ansón, más imaginativo, en este mismo medio con motivo de la publicación de la primera parte de Mil ojos esconde la noche.
La exuberancia es, en efecto, un rasgo distintivo tanto del carácter como de la prosa de Prada. No se confunda, sin embargo, el virtuoso manejo del lenguaje con la simple floritura, o, peor aún, la cursilería o la pedantería. Quien ganara en 1997 el Premio Planeta por La tempestad no le hace ascos al olor a podrido. Su verbo se rinde con frecuencia ante la evidencia de la insalvable escatología de la vida, lo que lo vincula al tremendismo que inaugurara en su día Cela durante la posguerra. El vergel de Prada debe su frondosidad, sobre todo, a carecer de reparos a la hora de describir la contundencia del abono sobre el que crece.
En Mil ojos esconde la noche, Prada recupera a Fernando Navales, quien fuera protagonista de la muy celebrada Las máscaras del héroe, su primera novela. En la historia publicada en 1996 nos ofrecía un fresco de la bohemia española de principios del siglo XX. Ahora, en la trama que nos llega 30 años después, nos encontramos al mismo personaje trabajando como corresponsal para el Arriba en el París ocupado mientras ayuda a dar caza a los "rojos" exiliados. Cárcel de tinieblas no será, probablemente, lo último que sepamos de este hombre: su creador ya avisa en una nota final que, de ser bien acogido este libro por el público, le seguirán más.
Juan Manuel de Prada se reúne con El Cultural un martes por la tarde en una cafetería de postín situada en el tramo de la madrileña calle de Preciados que desemboca ya en la plaza de Santo Domingo. La ha elegido él mismo. Cuando llega al local, dirigido a la mesa por unos camareros de chaleco y gomina a los que conoce, se muestra insatisfecho con el lugar que ha dispuesto el servicio. "¡Julio, nos sentaremos en la mesa del fondo!". Y allí, con muy buenas formas, nos sitúan.
Pregunta. Comencemos por lo que nos dice en la nota final de su novela. ¿Está satisfecho con la recepción del libro? ¿Podemos esperar una, como usted dice, "tercera salida" para Navales?
Respuesta. Sí, a la gente le está gustando. A mí me gustaría escribir dos novelas más protagonizadas por Navales, una en la Guerra Civil y otra en los años 40, tras su vuelta de París. Aunque no depende solo de mí. O sí, pero depende también de que esté vivo y siga escribiendo. Es posible que las escriba con el tiempo, sí, pero no de forma inmediata.
P. Entonces, ¿no será su próximo proyecto?
R. No, no, no. Ahora haré algo que no tenga nada que ver con Navales, pero todavía no tengo nada concreto en mente.
P. En un momento dado de la novela, Navales defiende el derecho del escritor a contradecirse, porque su deber es "expresar estados de opinión y de ánimo diversos". ¿Está de acuerdo con la opinión de su protagonista?
R. Defiendo el derecho a la rectificación, por supuesto, pero no el decir una cosa y la contraria al mismo tiempo. Navales es bastante amoral, así que él considera que lo importante de la literatura es que sea impactante en lo estético. Considera que cualquier otra función es insustancial. Yo no soy de esa opinión.
P. ¿Usted mismo se ha contradicho como escritor? ¿En alguna ocasión le han hecho reproches en ese sentido?
R. En líneas generales creo que soy un escritor con un pensamiento bastante homogéneo. He podido tener una evolución en determinados aspectos, pero yo diría que soy bastante fiel a mis ideas, a mis principios. No creo que haya grandes contradicciones en lo que he escrito, la verdad. Lo que hay es una evolución, que es perfectamente natural.
P. ¿Y en qué sentido ha evolucionado el escritor que con tan solo 26 años, en 1997, trajo a la vida por primera vez a Navales? ¿Qué queda actualmente del autor de Las máscaras del héroe?
R. Yo creo que casi todo. Evidentemente han pasado casi 30 años, así que ese escritor ha adquirido mayor oficio y tiene una visión más certera tanto del oficio literario como de la vida. Pero no creo que haya muchas diferencias. De hecho, he recuperado un personaje, le he dado voz nuevamente y creo que es una voz esencialmente igual a la de mis comienzos.

Juan Manuel de Prada durante su entrevista con El Cultural. Foto: Laura Mateo | El Español
P. ¿Es su literatura barroca?
R. Sí, sin duda. Lo que pasa es que hoy en día la gente lo interpreta en un sentido peyorativo. El Barroco es un movimiento artístico, literario, estético... y me atrevería a decirte que filosófico y de pensamiento. Hoy en día "barroco" se convierte en sinónimo de complejo, alambicado o florido. Incluso de pedante. Pero claro, eso ya es un término peyorativo que le da el insufrible europeísmo que nos invade. El Barroco es el movimiento más propiamente español, seguramente sea la gran aportación española a la historia de las artes y las letras. Lo dramático es que un escritor barroco tenga que explicar lo que es ser barroco.
