Laurent-Binet-©JF-PAGA

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Letras

Laurent Binet y la Conquista del Viejo Mundo

Pese a la distorsión alucinada de los hechos, estamos ante un mosaico de gran plasticidad de lo que pudo ser. Una novela irreverente y audaz; a la vez, fascinante y excesiva

29 septiembre, 2020 09:16

CivilizacionesLaurent Binet

Traducción de Adolfo García Ortega. Seix Barral. Barcelona, 2020. 448 páginas. 21 €. Ebook: 9,99 €

El colosal argumento de esta novela de Laurent Binet (París, 1972), parece el sueño delirante de un historiador mintiendo sobre el pasado con todo lujo de detalles. La historia del revés, que altera por completo la percepción de la Conquista de América, es la siguiente: El jefe supremo del Imperio incaico, Atahualpa, no fue ajusticiado mediante garrote vil en 1533, en la plaza de Cajamarca, por las gentes de Francisco Pizarro, sino que el Inca navegó hasta la España del emperador Carlos V para iniciar una paulatina invasión del viejo continente.

La ucronia o alteración hasta lo extravagante de los hechos históricos propuesta por Laurent Binet, Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, es un gigantesco fresco que sigue los pasos de los adoradores del sol hasta el corazón de Europa. “Las Cortes de Castilla y de Aragón, sepultadas bajo el oro del Tahuantinsuyo, proclamaron a Atahualpa I, rey de las Españas, de Nápoles y de Sicilia”, evoca el narrador/cronista de Civilizaciones.

Hay visiones de muertes inauditas: la de Colón que nunca regresó de las Indias, la de Carlos V, a manos de unos exaltados quiteños, la de Lutero, que en realidad murió en su cama, aunque aquí es torturado y descuartizado por una horda de campesinos.

Las palabras que Mario Vargas Llosa dedicó a la opera prima de Binet, HHhH (Seix Barral, 2011), ganadora del Premio Goncourt de Primera Novela, explicarían la habilidad del novelista para dotar de vida a sus obras: “El lenguaje (…) ejerce una impresión hipnótica sobre el lector, quien se siente trasladado en el espacio y en el tiempo al lugar de los hechos narrados”.   Si en HHhH, se recurría a una rigurosa reconstrucción histórica para recrear la vida  del jefe de la Gestapo, Reinhard Heydrich y su asesinato a manos de los resistentes checoslovacos, en Civilizaciones la erudición cambia las perspectivas para observar cómo se levantan los imperios.

El autor ha afirmado que su trabajo partió de las ideas de Jared Diamond, el profesor estudioso del colapso de las civilizaciones. Diamond plantea tres factores que proporcionaron a los europeos una ventaja decisiva sobre los pueblos amerindios: el control del hierro, la domesticación de los caballos y el papel de los anticuerpos.

Para cambiar el curso de las cosas, en la primera parte de la novela, Binet cuenta, al modo de las sagas nórdicas, que los vikingos arribaron a la costa americana, comandados por la hija de Erik el Rojo. Freydis la groenlandesa llegó a las islas con caballos y enseñó a los nativos a montar y a forjar el hierro

Pese a la distorsión alucinada de los hechos estamos ante un mosaico de gran plasticidad. Una novela irreverente y audaz; fascinante y excesiva a la vez

La segunda parte transcribe el cuaderno de bitácora de Cristóbal Colón, con un ficticio final miserable entre los taínos, al otro lado del mar. El estilo de los diarios es poético y sombrío, relatando a sus majestades, Isabel y Fernando, el fracaso de la expedición. El contrapunto a este Colón reinventado, es la inteligente niña Higenamota que aprende del navegante el castellano.

El tercer segmento del relato, el más extenso, con el aire de las Crónicas de Indias, finge hacernos creer que Atahualpa, con un ejército de incas y la niña Higenamota, ya adulta, como interprete, cruzó el océano hasta desembarcar en Lisboa. Desde allí se enfrentará a Carlos V y la saga épica prosigue con los astutos y sinuosos movimientos que llevarán a Atahualpa a conquistar el viejo mundo, decretando la libertad de religión y estableciendo protecciones sociales para los campesinos más desfavorecidos.

A modo de coda, Laurent Binet nos regala una cuarta parte, con el título de “Las aventuras de Cervantes”, que comienza: “ En un barrio de Madrid de cuyo nombre no quiero acordarme…” Las andanzas de Cervantes en compañía del Greco producen la impresión de confundir la cronicidad hasta romper toda coherencia histórica, en una algarabía de ilusiones fantasmagóricas y a veces divertidas. Porque toda la irrealidad que impregna la novela provoca una sonrisa.

Pese a la distorsión alucinada de los hechos, estamos ante un mosaico de gran plasticidad donde se enlazan las guerras de religión con la invención de la imprenta, las navegaciones conquistadoras con las guerras territoriales, la codicia de unos con el hambre de las masas. Unos tiempos tormentosos que el autor distorsiona en un juego de espejos, cambiando a los protagonistas. No en vano, el videojuego de 1991, Civilization, de Sid Meier, está también en el magma de esta novela irreverente y audaz; a la vez, fascinante y excesiva.