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Letras

Benjamín Labatut y el conocimiento sin certezas

En 'Un verdor terrible' el escritor explica la física moderna como un heroico proceso de pérdida de certezas, un camino en el que el ser humano vuelve del revés el mundo y se asemeja a un dios

11 enero, 2021 09:11

Un verdor terribleBenjamín Labatut

Anagrama. Barcelona, 2020. 224 páginas. 18,90 €. Ebook: 9,99 €

Es fácil percibir a Walter Benjamin como un cliché, en especial cuando se cita su paradójica sentencia según la cual todo documento de cultura encierra un documento de barbarie. Sin embargo, en Un verdor terrible, Benjamín Labatut (Róterdam, 1980) lo convoca brevemente en forma de alucinación o de pliegue espacio-temporal, sin referir su nombre de modo explícito, y tampoco reproduce la frasecita, sino que la hace tangible e ineludible gracias a un sofisticado tejido de referencias que conecta ciencia, historia, carácter, destino, azar, arte… Su elegancia habilidosa supera el cliché para convertirlo en motor de un libro inteligentísimo.

En estas páginas, la incertidumbre moral acerca de cada nuevo avance del conocimiento humano (que suele traducirse simultáneamente en progreso y armamento, bien y mal) es reverberación del principio de incertidumbre físico acuñado por Werner Heisenberg, y ambos empujan al lector hacia el mismo abismo que encararon científicos como Fritz Haber, Karl Schwarzschild, Alexander Grothendieck, Erwin Schrödinger o el mismo Heisenberg.

En cuatro capítulos y un epílogo hilados, pero autónomos, Labatut explica la física moderna como un heroico proceso de pérdida de certezas, un camino en el que el ser humano vuelve del revés el mundo y se asemeja a un dios, solo para acabar chocando con la imposibilidad de objetivar la Realidad o de contenerla. ¿Y si ahí fuera solo hay posibilidades, y si el azar gobierna todo, y si Dios, por más que le pesase a Einstein, sí juega a los dados con el Universo?

Dotado de una aguda intuición narrativa, Labatut combina los hechos probados con la ficción, y así da forma a unos personajes seductores, aunque para ello tenga que empujarlos hasta el límite de su faceta arquetípica de genios excéntricos. Uno no quiere dejar de leer mientras, ante sus ojos, se despliega un combate por determinar si habitamos un caos o un mecanismo de relojería. Por otra parte, el autor goza de la ventaja de nuestra (mayoritaria) ignorancia científica, pero practica lo divulgativo de un modo tan sutil que en ningún momento suena didáctico ni condescendiente: las ideas son ideas aquí, no caricaturas para obtener un conocimiento enciclopédico.

Ln estas páginas Labatut explica la física moderna como un heroico proceso de pérdida de certezas, un camino en el que el ser humano se asemeja a un dios

El primer capítulo, ‘Azul de Prusia’, apenas contiene ficción y es prácticamente perfecta: cuenta la historia de un pigmento que impregna la pintura europea del siglo XIX y que, andando el tiempo, será fundamental para crear los pesticidas que multiplicarán por cuatro la población humana y que asesinarán a seis millones de judíos en los campos de concentración. Las siguientes secciones son estupendas también, aunque necesitan desplegarse de un modo menos sintético y exacto para avanzar. En ellas, los grandes astros de la física del siglo XX aman, envidian, ambicionan, y sienten el vértigo del descubrimiento. ‘Cuando dejamos de entender el mundo’, que relata el duelo entre las visiones de Heisenberg y Schrödinger con Albert Einstein y Niels Bohr de guest stars, es menos un capítulo que una nouvelle, y en su último párrafo aparece, al fin, la palabra “Hiroshima”, que había sobrevolado todos los anteriores.

Y es que Un verdor terrible es, desde su mismo título, un libro atravesado por ecos proféticos. Sus protagonistas perciben el potencial horror derivado de sus hallazgos; las poderosas imágenes de la religión acuden para nombrar lo innombrable; los números, por su parte, se revelan incapaces de determinar unívocamente la materia. El presente se nos escabulle y nos amenaza; el futuro de una civilización que ha alcanzado a formular la mecánica cuántica, pero que al mismo tiempo es incapaz de entenderla plenamente, solo puede ser una caída. ç

Esta visión al mismo tiempo amenazadora y serena (“es extraño ver tanta exuberancia antes de la muerte”) toma cuerpo definitivo en un hermoso epílogo que transcurre en las montañas de Chile. Lo terrible, ya lo sabemos, puede andar muy cerca de lo bello. Es en ese punto de la historia donde nos imagina Labatut, y es por eso que su mezcla de pensamiento científico y tratamiento literario resulta tan oportuna.