
Un fotograma de 'Crash' (1996), película dirigida por David Cronenberg basada en la novela de Ballard
Un ciclo para redescubrir el imaginario perturbador de J. G. Ballard, el autor que ya lo escribió todo
La Casa Encendida y el Círculo de las Bellas Artes dedican un ciclo multidisciplinar al autor británico con encuentros, arte sonoro, performance y un laboratorio de escritura.
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Por más que se nos escape entre las páginas amarillentas de las ediciones de Minotauro o se disuelva en las superficies bruñidas del cine de David Cronenberg, Ballard sigue aquí. En nuestras ciudades desmembradas, en las autopistas que bordean polígonos sin alma, en la sensación de haber llegado demasiado tarde a todo. Es esa presencia, entre distópica y profética, la que habita Ballard desubicado, el programa que La Casa Encendida celebra este 11 y 12 de abril y que parte de una premisa tan actual como incómoda: ¿hasta qué punto Ballard ya lo escribió todo?
El ciclo, comisariado por Sergi Botella, no busca homenajear desde la nostalgia sino activar una lectura vívida del autor. ¿Cómo nos interpela hoy el escritor de Crash o Rascacielos? ¿Qué vínculos afectivos pueden construirse con su mundo de psicogeografías, estructuras colapsadas y cuerpos vulnerables? Más que una retrospectiva, Ballard desubicado se configura como un ensayo abierto, a medio camino entre la arqueología afectiva y el experimento de montaje.
Cinco artistas reinterpretan ese universo a través de sus obras, intervenidas sutilmente por Botella en un ejercicio de re-mezcla curatorial: son Anna Moreno, Christian Lagata, Cristina Ramírez, Lara Fluxà y Meritxell de Soto. El comisario no se limita a presentar sino que manipula, combina, escucha y transforma, buscando esa fricción entre obra y contexto que tanto seducía al propio Ballard. A él le habría gustado este enfoque: no como objeto de museo, sino como detonador de nuevas narrativas.
Así, la arquitectura sonora de Moreno nos invita a “escuchar los espacios” desde su inacabamiento utópico; los paisajes industriales de Lagata elevan lo residual a la categoría de archivo afectivo; los organismos extraños y luminosos de Ramírez deforman la percepción de lo real, como si se tratara de visiones filtradas por sustancias ballardianas; Fluxà habla de lo ecológico desde lo frágil, lo líquido, lo precario; y De Soto convierte el DJing en un ritual performativo donde el cuerpo y la máquina se funden.
La propuesta no se limita a la exposición o la instalación: hay encuentros, sesiones de escucha, performance y un laboratorio de escritura de ciencia ficción centrado en la dimensión sonora del autor. “Provocar ficción en tu vida” es la consigna de Botella para este espacio de creación que se inscribe tanto en lo literario como en lo corporal. ¿Qué ocurre cuando Ballard se escucha en lugar de leerse? ¿Qué nuevas ficciones emergen al convertir su imaginario en sonido?

Meritxell de Soto, la DJ del evento, es una artista que desafía los límites entre el sonido y la performance
En paralelo, el Círculo de Bellas Artes también dedica tres días, del 7 al 9 de abril, a explorar el universo ballardiano desde distintas perspectivas, confirmando algo que muchos ya intuíamos: Ballard está más vivo que nunca. Lejos de haber quedado encapsulado en los estantes de la ciencia ficción británica o en los fotogramas de El imperio del sol, su legado se infiltra en la crisis ecológica, en la arquitectura fallida de nuestras ciudades, en el colapso emocional que se camufla bajo la apariencia de orden.
Ballard es, en realidad, un escritor de síntomas. Un cronista del desencanto moderno que supo diseccionar con precisión quirúrgica los delirios del progreso, los efectos secundarios del confort y las psicopatologías urbanas. Por eso resulta tan revelador volver a él desde las artes vivas, desde lo que se mueve, suena y se siente. Porque si algo dejó claro con sus “novelas condensadas” y sus relatos de mutaciones mentales es que el futuro no es un tiempo por venir, sino un estado de ánimo. Un estado del cuerpo. Una forma de mirar.