Lenin en un mitin de 1920 en Varsovia

Lenin en un mitin de 1920 en Varsovia

Letras

Hélène Carrère d’Encausse desmonta el mito del Lenin revolucionario con una biografía clásica

La historiadora esgrimió una reflexión muy actual sobre el personaje, consciente de que el mito sobrevivía al naufragio del comunismo.

21 enero, 2024 01:52

La autora de esta biografía, la historiadora francesa de origen ruso-georgiano Hélène Carrère d’Encausse (París, 1929-2023), obtuvo el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales el pasado año, aunque no pudo acudir a recibirlo porque falleció dos meses antes.

Lenin

Hélène Carrère D'Encausse

Traducción de Mauro Armiño. Espasa, 2024. 584 páginas. 29,90 €

Esta es la segunda edición del libro en español, e incluye un prólogo redactado por la autora poco antes de su desaparición, una reflexión muy actual sobre el personaje, porque en medio del naufragio del comunismo el mito de Lenin permanece.

Constata cómo el revolucionario se ha venido salvando de las sucesivas crisis del socialismo real. Así ocurrió en el momento en que Stalin fue condenado oficialmente por el régimen e incluso quedó indemne en el definitivo colapso del régimen soviético.

Lenin sigue gozando de prestigio quizá, apunta la autora, porque convirtió la utopía en un sistema de poder. Pero precisamente porque la fascinación diluye lo real, es conveniente resituarlo en el terreno de la historia.

Esta es una biografía clásica, en el mejor sentido. A base de documentos y bibliografía, Carrère d’Encausse traza un relato cronológico y contextualizado para desmentir los lugares comunes admirativos sobre el personaje.

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Por ejemplo, contradice la leyenda del origen familiar proletario como base precoz de la concienciación política. Cierto que la ejecución de su hermano antizarista en 1886 y antes la muerte prematura de su padre le marcaron, pero la intención inicial de Vladímir Ilích Uliánov fue convertirse en abogado.

Fue en San Petersburgo, como estudiante, cuando empezó a tomar contacto con la teoría marxista y sus difusores en Rusia, aunque desde el primer momento su prisma es el de un hombre de acción. Son los tiempos de su primer encarcelamiento en Siberia (1897), época de lecturas y de la forja de su propia actitud revolucionaria a partir de una interpretación heterodoxa de Marx y del estudio de la Comuna parisina de 1871.

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Después, Lenin recorre el itinerario del exilio y afianza sus ideas. La principal es que la debilidad de la clase obrera rusa y su incapacidad para alcanzar una firme conciencia política hacen necesario crear una organización que tome la dirección de la revolución.

Eso debe ser el partido, el que debe activar la lucha de clases y que solo puede hacerlo con una estructura centralizada, jerarquizada y autoritaria. El partido es la unidad de la voluntad revolucionaria, su ley es la disciplina y el mecanismo para evitar desviaciones es la depuración constante.

Carrère d’Encausse traza un relato contextualizado para desmentir los lugares comunes admirativos sobre Lenin

Fuera de Rusia, Lenin se convierte en un profesional de la revolución y el líder de un pequeño y muy cohesionado grupo, los bolcheviques. La espontánea Revolución de 1905 supuso un reto inesperado con la aparición del poder espontáneo de los sóviets y Lenin trató de aprovecharlo.

La intentona se saldó con un fracaso, para el movimiento en su conjunto y para Lenin en particular. Siguieron largos años de travesía del desierto y de reordenación de su programa de conquista del poder.

Se reafirma entonces en la necesidad de controlar el proceso con mano de hierro a través del partido y suma lecciones aprendidas: el valor de la agitación propagandística, la utilidad de conseguir alianzas internacionales y de conectar con el campesinado y el imprescindible requisito de organizar una insurrección armada. El estallido de la Gran Guerra en 1914 pareció por fin la gran oportunidad revolucionaria, aunque la realidad era que el socialismo europeo estaba muy dividido.

Con frustración, Lenin asistió a la ola de patriotismo zarista que galvanizó a los soldados y el alargamiento del conflicto bélico, mientras que el internacionalismo se derrumbaba.

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Otra vez un hecho inesperado, el colapso del zarismo en febrero de 1917, le ofreció una posibilidad. Retornó a Rusia con la colaboración de los alemanes y lanzó la consigna de que la revolución burguesa debería dar paso a la verdadera revolución, la socialista.

Lenin, un táctico puro, entendía que el verdadero poder se encontraba ahora en los sóviets, donde los bolcheviques eran minoritarios. Por eso se lanzó a controlarlos, así como a introducir sus células en el ejército.

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El éxito de su política culminó en el golpe de Estado de octubre contra el Gobierno Provisional. Conquistado el poder por la fuerza, Lenin dio un enésimo giro y determinó que lo prioritario era forjar un Estado autoritario basado en el partido, la disolución de la Duma y la eliminación del resto de organizaciones políticas.

Como la verdadera guerra era la de clase que se estaba librando con los contrarrevolucionarios, sacó a Rusia de la contienda mundial mediante el tratado de Brest-Litovsk.

El cuerpo embalsamado de Lenin en su mausoleo

El cuerpo embalsamado de Lenin en su mausoleo

La bolchevización precipitada produjo un régimen de violencia general y generó una situación de extrema escasez. Los últimos años de Lenin están determinados por el deterioro de su salud y el encumbramiento de Stalin como secretario del partido.

Desde 1923 Lenin queda paralizado y sin habla. Apartado de la dirección, percibió demasiado tarde quién era realmente Stalin. Pero la muerte, en enero de 1924, le impidió apartarlo. Inmediatamente, nace el mito, al mismo tiempo que se abre un capítulo aún más siniestro de la historia rusa.