Enrique Vila-Matas. Foto: Antonio Navarro Wijkmark

Enrique Vila-Matas. Foto: Antonio Navarro Wijkmark

Letras

Enrique Vila-Matas: "En este país muchos se ríen de todo el mundo menos de ellos mismos"

El escritor publica 'Canon de cámara oscura', su nueva novela, en la que sigue a vueltas con el juego metaliterario e incluye guiños a la inteligencia artificial.

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No debería el lector dejarse engañar si lee o escucha por ahí que Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) ha escrito una novela distópica de androides con la inteligencia artificial como telón de fondo. Nada de eso. Canon de cámara oscura (Seix Barral) no es más que otra artimaña del autor de Bartleby y compañía (2000) para regodearse en la propia literatura, su juego favorito. Para seguir a vueltas con el desdoblamiento de la voz narrativa, la intertextualidad y lo que ya parece un innegociable propósito: la construcción de un "canon desplazado", compuesto por autores que fueron o van a la contra de toda convención.

"A mí lo repetido me cansa muchísimo, aunque sea el comentario sobre una nevera que por lo visto es parecida a la que tenías. Escribir es mi forma de vivir, de escapar del aburrimiento", dice Vila-Matas a El Cultural. Estamos en el madrileño Hotel Casa de las Artes, al fondo de una sala que para llamarse La Biblioteca resulta bastante ruidosa. Pero el entusiasmado testimonio del autor, que salta de un libro a otro y se recrea contando anécdotas —siempre en clave artística—, se eleva sobre la tediosa realidad.

Canon de cámara oscura es un suculento maridaje de literatura, arte, música, cine y una trama disparatada, la que está en primer plano y cose la narración: Vidal Escabia, un superviviente de la estirpe de los Denver-7, se encuentra en una fiesta de la que parece imposible escapar. "El libro está lleno de posibilidades para que el lector activo imagine o interprete, pero hay muchos que no quieren porque les parece que han de trabajar más de la cuenta", explica el autor. Su novela, pletórica de reflexiones en torno a la trascendencia, el fracaso o la literatura como irremediable forma de vida, es también un homenaje a sus maestros.

Pregunta. Dicen que cada libro suyo es único. ¿Qué diría que tiene este de especial?

Respuesta. La fuerza del fragmento. Siempre he hablado de Godard, que escandalizó a todo el mundo diciendo que él entraba a las salas de cine con la película empezada. Aquello pareció una boutade en su momento, pero, si se piensa bien, en este libro, por su estructura y por la potencia de cada cita, se puede entrar por donde se quiera. A mí mismo se me ha ocurrido hablar de "un Vila-Matas extremo". Hasta ahora, en mis novelas había siempre voces que no correspondían a la mía y esta vez directamente es una voz de otro mundo.

»En realidad, todas las obras tienen conexiones entre ellas, hay una coherencia interna en todos estos cuarenta años que llevo publicando. Lo que parecía extraño al principio ahora no lo es tanto. Si lees Historia abreviada de la literatura portátil (1985) y este libro, verás que no he cambiado demasiado. A pesar de que he pasado por tantos lugares y ciudades, he permanecido fiel a una estética concreta.

P. Pero ¿siente eso de estar escribiendo siempre el mismo libro? En realidad, su trayectoria se ha significado por asumir un nuevo riesgo en cada libro.

R. Decir eso sería lo más idóneo. Si cada libro se pareciera al anterior, yo me aburriría mucho, no lo haría. Y a parte del riesgo, desde El mal de Montano (2002) he hablado de libros como tapices que se disparan en varias direcciones. Este libro es fiel a esto.

P. Incluso, si me permite, los guiños a la inteligencia artificial no dejan de ser un esbozo de una trama distópica, a lo sumo. O sea, la trama no es más que un pretexto para volver sobre el leitmotiv de siempre: la reflexión acerca de la propia literatura.

