Una joven lee en una estación de tren. Foto: Rodrigo Mínguez

Una joven lee en una estación de tren. Foto: Rodrigo Mínguez

Letras

Radiografía de los libros que leen nuestros jóvenes: ¿hay motivos para ser optimistas?

Conversamos con especialistas, autores y editores para comprobar si confían en los datos del último Barómetro de hábitos de lectura.

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Como si de una maldición se tratara, desde hace décadas existe la casi certeza de que los jóvenes españoles son alérgicos a la lectura. Irónico y sabio, letraherido y zumbón, Ignacio Echevarría (Barcelona, 1960) confiesa a El Cultural que desconfía de estadísticas como las del Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros 2024 del Ministerio de Cultura, que destaca cómo el 75,3% de las personas de entre 14 y 24 años lee libros en su tiempo de ocio, siendo así el grupo más lector en España.

Sí, Echevarría desconfía "de sus criterios, de sus planteamientos, y más aún de sus conclusiones". La razón es clara: "La actividad lectora –dice– viene experimentando hondas transformaciones, no sólo materiales, que hacen muy resbaladizo discurrir sobre ella. Interpretar con la lente y la terminología convencional de la cultura humanista los hábitos lectores de los jóvenes y adolescentes actuales me parece casi ridículo. La relación que tienen con el libro muchos de esos jóvenes lectores de romantasy que abultan las estadísticas es de naturaleza ocasional, no muy distinta de la que tienen con otros chismes tecnológicos".

Por eso cree que el enganche de la mayoría de los lectores jóvenes es con la ficción y la fantasía, "antes que con la lectura", y que ese enganche se consolidará previsiblemente mediante los videojuegos, la televisión y el cine, "por encima de los libros".

Más contundente aún, la catedrática Gemma Lluch (Valencia, 1958), responsable de Los libros que leemos, ¿quién, dónde y cómo se deciden? (Tirant, 2025), recuerda que "se trata de encuestas telefónicas realizadas a una muestra relativamente pequeña" y subraya que a ella le interesan más las respuestas de la encuesta de Hábitos Culturales del Gobierno de España (2024), "en la que los entrevistados responden que los motivos principales por los que no leen o no leen más son la falta de tiempo (45,1%), de interés (16,1%) o directamente contestan que no les gusta (10%)".

Tras analizar las lecturas de los jóvenes en los últimos veinte años, Lluch confiesa que lo que más le sorprende es "el magnífico trabajo realizado por muchos profesores y bibliotecas escolares en el crecimiento lector de los adolescentes y jóvenes. Y la cantidad de recursos y actividades que ponen en marcha las bibliotecas públicas para trabajar con las familias y con sus hijos e hijas. Ese trabajo se realiza en un contexto diario en el que impera la adicción al scroll interminable de jóvenes y adultos".

Para Lluch, el problema no es que lo que las nuevas generaciones lean sea basura o no. "Es otro plano. Esas ficciones narrativas en muchos casos crean adicción. Si se tiene esa opinión sobre algunas lecturas de algunos jóvenes, se debería de tener la misma sobre la de algunos adultos. Pero la cuestión está en qué tipo de lectura realizar en cada espacio. La obligación de la escuela (y de la biblioteca pública) es enseñar y acompañar para que las lecturas ganen complejidad. ¿Por qué? Porque la mayoría de los libros más leídos devuelve al lector el mismo mundo que habita y conoce; funciona como el algoritmo de las redes sociales: aquello que lees o consumes es el mundo que tienes o que deseas".

En la misma línea, Echevarría sostiene que "contra lo que suele pensarse, la lectura no es por sí sola una actividad buena ni mala. Depende de su contenido. Deberían tenerlo muy en cuenta los padres y maestros que emplean como anzuelo para la lectura ficciones producidas industrialmente, que abonan la sentimentalidad y la ideología dominantes mediante esquemas narrativos elementales, maniqueístas y escapistas".

"La mayoría de los libros más leídos devuelven al joven al mismo mundo que habita y conoce; funciona como el algoritmo". Gemma Lluch

Por eso cree que dar rienda suelta al optimismo basándose en datos como los de las encuestas del Barómetro es cuando menos "ingenuo", pues, en términos "estrictamente técnicos", la cultura digital ha supuesto una masiva realfabetización de la población: en todas las franjas de edad y en todas las capas sociales "hoy se lee y se escribe más que nunca: las redes sociales canalizan océanos de escritura. En este marco, si no perfilamos de nuevo el concepto de lectura, en función de sus condiciones de consumo y de sus contenidos, todo cuanto se diga al respecto viene a ser cháchara, de esa con la que gustan llenarse la boca los ministros y directores del ramo y los ejecutivos de los gremios y las multinacionales del libro", alerta.

