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Italo Calvino, el autor invisible

Tras años de olvido, el autor de 'El barón rampante' cuenta al fin con su primera biografía en español. La Fundación José Manuel Lara publica hoy 'Italo Calvino. El escritor que quiso ser invisible', de Antonio Serrano Cueto

15 septiembre, 2020 09:13

Galardonado con el Premio Antonio Domínguez Ortiz, el volumen nace de la fascinación de Antonio Serrano Cueto (Cádiz, 1965) por el narrador italiano, un deslumbramiento que nace en los años 80, con El barón rampante. “Sí, aquella historia de rebeldía llevada hasta sus últimas consecuencias en las ramas delos árboles me cautivó. Con los años fui descubriendo a un escritor cambiante, que nadaba con soltura en las aguas del neorrealismo, la literatura fantástica y la experimentación narrativa, además de ser un crítico riguroso y un intelectual admirador de otras manifestaciones artísticas”, recuerda para El Cultural.

Sin embargo, lo que le decidió a escribir su biografía fue leer en 2008 el epistolario de Calvino editado por Baranelli, y descubrir la personalidad nada convencional de sus padres: Mario Calvino estuvo implicado en un atentado contra el zar Nicolás II, y Eva, la madre, fue una científica y botánica pionera. Tras diez años de trabajo, el resultado es un volumen demás de quinientas páginas que le ha planteado muchos problemas, desde conseguir testimonios personales, “puesto que apenas quedan amigos y escritores de su generación”, a reunir y leer la parte de su obra no traducida al español (ensayos, artículos de prensa, algunos cuentos, fragmentos de ópera, etc.)

Nacido en Santiago de Las Vegas, Cuba, en 1923, a causa delos trabajos científicos de sus padres, Italo Calvino solía bromear sobre la poca huella que sus primeros años cubanos le habían dejado diciendo que nació “tan en San Remo, que nací en América”. Recibió una educación laica y librepensadora, y aunque quería dedicarse a escribir, se vio forzado a matricularse en 1941 en la facultad de agronomía de la Universidad de Turín. Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo cambió todo: reclutado en 1943, desertó y se unió a las Brigadas Partisanas Garibaldi junto con su hermano, mientras sus padres eran retenidos por los alemanes.

"Italo Calvino morirá"

Ya entonces tenía claro el gran descubrimiento de esta biografía: quería ser escritor, pero invisible, porque había comprendido que la literatura era lo sustancial. Así, ya en 1942 le escribía a un amigo: “En eso reside mi certeza: ese algo [mi obra] no representa el hoy, representa el mañana. Y es ese algo lo que quiero afirmar, no a Italo Calvino; Italo Calvino morirá y ya no servirá para nada: el algo permanecerá y dará buenas semillas”.

Ya en 1942, Calvino escribió que “ese algo, mi obra, no representa el hoy, sino el mañana. El algo permanecerá”

Sin embargo, su anhelo de invisibilidad tenía truco. Aunque siempre fue reacio a toda biografía, Serrano Cueto destaca que algunos de los primeros cuentos del italiano y los libros Ermitaño en París y El camino de San Giovanni contienen información biográfica y que La jornada de un escrutador se basa en su propia experiencia. “Además en los últimos años de su vida llegó a sentir la necesidad de hacer memoria y dejar testimonio escrito, por ejemplo, de las experiencias de la vida de su padre. Su biografía despertaba en él sentimientos encontrados: por un lado, rechazaba una excesiva concesión a la nostalgia y el sentimentalismo; por otro, dejaba en muchos escritos la huella de sus propias vivencias. En cuanto a su invisibilidad, era un estado ideal que decía haber alcanzado en París, por cuyas calles paseaba como si no existiera”.

Carné de partisano del escritor

Pero no nos apresuremos. Tras la guerra, Calvino se instaló en Turín, comenzó a colaborar en algunos periódicos, se matriculó en Letras y se afilió al Partido Comunista. Su amistad con Pavese le permitió comenzar a trabajar en la gran editorial italiana de posguerra, Einaudi, con Elio Vittorini y Natalia Ginzburg. En 1947, empapado de neorrealismo, publicó su primera novela, El sendero de los nidos de araña, y dos años después, el libro de relatos Por último, el cuervo. Sin embargo, no tardó en adentrarse en la literatura fantástica, un poco por azar. “Sí –confirma Serrano–, tras el éxito de El sendero... le estaba costando concluir dos novelas realistas, por lo que en el verano de 1951 escribió, como mero entretenimiento y desahogo, El vizconde demediado. Nunca esperó que la acogida fuese tan buena, si exceptuamos a los intransigentes del PCI, que le afearon su incursión en la literatura burguesa”. Al vizconde le seguirían los otros dos volúmenes de la trilogía Nuestros antepasados, formada además por El barón rampante (1959) y El caballero inexistente (1961).

Hubo, sin embargo, tres fechas decisivas en su vida y en su obra. La primera fue 1956, su annus horribilis, cuando la Unión Soviética invadió Hungría. Calvino no sólo acabó abandonando el Partido, sino que reflejó su desengaño en su obra, especialmente en el prólogo de Cuentos populares italianos, en algunos pasajes de El barón rampante y en varios relatos escritos aquellos días, especialmente en “La gran bonanza de las Antillas”. Lo que no impidió, según Serrano, que “durante el resto de su vida mantuviera sus ideas en pro de la igualdad social”.

Según Serrano, el escritor italiano “rechazaba las concesiones a la nostalgia pero dejaba en muchos escritos la huella de sus vivencias”

También clave fue su descubrimiento de los Estados Unidos en otoño de 1959, cuando, gracias a una beca de la Fundación Ford, pasó seis meses viajando por distintos estados de América. Entonces, se propuso hacer un libro con las notas de aquel viaje, “pero renunció porque no creía que tuviera entidad suficiente. No obstante, las notas salieron en entregas en la prensa y hoy podemos leer buena parte en Ermitaño en París. Sin duda, esta estancia cimentó aún más el gusto por la literatura estadounidense que ya había fraguado en su relación con Pavese y Vittorini”. También resultó trascendente su relación con el grupo OuLiPo, que le enseñó “la literatura como juego combinatorio. El ambiente de este grupo y el contacto, entre otros, con Queneau y Perec, resultará propicio, por ejemplo, para la “hipernovela” Si una noche de invierno un viajero”,subraya Serrano Cueto.

Encuentro en Sevilla

Popularísimo en vida en España, tras su muerte en 1985 fue cayendo en el olvido. Su última visita a nuestro país fue en septiembre de 1984, para participar en un ciclo de conferencias sobre literatura fantástica organizado en Sevilla por Jacobo Siruela, y dejó un buen puñado de anécdotas que recoge el volumen. Así, podemos leer cómo el italiano, entusiasmado con el Palacio de Dueñas, le propuso a Siruela que dejase vivir a cinco escritores un mes allí, y a cambio ellos se comprometían a entregarle un cuento.

Tímido, curioso y cordial, el libro narra también que el último día dejó plantada a la organización y a los medios para sumarse al cortejo fúnebre de Paquirri, que pasaba por ahí. Y su primer encuentro con Borges en el hall del hotel donde se alojaba. Su mujer, Esther, hablaba con el argentino mientras “Italo permanecía callado. Entonces la mujer informó a su compatriota: ‘Borges, Italo también ha venido’. Borges levantó la barbilla, apoyado en su bastón, y espetó con chispeante humor: ‘Lo he reconocido por su silencio’”.