R. Está bien visto, sí. La trama empieza con la fiesta y la sospecha de que el narrador puede tratarse de un sobreviviente de los Denver-7 en Barcelona. En las primeras páginas, poco a poco entra la referencia al canon. Efectivamente, es el pretexto para ir incluyendo los comentarios acerca de libros, los fragmentos de las propias obras… Al mismo tiempo, claro, avanza la trama, pero a mí esto me ha servido siempre para mantener mínimamente la atención del lector. Siempre la he concebido como John Banville, que decía algo así como que la trama siempre va detrás del estilo, que es todo.

P. Enrique Vila-Matas no es el narrador de esta historia…

R. No, son muy distintos. Esta novela no es una autoficción. De hecho, me ha jodido mucho no tener infancia ni abuelos ni padres, por lo que no he podido recurrir a determinadas historias. Muchas cosas con las que uno trabaja de su autobiografía a veces las modifica y las introduce, pero con este personaje, Vidal Escabia, el narrador, lo tenía muy difícil porque no tenía vida hasta los 24 años, no tenía pasado.

P. Pensaba que esto correspondía a una decisión de evitar la evocación de la infancia, un cliché del que tal vez quería huir.

R. No, no está hecho a propósito.

P. O sea, ha estado mediatizado por el personaje.

R. Sí, sin darme cuenta. Además, en un momento me doy cuenta de que todas las novelas tienen un conflicto y resulta que aquí me faltaba. Luego vi que el conflicto lo albergaba él mismo, porque incluso sus recuerdos están implantados.

P. A propósito, siempre es muy concreto en la consigna de referencias (nombres, autores, citas…), pero esta vez la película Blade Runner, de la que más de algún lector advertirá el eco, no aparece registrada.

R. Lo tuve en cuenta, sí. Sobre todo cuando me hago eco del apagón de Barcelona en 2007, del que nadie se acuerda. En Blade Runner, debido también a un apagón, los androides pasan a tener vida indefinida, capacidad de reproducción y recuerdos implantados. En mi novela no aparece la referencia porque cuando miré en internet, había 500 películas y libros sobre Blade Runner [risas]. Yo solo había visto la película y comprobé que los libros de Kazuo Ishiguro que tienen influencia de la obra original no coincidían con lo que yo estaba haciendo, así que me quedé tranquilo.

P. De esa intertexualidad tan característica de su obra se desprenden muchas referencias a autores jóvenes. 

R. Es verdad que los leo bastante, estoy muy cerca de lo que va apareciendo, lo sigo con interés. De hecho, ayer hablé de Javier Serena, director de Cuadernos Hispanoamericanos [en su columna de El País]. El trabajo de esta revista, por cierto, es muy interesante, porque hay un diálogo entre muchas voces que no tienen otra posibilidad en los suplementos, como sí tuvimos en mi generación. Hay muchos autores interesantes y publican textos que tienen cierta longitud. En fin, está abierta. Por pura curiosidad, me interesa saber lo que piensan ahora también. Siempre ha sido así, he estado abierto a todo.

P. Cita, por ejemplo, un episodio que consigna Juan Gómez Bárcena en su ensayo Mapa de soledades. Concretamente, el estilo de este autor recuerda bastante al suyo, por la ambición de sus intenciones literarias, por ejemplo.

R. Confieso que advierto estos toques que pueden tener algo que ver conmigo, están quedando cosas, sin duda. También el libro de Xavier Nueno [El arte del saber ligero, Siruela] me llamó la atención, porque se parece mucho a mi novela del Canon. Lo que propone es aligerar la biblioteca y hacerte con ella otro libro para ti mismo, que es lo que hizo Montaigne, en definitiva. Atiendo mucho a todo esto, me divierte leer sobre literatura. No quiero parecer un fanático, porque ahora leo las entrevistas y parezco un tío que solo puede pensar en esto.

"En internet leo artículos y ensayos, que me interesan más que las narraciones que se dedican a contar una historia, pero nunca he ido a estudiar a una biblioteca"

P. ¿Se ha sentido estigmatizado como un escritor que vive encerrado en sus libros?

R. Sí, claro. En otra época se hablaba de las ratas de biblioteca; ahora, con internet, ya no existen. Es verdad que entro en internet y leo artículos y ensayos con ideas sobre literatura, que me interesan más que las narraciones que se dedican a contar una historia, pero nunca he ido a estudiar a una biblioteca.

