Conocida por sus ensayos en los que combate la Leyenda Negra española, Elvira Roca Barea se ha alzado este viernes con el Premio Primavera gracias a su primera novela, Las brujas y el inquisidor, que responde al mismo propósito. En ella, reivindica la figura histórica de Alonso de Salazar, miembro del Santo Oficio que fue el encargado del investigar el caso de brujería más famoso de la historia española, el de Zugarramurdi, en Navarra.

“En España no se puede hablar bien de un inquisidor, porque si lo haces, eres un fascista redomado”, ha afirmado la autora, vaticinando las más que probables críticas que recibirá el enfoque de su novela. “Habrá que enfrentarse a algunas cosillas”, ha dicho la autora quitándole importancia al asunto, aunque asegura que en nuestro país, si dices ciertas cosas, “los francotiradores salen a comerte”. Ante esta situación, “hay que echarse cuerpo a tierra”.

Reconoce la autora que la idea para escribir esta novela se le clavó en el pensamiento a raíz de escuchar en la radio la reposición de una entrevista a Julio Caro Baroja, gran experto en la investigación histórica de la brujería, en la que dijo que “quizá el caso de Zugarramurdi no era lo que parecía”. Eso despertó la curiosidad de Roca Barea, que comenzó lentamente un proceso de documentación que se ha prolongado durante varios años.

Roca Barea, que dice no haber visto la película Las brujas de Zugarramurdi, de Álex de la Iglesia, “en defensa propia”, describe a Alonso de Salazar como “un hombre extraordinario” que le “inspira muchísimo”. Según explica la escritora, en su época “el 99% de la gente creía en la brujería”, y ese fue el motivo de que se produjeran cazas de brujas.

Salazar supuestamente formaba parte “del 1% restante”, a pesar de ser un inquisidor, y se caracterizó “por anteponer la razón a todo lo demás”, lo que le llevó a enfrentarse a la creencia generalizada en las brujas. Salazar investigó el caso de Zugarramurdi por encargo del inquisidor general Bernardo de Sandoval, a quien Roca Barea también considera “extraordinario”.

Explica Roca Barea que buena parte de la documentación relacionada con el caso de Zugarramurdi se perdió durante el incendio del edificio de Logroño donde tenía su sede el Santo Oficio, y que el personaje de Salazar hoy se conoce gracias a historiadores extranjeros, como Gustav Henningsen, autor de El abogado de las brujas: brujería vasca e Inquisición española.

Las cazas de brujas, un fenómeno 'moderno'

Según Roca Barea, la visión estereotipada de los inquisidores españoles surge en el siglo XVIII, a partir de la obra de Schiller Don Carlos. El típico personaje del inquisidor es alguien “de ojos brillantes, que provoca una heladera general cuando entra en una habitación”. Un arquetipo que “fue trasplantado a El nombre de la rosa”, asegura la autora. Pero en ello hay un error histórico, ya que la persecución de la brujería no existía en la Edad Media (la novela de Umberto Eco transcurre en el siglo XIV), explica la autora, porque no se creía en ella. “La persecución de la brujería y, por tanto, la creencia generalizada en ella, es un fenómeno de la modernidad, cuyo siglo de hierro es el XVII”. Pensar que las cazas de brujas comenzaron en la Edad Media “es un error muy generalizado, pero si lo cometió hasta Umberto Eco, ¿quién no lo va a cometer?”, se pregunta la autora.

En contraposición a las visiones supuestamente estereotipadas sobre el Santo Oficio, Roca Barea humaniza al inquisidor Alonso de Salazar, pero siempre basándose en documentos históricos. “He intentado ceñirme a los hechos conocidos de su vida. Tanto él como don Bernardo de Sandoval fueron hombres extraordinarios”.

Según ha afirmado Roca Barea, “todos los episodios de brujería siguen un patrón similar que responde al fenómeno de la histeria colectiva”, algo que emparenta el caso de Zugarramurdi con, por ejemplo, otra de las cazas de brujas más famosas de la historia, el de las brujas de Salem, en la colonia inglesa de Massachusetts, al otro lado del Atlántico y casi un siglo después.

El jurado del Premio Primavera de Novela ha estado presidido por Carme Riera y compuesto por Antonio Soler, Gervasio Posadas, Fernando Rodríguez Lafuente y David Cebrián, falló ayer jueves, por mayoría, en una reunión celebrada en Madrid.

El Premio Primavera de Novela, dotado con 100.000 euros, está convocado por la editorial Espasa y Ámbito Cultural de El Corte Inglés, y ha recibido para esta vigesimoséptima edición un total de 1.335 originales de España y Latinoamérica.

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Según la sinopsis, la novela ganadora se remonta hasta 1609, cuando varias personas son acusadas de brujería en la aldea de Zugarramurdi. Lo que parecía un episodio sin importancia se convierte en una espiral de violencia. El inquisidor general Bernardo de Sandoval envía a Alonso de Salazar y Frías a Logroño, sede del Santo Oficio. No se trataba solo de hechicerías, mal de ojo, vuelos nocturnos o tratos carnales con Lucifer. Los hay que confiesan atroces asesinatos y la utilización sistemática de niños como acólitos del Gran Cabrón.

Roca Barea desvela la figura histórica de Alonso de Salazar, tan olvidada como relevante, y nos conduce en Las brujas y el inquisidor a un viaje apasionante por los entresijos de la brujería en el siglo XVII, cuando las guerras de religión, los conflictos políticos y otras circunstancias provocaron una masiva caza de brujas en Europa. En el caso de Zugarramurdi, además, no hay que olvidar la rivalidad entre Francia y España por el control de Navarra. 

Roca Barea es autora de ensayos como Imperiofobia y leyenda negra, es licenciada en Filología Clásica y Filología Hispánica, y doctora en Literatura Medieval. Además, la ganadora es profesora de instituto, ha enseñado también en varias universidades estadounidenses y europeas latín y griego, literatura española e historia del mundo hispano.