
Jim Morrison en 1967. Foto: Joel Brodsky
Jim Morrison, más allá de The Doors: el poeta oscuro y libérrimo se revela en su libro total
La editorial Kultrum publica por primera vez en español sus poemas, letras y escritos más íntimos en una antología.
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"¿Sabes del cálido progreso bajo las estrellas? ¿Sabes que existimos? ¿Has olvidado las llaves del Reino? ¿Has nacido ya y estás vivo?". Aunque su paso por el planeta fue tan fugaz como intenso, el eco de su voz y de sus palabras sigue retumbando en la cultura contemporánea. Jim Morrison fue muchas cosas: cantante, poeta, cineasta, provocador, mito. Pero, ante todo, él se consideraba un escritor. Ahora, por primera vez, su obra completa llega al lector en lengua castellana en Jim Morrison: Obra reunida, publicado por la editorial Kultrum.
Morrison era un lector voraz y un autor obsesivo. De Nietzsche a Blake, de Rimbaud a Burroughs, sus influencias iban mucho más allá del rock. El escritor Tom Robbins, que lo conoció personalmente, recuerda: "Desde temprana edad, Jim rellenaba diario tras diario con abundantes muestras de una mente precozmente literaria". Y añade: "Cada página se ve animada por la creatividad compulsiva de una especie de náufrago varado en una orilla peligrosa".
La recopilación ha sido posible gracias a Frank Lisciandro, amigo íntimo de Morrison desde sus días como estudiantes de cine en la UCLA. Lisciandro, además de colaborar creativamente con él, fue uno de los pocos que tuvo acceso cercano a su vida privada sin formar parte del universo estrictamente musical de The Doors. Su mirada, por tanto, es valiosa y cercana.
Ya había escrito y editado otros libros sobre Morrison, pero esta es la primera vez que presenta su corpus completo en un solo volumen, autorizado por el legado del artista.
Jim Morrison, como si obedeciera a un oscuro designio grabado en las constelaciones, selló su destino a los 27 años, uniéndose al enigmático panteón del llamado Club de los 27. Allí donde habitan espíritus errantes como Janis Joplin, Jimi Hendrix, Kurt Cobain o Amy Winehouse, Morrison es quizá su profeta más espectral. No fue solo la edad lo que lo unió a ese círculo maldito, sino la sensación de estar siempre al borde, con un pie en el mundo y otro en el más allá.
Su vida fue una danza constante con la muerte, un conjuro recitado en versos, un viaje lisérgico hacia el límite de la conciencia. París fue su última estación, y el Père-Lachaise, su altar. Como si supiera que su llama no estaba hecha para arder mucho tiempo, pero sí para iluminar las sombras de quienes aún buscan la verdad entre las grietas de la realidad.

Jim Morrison entre canciones durante un concierto en Frankfurt, septiembre 1968. Foto: Michael Montfort
Esta edición, traducida por Eduardo Hojman y con prólogos de Frank Lisciandro y Tom Robbins, compila en 384 páginas la totalidad de su producción literaria: desde sus poemas más conocidos hasta textos inéditos, pasando por letras, relatos, fragmentos filosóficos y guiones cinematográficos. Se trata de un volumen imprescindible para redescubrir la profundidad de una figura muchas veces eclipsada por el carisma de su presencia escénica al frente de The Doors.
La edición de Kultrum, cuidada y sobria, hace justicia a esa parte menos visible del mito. Con tapa dura, sobrecubierta y una tipografía elegante, se presenta como una obra de referencia. No es un libro para fans casuales de The Doors, sino para aquellos que quieran explorar la dimensión literaria y filosófica de Morrison con profundidad. Es una invitación a descender a los abismos interiores con la única guía de una voz incendiaria.
Esta edición nos acerca a Morrison cómo nunca antes; un Morrison dividido en capas, como un caleidoscopio de voces interiores. Está el Morrison onírico, alucinado, que escribe como si recibiera dictados de otra dimensión: "Los versos evocan nuestros miedos más profundos, con víboras y alacranes venenosos, asesinos en serie y hongos atómicos", relata Robbins. También está el Morrison político, que desconfía del poder y de las normas sociales. Y el erótico, el chamánico, el narrador de pesadillas con un pie en el infierno y otro en la contracultura de los sesenta que no llegaría a ver el fruto de su cultivo.
En sus versos palpita un deseo profundo de ruptura y aislamiento: "Necesito un amigo que no me necesite". Leerlo es atravesar un túnel de espejos donde las imágenes no cesan de multiplicarse, desdibujarse y recomponerse
"Te lo diré… ninguna recompensa eterna nos perdonará ahora por haber desperdiciado el amanecer."
Uno de los valores de esta edición es que permite ver las conexiones entre sus textos y su música. Letras como las de The End o When the Music's Over cobran una nueva dimensión al leerse como poemas independientes, desprendidos del acompañamiento instrumental. Asimismo, ciertos poemas revelan estructuras y cadencias que remiten al blues o al spoken word, géneros que Morrison admiraba profundamente.