P. En un momento habla de un escritor con talento... "o coraje, da igual". ¿Es lo mismo?

R. No, pero si se tiene coraje es porque se tiene talento. No siempre, pero casi. Admiro mucho a escritores como Francisco Casavella, que era puro coraje porque arriesgaba mucho en lo que escribía. También se hablaba mucho de la valentía de Roberto Bolaño, y él lo valoraba mucho en los autores. Pero también es verdad que el talento puede estar al alcance de un idiota. A Simenon lo consideraban un imbécil que sabía narrar. Los escritores franceses, que eran intelectualísimos, no lo entendían y el propio Simenon se reía de todos los que le invitaron a su casa para averiguarlo. A mí me ha encantado que me hayan llamado valiente por este libro. El riesgo siempre es necesario.

P. ¿Es su libro más arriesgado?

R. Puede ser, sí. Quizás no llame tanto la atención un libro así por toda la obra que hay detrás, pero está montado de una forma que se sostiene a través de fragmentos, no presenta esa continuidad narrativa que parece que se exige todavía.

P. Esgrime ideas sugerentes acerca del ritual de escritura, como leer antes de ponerse a escribir, a la manera de un calentamiento. ¿Usted tiene un ritual?

R. Por las mañanas, basta que lea algo que me interesa para que me den ganas de ponerme a escribir. Quería contar una cosa privada, personal, para revestir la novela. Manejo muchos libros, pero en realidad releo bastante. No busco un autor en concreto, sino que confío en el azar. Desde luego, no voy a buscar la inspiración o el efecto de escritura en libros que no me gusten. Esta novela es, de algún modo, un diario de mis lecturas durante un año y medio. Por eso salen tantos autores jóvenes, son libros que van llegando a casa.

"Si se tiene coraje es porque se tiene talento, pero también es verdad que el talento puede estar al alcance de un idiota"

P. Por otro lado, refiere los "libros inactuales", pero ¿qué hay de esa idea de que la literatura ha de estar apegada a la realidad del presente?

R. Bueno, es que si escribiera del problema de la vivienda, por ejemplo, en cinco o diez años puede que la gente no se acuerde… O le choca que le hables de eso. Aspiro a la atemporalidad. En mis novelas no interviene la política del momento. Ni siquiera las pasiones amorosas. Tampoco hay personajes, sino voces. Para Nietzsche, lo intempestivo era criticar el presente desde la distancia. Para algunos, esto es ser contemporáneo.

»Si lees a Kafka, verás que su secreto es ser eterno. Eso no significa que permanezca alejado de la realidad social y política. Desde que tengo siete años, conozco perfectamente lo que ocurre y lo que me inquieta. Meterlo ya en la obra de arte es otra cosa. Yo lo considero un narcisismo: creer que con lo que escribes estás haciendo una gran labor social.

P. La sátira sobre el mundillo literario y la vanidad de los escritores también está presente en esta novela.

R. Sí, una ironía un poco inglesa, o sea, muy fina, pero también me río mucho de mí mismo. El secreto de mi ironía es que a veces leo lo que he escrito en determinada novela y sé la frase que diría yo si no hubiera escrito aquello. Reírse de uno mismo es elemental. Conozco a mucha gente de este país que se ríe de todo el mundo menos de ellos mismos. Nadie escapa de la imbecilidad, todos somos estúpidos. ¿A qué viene reírse solo de los demás?

P. Cuando se canse de fabular, ¿será el momento de la retirada? ¿Le tienta el síndrome de esos bartlebys que dejaron de escribir?

R. De momento, necesito tener siempre proyectos, así que seguiré en el combate. Eso no significa que publique; igual construyo escenas en la mente y no las escribo.

