Rodrigo Fresán. Foto: Alfredo Garófano

Rodrigo Fresán. Foto: Alfredo Garófano

Letras

'El estilo de los elementos', la imponente fábula alegórica de Rodrigo Fresán

El escritor aborda la infancia y adolescencia a través de Land, el protagonista de una monumental novela salpicada de apuntes irónicos y humorísticos.

15 enero, 2024 01:17

Al comienzo de El estilo de los elementos advierte Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1966) sobre la densidad de las páginas introductorias. Aunque irrite e inquiete a lectores poco versados, explica, todo inicio debería exigir siempre un cierto esfuerzo y dificultad. La expresión “se me hizo cuesta arriba”, que implica denostar algo, a Fresán le parece una forma apenas velada de elogio a un desafío. Aunque añada una tímida disculpa (en realidad una “placentera culpa”), la digresión reafirma con orgullo una actitud ante la literatura que afecta a la novela entera.

El estilo de los elementos

Rodrigo Fresán

Random House, 2024. 720 páginas. 25,90 €

El estilo de los elementos no es un relato realista común sino una exigente parábola que abarca la realidad completa de la vida. Todo lo que cabe en el mundo, de lo empírico a los sueños y hasta la magia, entra en esta imponente fábula alegórica. De ahí que requiera empeño de lectura notable, amén de reclamar un lector muy particular, no el destinatario común que busca el relato de una aventura.

La alegoría podría discurrir de forma por completo atomizada sin que por ello se alterase el resultado global. Pero Fresán le pone bridas que asocian esta novela vanguardista a una novela tradicional. Funciona como eje (o, mejor, motor) un protagonista llamado Land. La historia de Land, circunscrita a infancia y adolescencia, focaliza el relato, se extiende hacia atrás, hasta sus padres y abuelos, y se dispara hacia un futuro hipotético.

Semejante trayectoria personal se expone en tres “movimientos” sucesivos. El primero recrea el entorno familiar en la infancia. Da cuenta de los ascendientes y se fija en los progenitores, “intelectuales” y editores de la firma Ex Editors, y en El Grupo de creadores y artistas que los rodea. De estos, tienen perfil propio varios escritores de diversa fortuna, el prestigioso César X Drill, la bestsellera Moira Münn y Tano “Tanitos” Tanatos, joven promesa autor de un solo cuento.

Todo sucede en Gran Ciudad, escenario que cambia a una distante Gran Ciudad II en el siguiente movimiento. Este se centra en la adolescencia de Land y su principal novedad anecdótica consiste en la presencia impactante del amor, que encarna una nueva protagonista, Ella. El tercer movimiento se desplaza a Gran Ciudad III y su meollo está en una especie de manual de escritura a través de un formulario con preguntas y respuestas.

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Estas secuencias se llenan de un ostensible contenido culturalista. La novela se centra en un leitmotiv, la lectura y la escritura. Y se colma de referencias a escritores y a obras literarias de toda época. Se abordan cuestiones del arte de narrar y de su correlato el lector (se razona sobre el “narrador poco confiable” y sobre el “lector confiable”). También se incide en cuestiones del mundo literario: las diferentes clases de autores; el realismo; cómo se escribe en una pandemia, etc.

Tan llamativo como este exclusivismo temático es el grado extremo de retorización de la prosa. Fresán se encandila con los juegos de palabras. A veces acude a efectismos gongorinos y otras recuerda a Cabrera Infante. Además, rinde culto a la anáfora. Un número incontable de párrafos seguidos o dispersos se inician repitiendo las mismas palabras u oraciones, al punto de convertir el hallazgo expresivo en cansina y monótona rutina.

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El procedimiento narrativo de Fresán produce una fría intelectualización del relato, pero no absoluta porque la equilibra con un par de elementos. Por una parte, gustosas puntadas irónicas y humorísticas. Por otra, el hilo unificador del recuerdo, con alguna hebra de memoria autobiográfica, aporta una cálida vibración emocional.

Admira la potencia verbal e imaginativa de Fresán, pero la dimensión desmedida del libro y tan reiterativo culturalismo produce fatiga. Su inacabable narración me ha dejado exhausto.