Roberto Saviano. Foto: Maki Galimberti

Roberto Saviano. Foto: Maki Galimberti

Letras

Roberto Saviano: "España está llena de mafiosos pero los políticos no dicen ni una palabra"

El autor de 'Gomorra' reconstruye en la novela 'Los valientes están solos' la lucha contra la mafia del magistrado Giovanni Falcone, "un revolucionario con el derecho en la mano"

29 noviembre, 2023 18:42

No sorprende que Roberto Saviano (Nápoles, 1979) haya terminado escribiendo un libro sobre Giovanni Falcone. Lleva dos décadas enarbolando su nombre como modelo de integridad y coraje cívico frente a la enfermedad que representan en una sociedad los tejemanejes mafiosos. Un cáncer que corroe las instituciones y que, por impulso de un círculo vicioso, se hace más grande cuanto más débiles son estas. Para el escritor napolitano, que con tan solo 26 años, se destrozó la vida (así lo dice él) al denunciar la Camorra en su libro Gomorra, éxito mundial del que ha vendido cientos de miles de ejemplares, el magistrado que lideró la lucha contra el crimen organizado italiano en los 80 ha sido siempre una figura en la que se sentía reflejado y que le devolvía el valor para seguir adelante en el duro trance de vivir bajo el punto de mira.

A Falcone le ha dedicado una novela -Los hombres valientes están solos (Anagrama)- que reconstruye la revolución que promovió en el Palacio de Justicia de Palermo. “Es la prueba más difícil a la que me he enfrentado como escritor, porque estamos hablando de la mente más brillante que se ha batido con la mafia en Italia. Lo he querido hacer con las herramientas de la ficción porque eso me ha permitido meterme dentro de las emociones. Aunque no hay arbitrariedad en mis decisiones narrativas porque todo lo que se recoge son hechos o conjeturas a partir de indicios”, explica.

En un loable ejercicio de transparencia, Saviano dedica un número amplio de páginas al final del libro a enunciar las fuentes de las que se ha nutrido para cuajar con pequeños detalles de color (el diseño de una corbata, el tic de un personaje…) las escenas que pautan la narración y los diálogos que arma. El arranque es absorbente. Primero, remonta al lector a la niñez de Totò Riina. En concreto, al año 43, en el plena II Guerra Mundial, cuando su familia vuela por los aires tras explotar una bomba aliada que su padre manipulaba (las que no explotaban las vendían como chatarra). Él sobrevive de chiripa. En unos años, se convertirá en el capo dei capi, el hombre en la cúspide de la pirámide jerárquica de cosa nostra, organización que regirá con sanguinaria mano de hierro.

[CeroCeroCero, cómo la cocaína gobierna el mundo]

En la siguiente escena, que acontece en el 82, Saviano nos muestra la preocupación en cadena de diversos directores de bancos que operan en Sicilia. A todos les llega un requerimiento judicial cursado por Falcone: a todos ellos se les obliga a proveer información exhaustiva de los movimientos de algunos clientes sospechosos de lavar dinero. “Dinero obtenido por Cosa Nostra de la venta de heroína en Estados Unidos. Era un tiempo en que llenaban Estados Unidos de esta droga”, apunta. Falcone había entendido dónde estaba el flanco crucial sobre el que atacar para extirpar el cáncer delictivo que envenenaba su tierra.

La inquietud cunde entre políticos corruptos, gángsters y banqueros metidos en el ajo. El revuelo es monumental. Acusan a Falcone y sus colaboradores de provocar un colapso en la economía de la isla. Él sabe que ha empezado un camino de no retorno que puede tener el mismo destino de algunos de sus predecesores, como el de Cesare Terranova, magistrado acribillado y cuya silla vacía en el juzgado es un recuerdo premonitorio.