Morrison durante su gira europea en 1968
Pero esta obra reunida también revela una sensibilidad muy alejada de la figura del rockstar. Hay en Morrison un anhelo de trascendencia, un deseo de fundirse con lo desconocido, que lo acerca más a un místico que a un cantante. En uno de sus poemas escribe: "No están aquí, ya no están aquí. Pero la memoria, como una vela encendida, sigue temblando en la oscuridad". Esa imagen lo resume: un hombre encendiendo velas contra la implacable oscuridad que le iba tensando la soga alrededor de su cuello.
En muchas de sus letras, que ahora pueden leerse también como poemas independientes en esta antología, Morrison traza un mapa espiritual de la desobediencia y el deseo. "Ven, nena, no tengas miedo / el reino de la noche nos pertenece", canta en Celebration of the Lizard, mientras en Moonlight Drive propone "perder nuestros sentidos juntos / lanzar la noche al río". Estas frases, envueltas en una cadencia hipnótica, revelan su fascinación por lo oculto y la poderosa embriaguez que provoca la noche. Leídas hoy, resuenan como letanías de una generación que buscó en la poesía el mismo fuego que en el rock.
El fin del rey lagarto
La explosión que supone la muerte de tal bohemio, da comienzo a su vez un legado cósmico. Entre los textos más conmovedores incluidos en este volumen destaca el fragmento del diario que Morrison escribió durante sus últimos días en París, ciudad donde moriría en el verano de 1971. Este cuaderno, íntimo y deshilachado, revela a un Morrison introspectivo, consciente del ocaso. Escribe sobre la muerte, los sueños, el exilio voluntario, las caminatas solitarias por los cementerios y su deseo de desaparecer.

La última foto de Jim Morrison (28 de junio, 1971) Foto: Alain Ronay
Más que una despedida, es una inmersión lúcida en la oscuridad: la palabra como último refugio. Allí, en sus notas parisinas, Morrison deja de ser ídolo y se vuelve hombre, desnudo frente al abismo: "Robas, matas / bebes la bazofia avarienta de locura sureña / mueres completamente solo".
En un tiempo en el que las estrellas del rock suelen ser tratadas como productos fugaces, esta publicación reivindica la obra de Morrison como parte del canon poético del siglo XX. Y lo hace sin rebajar su intensidad ni su oscuridad, sino abrazando ambos aspectos como parte inseparable de su arte. "Las palabras se deslizan sobre la piel / como el vino negro en un banquete olvidado / y el alma se sacude, desnuda, en la arena de los antiguos".
¿Era Morrison un poeta menor o un visionario incomprendido? Quizá no importe. Lo que importa es que su voz sigue viva, temblando en la página como lo hacía en el escenario. Y que ahora, gracias a esta antología, podemos escucharla de nuevo, sin amplificadores, sin humo, sin luces. Solo palabras. Solo fuego. Solo la danza salvaje de un alma que se negó a ser domada.