No lo duden. Si los expertos desconfían de las cifras del Barómetro, los autores se amparan en sus experiencias personales para ratificarlas. Así, Inma Rubiales (Almendralejo, 2002), la reina del romantasy que comenzó a publicar a los 16 años en la plataforma Wattpad y que, dado su éxito, fue contratada por Planeta, confirma que "los jóvenes leen mucho y además de manera muy apasionada. Vienen a las firmas horas antes de que empiece para poder ser los primeros en la cola, traen los libros subrayados, marcados, llenos de post-its…".

Francisco de Paula Fernández, más conocido por el pseudónimo de Blue Jeans (Sevilla, 1978), va más allá, destacando que los jóvenes leen más de lo que los adultos piensan. "Lo he comprobado en estos años. Siempre se tiende a infravalorar todo lo que tiene que ver con la gente joven. Hay muchos que eligen otras opciones de ocio, pero un gran porcentaje también tiene la lectura entre sus aficiones. Lo que ocurre es que leen lo que quieren leer, no lo que les obligan".

Y las redes sociales, confirma Eloy Moreno (Castellón, 1976), exitoso autor de Invisible (Nube de Tinta), novela recientemente estrenada como serie, tienen mucho que ver: "Sí, lo que podemos ver en las redes es que hay muchísimas cuentas de adolescentes que se dedican exclusivamente a la lectura, con miles de seguidores. Son los que más acuden a las firmas de libros, los que más recomiendan lecturas... Sí, sin duda es el estrato social que más lee".

Por eso, Care Santos (Mataró, 1970), veterana y multipremiada autora de literatura para jóvenes, no duda en festejar "lo bien que se están haciendo las cosas. Yo no soy experta y no quiero entrar en evaluar los datos, pero los celebro, y mucho".

Los editores también ratifican, con datos en la mano, el informe del Ministerio. Saben además que todos los jóvenes son lectores potenciales porque tienen más tiempo libre. Mar Peris (Barcelona, 1968), editora de Molino, sello que publicó y ahora recupera Los juegos del hambre, comenta que en la actualidad "son muchas las lectoras (la mayoría son mujeres) entregadas a la lectura, siendo este uno de sus hábitos favoritos. La recomendación en redes creo que tiene un papel fundamental para que esto sea así".

Por su parte el editor de Blackie Books, Jan Martí (Barcelona, 1982), responsable del éxito arrollador de Blackwater (título más vendido en 2024), protesta contra los que creen que los datos no son una buena noticia porque le parece "de un elitismo insufrible. En el grupo de Telegram que formaron unos 350 fans de Blackwater, luego se pusieron de acuerdo para seguir leyendo y comentando juntos. Los siguientes libros que han elegido son de Paul Auster, Nada de Laforet, Cien años de soledad, Matadero cinco... Dejad que la gente lea lo que quiera".

"Creo que los jóvenes deben conocer los clásicos, pero habría que darle una vuelta a lo que se les obliga a leer". Blue Jeans

Otra cosa es si este tipo de literatura para jóvenes encuentra cómplices en los centros educativos y en los planes de lectura. Jan Martí niega la mayor, lamentando no haber encontrado apoyo de los programas educativos en el éxito de Blackwater. "Lo que sí hemos notado es que hay muchas madres de 45-60 años que han compartido la lectura con sus hijas de 16-25. En muchos casos nos han dado las gracias por haberles 'dado algo nuevo que compartir, de lo que hablar juntas'. Nos ha hecho especial ilusión, esa tertulia intergeneracional que genera Blackwater".

Blue Jeans, en cambio, dice que hay de todo, y que ha ido a muchos centros en los que se ha encontrado a profesores que dejan margen para que sus alumnos elijan sus lecturas y les recomiendan libros actuales "y otros que siguen haciéndoles exámenes y pidiéndoles trabajos sobre La Celestina o el Mío Cid. Creo que los jóvenes deben conocer los clásicos, pero para que se aficionen a la lectura habría que darle una vuelta a lo que se les obliga a leer y de la forma que se hace en los institutos", remata.

"Sí," coincide Eloy Moreno, "es cierto que cada vez se proponen lecturas más actuales, que vayan en consonancia con la situación social y cultural que los jóvenes viven. Cuanto más cercana les resulte la temática, más fácil es que funcione. Yo tengo la suerte de que muchos docentes trabajan mis libros y los recomiendan. Siempre he sido de la opinión que, cuando Cervantes escribió el Quijote, su público objetivo no eran los adolescentes. En cambio ahora queremos forzarlo a que lo sea."

Inma Rubiales discrepa, porque piensa que en realidad depende del centro. Ella, por ejemplo, hace muchas visitas a institutos. "Sobre todo en mi tierra, Extremadura, donde han puesto alguno de mis libros como lectura obligatoria. Según mi experiencia, los alumnos siempre acaban súpercontentos después de hacer el encuentro. Y a mí hace mucha ilusión poder motivarlos no solo a leer, sino también a escribir si les gusta".

