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El inagotable manantial de terror del “Érase una vez…”

Este delicioso y lúcido ensayo reivindica la tradición de los relatos populares y explora cómo las nuevas lecturas de estos cuentos tradicionales cuestionan los tópicos del pasado

18 mayo, 2021 09:39

Érase otra vez

Ana Llurba

WunderKammer. Girona, 2021. 160 páginas. 12 €

Pocas expresiones literarias guardan la magia y la sugestión que encierra el arquetípico “Érase una vez…”, comienzo secular de cuentos fantásticos que nos invitan a adentrarnos en un mundo tejido de sueños, espejos que cruzan a otros lugares, bosques amenazadores, reinos dormidos o malvadas brujas. Relatos, que nos hacen suspender la verosimilitud y hacen añicos las frágiles certezas de esa convención que llamamos realidad. Pero, ¿por qué nos siguen fascinando los llamados cuentos de hadas y qué cabida tienen en la sociedad actual?

A esta pregunta responde la escritora y crítica literaria Ana Llurba (Córdoba, Argentina, 1980) en el delicioso y lúcido ensayo Érase otra vez. Cuentos de hadas contemporáneos, que trazando la genealogía y explorando los arquetípicos y previsibles horizontes narrativos de estas historias las enlaza con sus equivalentes modernos, igualmente plagados de crueles moralejas y violentos tópicos aleccionadores.

Así, la autora recorre las primeras versiones originales de estos inmemoriales relatos orales, que aluden a un pasado lejano y mítico y poco tienen que ver con el mundo de Disney. Desde las recopilaciones que, siguiendo el modelo del Decamerón de Boccaccio, trazaron en los siglos XVI y XVII los italianos Gianfrancesco Straparola y Giambattista Basile, hasta las modernas interpretaciones psicoanalíticas de Carl Jung, Mircea Eliade o Bruno Bettelheim (y su seminal Psicoanálisis de los cuentos de hadas), pasando por supuesto por las versallescas antologías de Charles Perrault y Jeanne-Marie Leprince de Beaumont y las románticas, aunque todavía violentas y crueles, obras de los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen, que incluyeron en el folclore europeo todo el corpus de leyendas germanas y nórdicas.

Las nuevas lecturas de los cuentos tradicionales que ofrecen todas las artes abren narrativas que cuestionan los tópicos del pasado

Una rica tradición que en las últimas décadas ha encontrado eco en multitud de campos creativos. En literatura, el ensayo destaca, entre multitud de ejemplos, la relectura que hacen del Barba Azul de Perrault Margaret Atwood —que en el hoy viral El cuento de la criada reinterpreta a Caperucita, como reflejan las capas rojas— en El huevo de Barba Azul y Helen Oyeyemi en El señor Fox, el espléndido Viajes con la Reina de las Nieves de Kelly Link, las perturbadoras revisiones de estos relatos recopiladas en Cuentos de hadas de Angela Carter o el juego que plantea Dubravka Ugresic con el folclore eslavo en Baba Yagá puso un huevo; así como otras aproximaciones de escritores como Carmen María Machado, Cristina Fernández Cubas, Anne Sexton, Ottessa Moshfegh, Robert Coover o Mariana Enriquez.

También se ocupa Llubra del arte, ahondando en la obra de artistas plásticas como Kiki Smith, quien desde los años 80 reexamina a través de la escultura, el dibujo o el grabado los arquetipos femeninos tradicionales de la religión, la mitología y el folclore, Carrie Mae Weems y sus trabajos con espejos, o de la videoartista noruega Ingrid Torvund y su pieza Magic Blood Machine. En el mundo cinematográfico se adentra la autora través de cortos y películas como la adaptación que Neil Jordan grabó del relato de Carter "La compañía de los lobos", onírica versión de Caperucita Roja, la reciente versión de Oz Perkins del canibalista cuento centroeuropeo Gretel y Hansel o el impactante debut de la polaca Agnieszka Smoczyńska, The Lure, inspirado en La sirenita

Todas estas modernas versiones, reinterpretaciones y relecturas que extrapoladas a un mundo contemporáneo —donde las princesas son amas de casa o prostitutas y donde el lobo o la bruja son maridos, jefes e incluso Estados—, crean nuevas narrativas críticas con los tópicos violentos y represores perpetuados por estas historias tradicionales que abren otros horizontes de interpretación. Y es que, colorín colorado, el cuento nunca se termina.