P. También se ha dicho que sus dos últimas novelas, que forman parte de una misma historia, son "excesivas" por sus más de 1.500 páginas. ¿Está de acuerdo?
R. No. Yo creo que esta historia tiene sus páginas. A Mozart una vez le dijeron que a una de sus obras le sobraban notas, y entonces él respondió: "¿Cuántas?". No, yo creo que toda historia tiene sus dimensiones y esta tenía que tener estas dimensiones. Esta es una novela de novelas, donde yo decido que todos los personajes tengan su historia y vemos cómo se desarrolla cada una en los cuatro años que dura la trama. Yo creo que esas casi 1.600 páginas es una versión hiperconcentrada de lo que podría haber sido. Al contrario, tuve que quitarle muchas páginas.
»Creo que hoy en día existe una obsesión con el tema de la extensión de las novelas, porque como llevamos una vida muy agitada, las novelas tienen que ser breves. Es una estupidez. Se intenta imponer como una petición del público, y es mentira. Es sobre todo una petición del editor. El editor sabe que hay unos topes psicológicos para los libros, los precios... Dentro de esos topes a él lo que le conviene mucho más es vender un libro de 200 páginas que uno de 800. Si mi novela tuviera 200 páginas en lugar de 800, mi editor prácticamente pediría el mismo precio por ejemplar. Sale mucho más rentable que sea corta.
»Pero a una persona, cuando le gusta un libro, ¿de verdad quiere que sea corto? Me parece una cosa grotesca. Cuando estás disfrutando de una buena comida no te apetece que sea breve. Lo mismo con un fin de semana de retiro. No creo que cuando disfrutamos de algo nos apetezca que sea corto. Es un disparate.
"El Barroco es el movimiento más propiamente español, seguramente sea la gran aportación española a la historia de las artes y las letras. Lo dramático es que un escritor barroco tenga que explicar lo que es ser barroco" Juan Manuel de Prada
P. Se ha definido al personaje de Navales como un "arribista". ¿Es un reflejo de la sociedad española? ¿Seguimos siendo esa España "pícara"?
R. Bueno, primero habría que recordar que la palabra "arribista" es un galicismo (arriviste), con lo cual el arribista es fundamentalmente francés, no español. En España está la tradición del pícaro, que no es necesariamente lo mismo. Al arribista lo que le impulsa es el afán de medro, de trepar. Al pícaro lo que le mueve es su supervivencia. Pero Navales es, sobre todo, un resentido. Es su motor principal.

Juan Manuel de Prada en un momento de su entrevista con El Cultural. Foto: Laura Mateo | El Español
»En cuanto a si seguimos siendo esa "España pícara"... bueno, se ha europeizado mucho y siempre para mal. Hasta los pícaros han perdido carácter. En la política se puede ver. Ahora el pícaro se ha convertido más bien en un estafador a la europea: el de los pelotazos, el que se lleva la comisión. Es más aburrido.
Malabarismos con la historia
P. La Francia ocupada que nos muestra en Mil ojos esconde la noche es muy diferente a la de la resistance que tanto enorgullece a los franceses.
R. Es la Francia que han tratado de ocultar. En la creación del mito de la resistencia hay un intento de negar la historia de Francia y también un intento de salvación del país. Un intento grandilocuente pero muy eficaz de ocultación de lo que ocurrió en esos años oscuros. Es la gran creación de uno de los grandes genios políticos del siglo XX, Charles de Gaulle. Ante un país que estaba al borde de una guerra civil y había sido mayoritariamente colaboracionista, tuvo la habilidad de hacer creer a los propios franceses que todos habían sido resistentes a la ocupación, con la salvedad de una minoría de miserables a los que castigaron.
»Birlibirloque, de una forma menos pragmática, más gozosa y celebrativa, pero es un procedimiento muy parecido a lo que se hizo en España durante la Transición, haciéndoles creer a los españoles que todos somos grandes demócratas y que los franquistas eran cuatro gatos. Se olvida que dos días antes la gente iba a celebrar los logros de Franco, frenéticos y alborozados. Estas mistificaciones han existido en todos los pueblos. En general, la historia del siglo XX es una montaña de mentiras. Lo que pasa es que ninguna sociedad como la francesa consiguió hacerlo de forma tan genial.