"Un lector debe forjar sus gustos y para eso está bien que lea de todo, incluso lo malo. Especialmente lo malo". Care Santos

Y eso que, según Care Santos, los planes de estudio "han relegado la literatura a una lista de títulos y fechas y así es muy difícil transmitir emoción, sobre todo por los clásicos. A pesar de ello, hay profesores muy militantes que leen los clásicos en clase, acompañando a sus alumnos, y logran entusiasmarles. Yo siento que trabajo con los profes codo con codo. Intento escribir novelas que les enganchen a ellos y a sus alumnos, y agradezco que las recomienden, porque son ellos quienes libran a diario esa batalla contra el desprestigio de las humanidades en general y de la literatura, en particular".

Quizá por eso, Santos pide además que los padres lean más ("la literatura se transmite por contagio") y que no se empeñen en actuar de "jueces literarios". A fin de cuentas, "la literatura abre puertas a otros mundos y ayuda a familiarizarse con realidades que nunca conoceremos en la vida real. Por eso es tan valiosa. Permitamos que lean lo que quieran, incluso lo que no nos gusta, porque leer es un ejercicio de libertad, y dejar que los hijos aprendan eso es hacerles un regalo. A los responsables institucionales les pediría que apoyen a los creadores. Que luchen de una vez contra la piratería. Que inviertan en fomento de la lectura. Y que lean".

Como sin querer, Care Santos sitúa en el centro del debate la, para algunos, dudosa calidad de los libros devorados por los lectores entre catorce y veinticuatro años. ¿Realmente son tan malos, son basura?

La propia Care lo tiene tan claro que lamenta que "todo el mundo lleva dentro un juez, incluso los más ignorantes. Un lector debe forjar sus gustos y para eso está bien que lea de todo, incluso lo malo. Especialmente lo malo, así podrá ver las diferencias cuando conozca otras cosas. Que lean lo que quieran, pero que lean, porque leyendo serán felices y aprenderán a pensar. Con respecto a la calidad… Hay libros mediocres, otros que solo son clones de éxitos editoriales, autores que son flores de un día... El mundo editorial es así y la literatura para jóvenes no se libra de lo malo. Pero tampoco de lo bueno: hay autores excepcionales, que escriben literatura de calidad, y hay editores preocupados por romper tópicos, tabúes, censuras, preocupados por emocionar a los lectores más exigentes y más entusiastas que existen: los adolescentes".

"El público joven es muy difícil y tiene un gran criterio. Es muy cansado que siempre se le esté menospreciando". Inma Rubiales

Por el contrario, Blue Jeans, que publica la semana que viene La última vez que pienso en ti (Planeta), no quiere saber nada del asunto; no quiere valorar la calidad de lo que escriben otros autores y respeta la opinión de todo el mundo, aunque considera que lo importante es que se consiga que los chicos lean. "Si lo logras, tendrás lector para toda la vida, que más tarde elegirá lo que desea consumir", celebra. Eloy Moreno en cambio no acepta que sean mala literatura: "A veces nos olvidamos de que el objetivo principal de un libro es que disfrutes leyendo y no todo lo contrario. No es atractivo un libro en el que necesitas un diccionario al lado mientras lo lees", remata.

Inma Rubiales apunta además que hay libros buenos y libros peores en todos los géneros y para todas las edades, y denuncia que "todo lo que es consumido principalmente por jóvenes (tanto libros, como música y películas) automáticamente se etiqueta como 'de mala calidad'. Es algo que me frustra y me apena, porque creo que el público joven es un público muy difícil que tiene un gran criterio y es muy cansado que siempre se les esté menospreciando en este sentido".

"'Blackwater' fue el libro más vendido en 2024 y, a la vez, Mariana Enríquez lo compara con 'Cien años de soledad'". Jan Martí

También el editor Jan Martí rechaza los prejuicios. A su juicio, estos libros tienen éxito porque "son novelas en las que pasan muchas cosas, y esto es algo que triunfa también entre adultos. Se consumen como una serie u otro producto cultural, enganchan más, son page-turners, como dicen en Estados Unidos... y en muchos casos están muy bien escritos, mucho mejor de lo que se las suele considerar. Blackwater es el libro más vendido del año, y a la vez la mismísima Mariana Enriquez lo compara con Cien años de soledad, o Stephen King dice que McDowell es uno de los mejores escritores americanos del siglo XX".

Más templada, Mar Peris defiende que, como siempre, generalizar, no funciona. "Desde luego, en esta franja de edad hay de todo. Hay buena literatura y otra no tan buena. Es verdad que el paradigma ha cambiado y ahora hay muchísima más gente que escribe, que se autopublica, que publica en plataformas, que escribe fanfics de sus libros favoritos… Pero esto es un hecho imparable. Si hay lectores dispuestos a leer lo que uno escribe, hay que aceptarlo. En general, considero que hay mucho prejuicio, y en cambio entre los lectores implicados nunca ha habido tanta pasión por los libros".