Premonitorio e inapelable. Saviano remata su narración con otra explosión, confundida en primera instancia con un terremoto y, en segunda, con el accidente de un avión. Imaginen su potencia. Hablamos, claro, de la bomba de via Capace que puso fin a la vida de Falcone y su mujer, Francesca Morvillo, que murió preguntando por su marido (así lo refleja Saviano a partir de los testimonios de los sanitarios). Estalló décimas de segundo antes de que su vehículo se posara sobre ella por lo que la muerte les sobrevino por el choque contra el muro de asfalto, piedras y arena que levantó la detonación.

Giovanni Falcone y Paolo Borsellino

Giovanni Falcone y Paolo Borsellino

Riina la había ordenado. “Lo hizo para defenderse a sí mismo, para mantenerse en el poder. Si no paraba los procesos abiertos por Falcone contra su gente, sabía que algún miembro de las otras familias mafiosas le acabaría matando, por no haber sido capaz de protegerlas. Era consciente de que aquella masacre desencadenaría una represión de las autoridades tremenda pero no le quedaba otra”, aclara Saviano.

En el corazón del libro está el macrojuicio orquestado por Falcone, que sentó a los cuadros de mando de Cosa Nostra en el banquillo de los acusados de un bunkerizado Palacio de Justicia de Palermo. Casi 500 acusados. Riina fue juzgado in absentia. Llegar a ese punto ilusionante en la lucha contra el crimen organizado fue posible gracias a la tenacidad de Falcone y colaboradores íntimos como Paolo Borsellino (también caería poco después de su compañero y amigo en una emboscada mafiosa) y al más famoso de todos los arrepentidos de la organización, Tomasso Busceta, que confirmó a los magistrados el carácter estructurado y jerárquico de la entidad a la que se enfrentaban, porque antes se tendía a considerarla como una hidra anárquica y dispersa.

“La mafia es capitalismo criminal, es una organización económica, moral y militar”, concluye Saviano al hilo de estas revelaciones. Este pentito también le explicó que entrar en la mafia no era un chollo: no podían hacerlo ni comunistas ni fascistas ni gays, no se podía beber alcohol, ni ir con prostitutas… “Era una fraternidad mística”.

Saviano, que reconoce estar arrepentido de haber ido de frente contra la mafia porque esto lo ha obligado a llevar una vida blindada, está acostumbrado a recibir insultos y acusaciones análogas a las de Falcone. “En Italia, y creo que en España es similar, no te elogian hasta que no te matan. En vida, estás bajo el deprecio y la sospecha”, afirma. Lo dice porque muchos se maliciaban que el empeño de Falcone no tenía más intención que alcanzar notoriedad pública y medrar en su carrera dentro de la judicatura. Pero en realidad siempre acababa relegado de los cargos que iba obteniendo y pagó con su vida por intentar meter en cintura al crimen organizado. Cuando lo asesinaron, entonces sí se entendió que aquel hombre tenía cosas valiosas que perder en contraste con las potenciales promociones profesionales.

Se lo jugó todo. Quedó claro. Y no era una figura trágica o amargada, a la que daba igual abandonar este mundo. Al contrario. Le gustaba la vida y sus placeres. Saviano lo muestra intentando disfrutar de paréntesis de paz en Roma, yendo, por ejemplo, al cine como un ciudadano anónimo. “Fue un revolucionario con el derecho en la mano y un patriota que amaba Italia y Sicilia, esa bella y desventurada tierra, como decía Borsellino. Porque la amaba quería transformarla”.

Son palabras con las que se identifica todavía, aunque se le nota descorazonado por la deriva política de Europa y el mundo, con el ascenso de la ultraderecha (Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, lo ha llevado a los tribunales e impide, dice, la proyección de su programa Insider en la RAI) y por la falta de interés de los políticos en el combate de la mafia. “España está llena de mafiosos pero en la última campaña antes de las elecciones no se dijo nada de ello”, lamenta. Aun así, sigue escogiendo el camino difícil de la valentía, porque, como decían Falcone y Borsellino, “quien tiene miedo muere todos los días”.