»Los franceses actuaron de forma muy cuestionable durante esos años. A los refugiados españoles de la Guerra Civil los trataron como perros sarnosos. Y, sin embargo, todos tenemos a Francia como la patria de los derechos humanos. Es impresionante.
"Macron es un cabeza de chorlito, y si esa cabeza es la que acaudilla, cómo estarán las otras". Juan Manuel de Prada
P. ¿Es la Francia de hoy heredera de la de aquellos años?
R. Digamos que cuando silencias unos hechos o los cubres con el velo de las mentiras, eso queda ahí. Ese cadáver que estás escondiendo se pudre e inevitablemente respiras sus miasmas. Te alimentas de su putrefacción.
P. ¿Qué le parece que Macron se esté erigiendo como cabeza de esa Europa que enfrenta sola a Rusia?
R. Que Macron sea una de las cabezas de ese movimiento nos habla de cómo están las cabezas en Europa en estos momentos. Es un cabeza de chorlito, y si esa cabeza de chorlito es la que acaudilla, cómo estarán las otras. Me parece penoso y me gustaría que en estos momentos hubiera cabezas como la de De Gaulle, que aunque creara la ilusión de la que estábamos hablando, tenía categoría.

Juan Manuel de Prada durante su entrevista con El Cultural. Foto: Laura Mateo | El Español
»Me parece preocupante el nivel de los gobernantes europeos en esta coyuntura. En general, lo que percibo es a gente que, ante cualquier problema internacional, lanza mensajes absolutamente lamentables que se resumen en "vais a ser más pobres y la culpa la tiene Putin o la tiene Trump". ¿Qué tenía que ver la guerra de Ucrania con el aceite de oliva? Lo primero que dijo Von der Leyen respecto a los aranceles era que la lista de la compra se iba a encarecer. ¿Es que las naranjas vienen de Nebraska?
»Del mismo modo, Pedro Sánchez dijo el otro día que iban a crear un fondo de millones de euros para que las empresas españolas no sufran los aranceles. O sea que lo que quieren es vaciar los bolsillos de los españoles para que los gringos sigan comprando nuestros productos. Alucinante, ¿no?
"Las grandes editoriales en España han dejado de creer en la calidad literaria. Consideran que hay que premiar a gente famosa absurda"
P. Uno de los personajes más importantes de Mil ojos tiene la noche es Ana de Pombo. ¿Qué opina del Premio Cervantes que se le ha otorgado recientemente a su nieto, Álvaro Pombo?
R. Es uno de los mejores escritores españoles vivos, si no el mejor. Me parece excelente que se lo hayan dado. Lo que no aplaudo es el trato displicente que le dispensó a su abuela en alguna novela. Pero sí, me parece un gran escritor.
P. ¿Qué piensa de la literatura que producen las nuevas generaciones?
R. No creo que sea tan sencillo como hablar de generaciones. Con ello se presupone que toda la gente joven escribe la misma literatura, y no es así. Cada uno es hijo de su padre y de su madre. Quien trata de igualar la literatura de los escritores es quien la quiere emplear con fines comerciales o políticos que van más allá de la literatura. La verdad es que cada uno escribe a su manera particular.
»Lo que sí que creo es que hay un interés por crear una literatura pretendidamente más átona. Una literatura unisex. Que no se sepa de dónde es, que no tenga rasgos de estilos... Una literatura pálida, que bajo la excusa del cosmopolitismo reniegue de su identidad. Creo que eso es lo que se está imponiendo, pero no creo que tenga nada que ver con las edades.
P. ¿Y de la literatura que se premia hoy en día? ¿Se recompensa la calidad?
R. Desgraciadamente, las grandes editoriales en España han dejado de creer en la calidad literaria. Consideran que hay que premiar a gente famosa absurda: presentadores de televisión y demás ralea. O bien determinados géneros o temáticas, lo cual es incluso más grotesco. Últimamente los premios son como una especie de catálogo de la temática que está en boga en cada momento y luego un horrible repertorio de presentadores de televisión y faunas del famoseo.
»Todos sabemos, aunque finjamos que no, que eso no tiene nada que ver con la literatura. Es dramático, porque los grandes premios literarios en España se construyeron premiando a escritores. Incluso los premios más comerciales recompensaban a escritores.
P. ¿Ahora ya no lo ganan escritores?
R. Muy, muy raramente. Fundamentalmente lo ganan presentadores de televisión o autores de bestsellers. Pero yo creo que la literatura es otra cosa. Exige un nivel de conciencia ante el lenguaje. No es simplemente contar una historia, sino hacerlo desde una mirada particular y usando un lenguaje de un modo que no se haya hecho antes, que tenga una aportación personal aunque provenga de una tradición. Esto requiere una actitud especial ante la lengua.