"En el fracaso no veo ningún drama; al contrario, forma parte del oficio y lo encuentro muy digno"

P. Alguien que ha hablado tanto del fracaso como usted, ¿le tiene miedo? ¿Se ha sentido fracasado alguna vez?

R. La verdad es que no, pero al mismo tiempo sé que el fracaso es inherente a la escritura. Si tú haces el mejor libro del mundo, estás perdido. Se hace todo lo posible para avanzar en lo que escribes, pero en el fracaso no veo ningún drama; al contrario, forma parte del oficio y lo encuentro muy digno. El propio Séneca decía algo así como que el éxito es una horterada. Pero es que ¿quién ha tenido éxito? ¡Ni Cervantes!.

P. En su caso, se trata de prestigio, ¿no?

R. Bueno, eso tiene que ver con el compromiso que he tenido con mi obra y conmigo mismo, no haber hecho concesiones a lo largo de toda una carrera, que hubiera sido muy fácil… Lo que es un horror es no ser fiel a ti mismo. En términos futbolísticos, sería: juega un buen partido, piérdelo, pero si lo has jugado muy bien, da igual que hayas ganado o perdido.

P. ¿Espera el Premio Cervantes, le haría ilusión?

R. La verdad es que no pienso en esto.

P. ¿Qué relación mantiene con Barcelona? ¿Qué queda de aquella ciudad moderna en la que echó los dientes como escritor?

R. Realmente, es una ciudad diferente, lo lamento mucho por la gente joven. Los cambios han sido sorprendentes, yo ahora hago vida de barrio, aunque cuando estaba en París también la hacía. Vivo en el barrio donde se escribió El coyote, una novela de José Mallorquí que fue un best-seller de la posguerra. Que la literatura me persiguiera me pareció una cosa del destino.

P. Conserva la conciencia de una identidad barrial, a pesar de haber mostrado siempre un carácter mucho más cosmopolita, cercano a la cultura europea.

R. Básicamente, me siento europeo, pero soy catalán y español y también me siento a gusto en Hispanoamérica. Me siento del lugar donde estoy. No creo tanto en las palabras. Se puede ser del barrio y de Europa.

"Si hay posibilidad de que te ataquen, sería muy idiota no prepararse. La idea de que el gasto bélico va a reducir gasto social es para los políticos"

P. Por cierto, en su novela se dice que "en la Europa de hoy […] los errores [y] las tácticas de engaño casi nunca se leen a tiempo". ¿Tiene alguna opinión acerca del rearme europeo y el consecuente aumento del gasto en defensa?

R. Es evidente que si hay posibilidad de que te ataquen, sería muy idiota no prepararse. Y la idea de que el gasto bélico va a reducir gasto social es para los políticos que se agarran a una ideología para no defraudar a sus votantes. En una película de Werner Herzog sobre Gorbachov se expone la rendición del presidente ante la posibilidad de que Rusia y Europa se reconciliaran. Fue una oportunidad que se perdió. El problema es que ahora sabemos quién está al frente, en lugar de Gorbachov.

P. Por último, una curiosidad: ¿el personaje de Antonio Altobelli [el escritor que compró el androide en su novela] es un trasunto de alguien real?

R. No, pero quise que el nombre se pareciera a Casavella. Y Altobelli también era un jugador de fútbol de la Juventus.

P. Es verdad, usted es muy futbolero…

R. Sí, pero no me preguntes de qué equipo soy [risas].

P. Es sabida su pasión por el Barça, ¿no?

R. Sí, aunque el año pasado rompí el carné.

P. ¿Qué me dice...?

R. Uno de los errores que uno comete en su vida (de hecho, ya me he arrepentido), pero no soportaba ver que Xavi no estructuraba el equipo, que no tuviera ni idea como entrenador… Cuando lo veía, me parecía que era un manta, encima no le gustaba entrenar y quería echar a Lewandowski, que es el mejor. Ahora dicen por ahí que le están lloviendo ofertas, es mentira, y en una entrevista ha dicho que le iría bien entrenar a una selección nacional. Es un cara dura. Iniesta, que tenía depresiones, es un personaje mucho más interesante. Además, era mucho mejor.